No juguemos con fuego

Al parecer en los últimos tiempos, leer el periódico, ver la televisión o navegar entre las redes sociales nos conduce indefectiblemente a encontrarnos con noticias que, a más de sacudir nuestra paz y describir una honda crisis estructural, exige cada vez más una reposada reflexión y un amplio estudio para comprender las razones que causan semejante situación, que bien podría ser denominada como el asalto de la violencia.

Asesinatos, feminicidios y violaciones se han convertido en una amenaza que, para el colmo de los males, ha obtenido como respuesta un desubicado populismo penal y una variopinta propuesta que limita con el desconocimiento, la demagogia y la desesperación.

Ante esta triste y cruda realidad, resulta crucial entender a estudiosos como Galtung que explican que la violencia tiene tres presentaciones y se divide en directa, estructural y cultural. Además urge comprender que todas las personas son iguales y por tanto deben ser tratadas como tales, pues nadie es ni superior, ni inferior y, en consecuencia, debe respetarse la diversidad que proviene de la migración, la religión, el género y otros aspectos que nos exigen coherencia y comprensión de lo que realmente significa dignidad.

Resulta trascendental construir una educación para el respeto y la comprensión del otro, donde los niños refuercen en la escuela aquello que reciben en casa, pues de nada servirá la inclusión escolar y el debate abierto donde los criterios diversos son bien recibidos, si mantenemos progenitores que manejan sus relaciones como posesión. No tendrá valor alguno la educación si no se insiste con fuerza que el sentido de la formación va más allá de un título, pues debe potenciar “la capacidad de sentir respeto por el ser humano, por el entorno, por los animales, por el todo…”.

Si se omite esta igualdad que no debe ser únicamente formal y si se mantiene una sociedad injusta en oportunidades, no tardará en aparecer aquella violencia que pretenda cambiar la estructura que hoy nos agobia, cuando lo único que se necesita realmente es valorar y reconocer al otro más allá de las diferencias.

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