Los desconectados

Año tras año, campaña tras campaña, los políticos de turno prometen las «dichosas» Smart City o ciudades inteligentes, paradas digitales y sistemas tecnológicos ágiles para la ciudadanía. Acompañan su propuesta “actualizándose”, se crean una cuenta de Instagram, suben estados e historias a sus redes y de esta forma creen estar en «la onda juvenil».

Así hemos visto nacer de a poco desde concejales tik-tok hasta un sin número de distintas aurotidades «influencers» que etiquetan la tienda donde adquirieron sus zapatos y su nuevo maletín (Que por cierto combinan) donde guardan «las ordenanzas», dicen.

Unos más avezados hacen gala hasta de la comida que consumen, dan la imagen de deportistas y hablan de lo importantes que son las mujeres, los niños, los adultos mayores, y de lo “lindo” que es subir en bus, siempre acompañados un “asistente” que hacen todas la veces de fotógrafo.

Pero al otro lado de la pantalla hay niños, niñas, adolescentes y jóvenes que se aventuran por las calles de la ciudad en busca de WiFi.

En las afueras de algún restaurante, a escondidas de algún local comercial o de un vecino descuidado que no cambió su clave, cazan por el aire la señal.

Y un poco más allá hay otro grupo más olvidado todavía, porque definitivamente a su alrededor todos y todas están en las mismas condiciones, sin acceso al dichoso internet.

Esta generación será recordada como la más viral de la historia, no solo por la pandemia sino por la memética humeante que no nos deja ver esa otra realidad, la de los desconectados.

Hay muchos que se salvaron del virus infeccioso que ataca los pulmones, pero hay otros que no se salvan de ese virus del corazón que, en algunos casos se les pasó al cerebro.

Este otro tipo de desconectados ya no oyen, ya no miran más allá de sus likes, pero eso sí, siempre los encuentras on-line.

Rogelio Durán