Judith Butler

Por: Pedro Artieda Santacruz

El año que termina deja nuevamente en claro que, mientras en varios países se alcanzan o se discuten importantes derechos para los colectivos de la diversidad sexual, como el reciente proyecto de ley de matrimonio igualitario redactado por el Gobierno de la presidenta Michelle Bachelet o la aprobación del Matrimonio Civil Igualitario (MCI) en Alemania, la homofobia se acrecienta o se deja ver aún más a través de grupos de extrema derecha, principalmente.

La reciente visita de la filósofa estadounidense Judith Butler a Brasil, invitada por la Universidad de Berkeley y por el Departamento de Filosofía de la Universidad de Sao Paulo, al coloquio ‘Los fines de la democracia’, que causó rechazo por parte de extremistas religiosos, muestra cómo aquel oscurantismo del Medioevo que condenaba la sexualidad diversa quiere seguir vigente, imponiéndose. Butler ha revolucionado el pensamiento universal a través de sus propuestas que hablan del género y la sexualidad como producto de una construcción cultural.

Al igual que otros pensadores contemporáneos cuestiona enfáticamente la sexualidad heteronormativa y excluyente. Vale precisar que sus planteamientos son producto de una profunda investigación, reflexión y análisis. Ha estudiado y cuestionado a filósofos, psicoanalistas, feministas, a la Ciencia, el Derecho, el Estado… Su activismo no solo tiene que ver con su condición diversa. Sus cavilaciones son brillantes y, claro, provocadoras, como las de muchos intelectuales en su tiempo a lo largo de la historia.

Las autoridades, legisladores o administradores de justicia que se resisten a tramitar derechos para la comunidad Lgbti deben acercarse a su pensamiento, al igual que quienes cuestionan las distintas formas de vivir la sexualidad humana. La investigación, la lectura, la reflexión, constituyen la mejor arma para eliminar los prejuicios. Los cambios en las legislaciones, y sobre todo la educación, son fundamentales para que el extremismo se detenga. Bachelet se despide de los chilenos y de la región con una buena señal. Ecuador también puede cambiar la historia. Es más, debe hacerlo. 2018 puede ser un gran año.

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