Educación virtual

Una profesora de postgrado, en su primera visita al país, me decía que hay mucho miedo y desconocimiento sobre la educación en línea entre los colegas nacionales. Sí, claro, le contesté, y además muchos “cucos” y mitos sobre lo digital, como algo completamente baladí, fatuo y sin trascendencia para la intelectualidad académica que no quiere perder su poder frente a un auditorio fascinado con sus palabras y argumentaciones.

Me contó, además, que quien lleva las aulas virtuales en su universidad se encarga también de las redes, la atención al cliente y la comunicación digital. Hace todo en el ámbito ‘online’, porque las autoridades piensan que si sabe de una cosa, lo puede hacer todo.

Esta conversación me ratifica que las universidades nacionales están a años luz de integrarse a la sociedad del conocimiento. Los docentes-autoridades de ciencias sociales tienen el mismo pensamiento: creen que quien sabe prender un computador, sabe de redes sociales, Internet, conectividad, redes inalámbricas y aulas virtuales.

Al momento de incluir la educación virtual en su currículo, esa persona no es importante, no está a la altura de sus conocimientos, es solo una herramienta. Qué pena por la universidad encontrarse con autoridades con procesos antediluvianos que creen que la educación en línea es baladí y no trascendental e importante.

La educación en línea compromete más al estudiante y al docente, es más exigente y crea mejores lazos profesionales y hasta afectivos para luego generar proyectos de trabajo e investigación. Mentes conectadas y multitudes inteligentes no son para docentes cavernarios que piensan que la “cacería” de estudiantes es la mejor forma de alimentar el espíritu y cultivar el conocimiento. Creo en la educación virtual como real proceso de conocimiento.

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