Cartas al Director…

Responsabilidad al hablar delante de la Bandera Nacional

Hemos reiterado que la palabra es mucho más que un conjunto de vocales y consonantes, o una integración de fonemas y grafemas con significante y significado; que la palabra es causa y efecto de las realidades humanas, porque con ella se puede hacer mucho bien o mucho mal; que la palabra debe ser siempre portadora de la verdad, transparentada desde la sinceridad y honestidad; que la verdad hay que decirla con claridad, pero con caridad, sin ofender ni mancillar la dignidad de las personas; que la palabra encierra una gran responsabilidad, tanto para quien la calla como para quien la pronuncia; que “callar, cuando se debe hablar”, es tan irresponsable como, “hablar, cuando se debe callar”; que ocultar la verdad es tan grave como faltar a la verdad; que hay veces en que el silencio es más sabio que una palabra estridente, impertinente, imprudente.

Si la palabra cotidiana comporta esta gran responsabilidad, ¿qué podríamos decir del desafío que representa para quien hace uso de la palabra en calidad de autoridad?. La palabra dirigida por una autoridad debe estar revestida de formalidad, circunspección, asertividad y sabiduría. Pero esa palabra cobra mayor solemnidad y requiere más ponderación, cuando es pronunciada por una autoridad, delante de la Bandera Nacional, que no es solamente un símbolo patrio, sino la presencia tangible e intangible de la madre patria, que nos acogió en su seno, prodigándonos una identidad nacional que nos enorgullece. Cuando un presidente de la República, un asambleísta, magistrado de la Justicia u otra autoridad, dirigen su palabra junto al Emblema Nacional, deben estar conscientes de la respetabilísima presencia de la madre patria. Están obligados a guardar una compostura mucho más sobria, digna de la patria a quien deben respeto, decoro y culto de veneración especial. Que una autoridad nacional o local falte a la verdad o pronuncie un discurso irreverente, delante de la Bandera Nacional, es un acto de irrespeto al símbolo nacional por excelencia, un acto execrable que mancilla la honra de la patria. ¡Cuántas veces ciertos políticos sueltos de lengua han dado discursos demagógicos, agresivos y mentirosos, delante de la Bandera Nacional, como si no hubieran dicho nada! ¿De qué sirve que le hagan la venia a la Bandera Nacional, si la viven mancillando con sus actitudes? (O)

Dr. Camilo Espinosa Pereira