Caja de Pandora

Autor: Franklin Barriga López

Prometeo se convirtió en el benefactor de los humanos, cuando robó a los dioses el fuego y lo entregó a los hombres, hecho sin parangón en la historia de la humanidad; por eso en la Academia de Platón, localizada en Atenas, se honraba anualmente al titán, en una carrera de antorchas que simbolizaba la sabiduría.

Añade el mito engendrado en la Grecia clásica que Zeus, la máxima deidad del Olimpo, al vengarse del mencionado y sagaz personaje, lo encadenó en una roca para ser devorado su hígado por un águila, en martirio sin fin. El denominado padre de los dioses, para castigar aún más a Prometeo y su familia creó a Pandora, mujer de belleza espectacular, por intermedio de Hefesto que manejaba la arcilla y las forjas.

La curiosidad hizo a Pandora abrir la caja de la que salieron todos los males, quedando en el fondo la esperanza. Con estos antecedentes, en la cultura occidental, destapar la Caja de Pandora quiere decir dejar la puerta abierta para que emerjan las adversidades.

Eso parece que está sucediendo en nuestro medio: el recipiente en el que la corrupción se encontraba oculta ha comenzado a ser abierto, mientras un aire de pestilencia cubre acciones de indignidad hasta de funcionarios que estaban llamados a velar por la recta utilización de fondos públicos. Queda la ilusión de que la justicia obre con la transparencia y la celeridad debidas y los culpables sean sancionados ejemplarmente, antes de que se fuguen a playas paradisíacas a gozar, con cinismo increíble, de abultadas coimas.

En la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción se cataloga a este fenómeno como plaga de amplio espectro de consecuencias corrosivas y efectos devastadores para la sociedad, especialmente para la economía y la democracia.

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