El Colegio Daniel Álvarez Burneo y el aporte de Leopoldo Román

El Colegio Daniel Álvarez Burneo y el aporte de Leopoldo Román
PERFIL. Leopoldo Román es recordado con gran cariño por las generaciones del Daniel Álvarez Burneo.

El nombre de Leopoldo Román, más conocido como ‘el tochito Román’, perdura en los jóvenes que cursaron los estudios secundarios en el Instituto Técnico Daniel Álvarez Burneo, que cumple 60 años de fundación.

Leopoldo Román llegó a trabajar en el establecimiento educativo a pedido del Hno. Santiago Fernández García, su primera actividad, la cumplió en el archivo de la comunidad Marista, misma que era desconocida para él, pero la responsabilidad y constancia le permitió salir avante en estas funciones y ser merecedor de la confianza de los directivos, personal docente y administrativo.

Recuerda que un día, mientras ordenaba un sinnúmero de papeles, “me encontré con la copia del testamento de Don. Daniel Álvarez Burneo, cuya herencia principalmente estaba destinada a ser invertida en educación para la juventud lojana, objetivo que hasta la fecha se cumple”.

En este testamento —cuenta— “pude observar, que la mayoría de extensiones de terrenos de la ciudad de Loja, se entregaron en venta a los profesores y personal que laboraba en el establecimiento, cuyos terrenos comprenden, lo que hoy es la ciudadela Zamora, avenida 24 de mayo, calles Rocafuerte y Miguel Riofrío, esto en la parte oriental de la ciudad”.

Conforme avanzaban los años y su buen desempeño, el Hno. Santiago Fernández García le asignó la carga horaria en la materia de Ciencias Naturales, responsabilidad que la cumplió con la mayor responsabilidad en impartir los conocimientos a los jóvenes estudiantes, pero su don de gentes y la responsabilidad en su desempeño, le tenía otra sorpresa laboral dentro del mismo establecimiento, era la designación de Inspector del colegio, cargo que lo desempeñó hasta su jubilación.

Un guía para los estudiantes

El ser inspector implica una gran responsabilidad, señala Román, “porque el temperamento que se debe tener para con los jóvenes, tiene que ser muy radical y siempre estar pendiente de los problemas de los jóvenes, para poder entenderlos y orientarlos de la mejor manera, en otras palabras, los inspectores en esa época nos convertimos en sus consejeros y en un padre.

Tenía por costumbre al inicio del año lectivo, acudir a los diferentes cursos a expresarles el saludo a los nuevos estudiantes y presentarse”, dijo.

“Señores estudiantes les saluda Leopoldo Román, pero con cariño me dicen el Tochito Román”, esa forma tan original de generar empatía con los alumnos, mereció el respeto mutuo y se ganaba la confianza de ellos, quienes hasta la fecha lo recuerdan con mucho cariño.

“A veces tocaba actuar con mano dura, otras ocasiones cambiaba el rol de inspector a ser por unos minutos el consejero particular de ellos, había momentos que los jóvenes necesitaba ser escuchados y nos ponemos en ese plano para poder orientar de buena manera, para ser tinos en emitir un consejo que sea el más apropiado para las circunstancias que atravesaba el adolescente. La satisfacción era observar horas más tarde, la alegría que irradiaba y el cambio que se notaba en el comportamiento del joven en su entorno educativo y familiar, para mí esa era la mejor expresión de que se ha cumplido con el objetivo”, recuerda con gran nostalgia.

En una ocasión —comenta a manera de anécdota— a un alumno le aplicó el régimen disciplinario rígido, a tal punto que el siguiente día, “el padre de familia llega a mi oficina, preguntando por el Lcdo. Román y en ese momento supe el motivo de su presencia, lógicamente me pidió la debida explicación de mi actuación disciplinaria con su representado, a lo que le expliqué el motivo, luego de ello el mismo padre de familia me solicita un espacio para, en mí delante, aplicar la misma receta disciplinaria. La visita concluye con el agradecimiento. Esta forma de reprender se constituyó en un factor de formación de aquellos jóvenes, que en su mayoría son hombres de bien a la sociedad”.

El hombre orquesta

Su personalidad lo llevó a ganarse el cariño del personal que laboraba en el Colegio Daniel Álvarez Burneo, lo motivó a que lo nombren del cargo ‘Honorífico’, de ser el organizador de los diferentes eventos sociales, culturales, cívicos, religiosos, deportivos y los que se presenten.

Cuenta que en una ocasión se le vino la idea de organizar un festival de la canción denominado ‘Marcos Ochoa Muñoz’, a lo interno del establecimiento, el mismo que se realizó y tuvo la acogida de las autoridades del establecimiento, padres de familia y de manera especial de los estudiantes.

Con esas expectativas nos proyectamos a efectuarlo con la participación de todos los colegios de la ciudad y de esta manera nació el Festival Intercolegial ‘Marcos Ochoa Muñoz’, que ya lleva su 32.ª edición.