ALFARO VIVE CARAJO Y YO

LA LEONTINA DE ISAÍAS: – Señora este es mi último contacto. Confiamos en usted y le entrego la leontina del señor Isaías para que la haga llegar a su familia. Atónita, sin palabras, me quedé al recibir la hermosa joya de oro puro y de un valor inapreciable. Mi mente retrocedió unos meses cuando se me presentó la misma persona.

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-Señora, soy de AVC y le pido nos acompañe para tener un encuentro con nuestra cúpula. Su vida está garantizada. Así, escuetamente, empezó la relación personal con Alfaro Vive, Carajo, agrupación subversiva y política que pretendía formar un grupo guerrillero en el país y hacerse del poder. A finales del gobierno de Osvaldo Hurtado y especialmente en el que le siguió, el de León Febres Cordero, marcaron su presencia con acciones que estaban dominadas por el uso de la fuerza al estilo de las colombianas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la Alianza Democrática M-19, y la Revolución Sandinista, de Nicaragua. Irrumpieron en la escena política entre los años 1980 y 1990, pero su conformación fue en 1983 en la ciudad de Tonsupa en la provincia de Esmeraldas. Aunque operaban en diversas ciudades del país, los medios de comunicación no les daban mayor espacio por lo optaron por secuestrar periodistas para hacerse conocer como AVC.

El nombre lo tomaron del líder de la Revolución liberal Gral. Eloy Alfaro y el Carajo como un grito de rebeldía. El robo de la espada de Alfaro fue uno de los hechos trascendentes que marcaron su accionar sumado a los asaltos a bancos, robos, graffitis y secuestros.

-Vamos señora, insistía el emisario.
Apenas llegue un periodista se va con usted. Era un joven de unos 25 años, tez trigueña y pelo algo rizado; se lo notaba asustado, inquieto y dirigía su mirada hacia la calle como divisando a sus compañeros que se encontraban en un vehículo, a pocos pasos de la entrada principal.
Este primer contacto hizo que sufriera 6 horas de angustia por un novel periodista a quien lo mandé a ciegas y temía por su vida. Tapados los ojos y con una capucha negra el periodista estuvo dando vueltas por la ciudad alrededor de dos horas sin saber exactamente si estaba dentro o fuera de Quito.

El objetivo era que haga trascendente su movimiento que, según ellos, tenía tres objetivos: democracia auténtica, justicia social y una economía independiente. Eran los tiempos de crisis económica y los multilaterales exigían, entre otras medidas: reducir el gasto fiscal, devaluar el Sucre (moneda ecuatoriana) y aumentar los precios de los hidrocarburos. Pálido por el trauma que le ocasionó su encuentro con sus captores, nuestro compañero nos anunció que no hubo ningún maltrato y que buscaban que la prensa en general se hiciera eco de sus acciones que estaban dirigidas a un país más equitativo y justo. Igualmente, comunicadores de otros medios fueron presa de estos Secuestro Express, con la misma modalidad. Las visitas se hicieron más frecuentes.

-Señora, en el árbol que está al frente hay un casete, escúchelo y publique lo que queremos. El dilema estaba en hacer público lo que decían o callar. Sabían todo sobre mi y sí temí hicieran alguna acción en mi contra o mi familia. El robo de la espada de Eloy Alfaro desde el Museo Municipal de Guayaquil, fue la primera cobertura periodística a nivel nacional y lograron así hacerse conocer en todo el país. En tanto, siguieron los asaltos especialmente a bancos. Estos hechos violentos se suscitaron mayoritariamente en Quito y en los medios de comunicación saltaron de la indiferencia a poner noticias principales.
-Señora le dejamos un casete en el terreno baldío de al frente. Usted ya sabe.

Porqué me buscan a mi y a este medio, le inquirí.
-Son órdenes de los jefes. En nuestra organización también hay periodistas.

Buenos días. Parados al frente mío estaban dos personas con uniforme militar. Somos de Seguridad Política del Estado y queremos información sobre las noticias que publican de AVC.

No teníamos más que la imagen del primer emisario porque los otros contactos eran telefónicos y así respondimos a los militares.

Pero éstos no se quedaron quietos. Parecía el juego del gato y el ratón. Los AVC extremaban seguridades y burlaban a los militares quienes también contrarrestaban las intervenciones delictivas. Frente al diario había un edificio donde se arrendaba un departamento. Los uniformados lo alquilaron e hicieron su cuartel con armas, binoculares y otros equipos, a más de la guardia permanente en los exteriores.

Mientras la rotativa imprimía el diario alrededor de la una de la tarde abruptamente se presentaron dos militares vestidos de civil quienes pretendieron comprar todo el tiraje de ese día. Argumentaban que se estaba publicando un aviso judicial sobre un divorcio y que querían que la afectada no lo conozca. Sabíamos que era una trampa, por lo que optamos por entregar los ejemplares a los mayoristas a través de una pequeña ventana de la parte exterior. Burlamos así el cerco militar.

Entre los años de 1983 y 1988 AVC estaba en todo su apogeo. Fue precisamente el 1983 quedó marcado por una tentativa de asalto en Casa Baca, el robo del busto de Eloy Alfaro de la sede de la Junta Suprema Liberal en Quito, y, el robo de la espada de Eloy Alfaro que se exhibía en el Museo Municipal de Guayaquil. Mientras los AVC aumentaban sus acciones, el Estado los estaba cercando y mermando. El 1986 fue trágico para los insurgentes por la muerte de su máximo líder Arturo Jarrín, así como de otros integrantes.

Era indudable que las fuerzas militares tenían un plan para disolverlos y así lo demostraron en tanto AVC se fue desintegrando por la acción de las fuerzas de seguridad del Estado.

AVC dio duras batallas. El uso de uniformes militares les permitió asalto de vehículo blindado del Banco de Descuento en Guayaquil y, vestidos de policías robaron armamento desde las bodegas de armas de esta institución.Para estas acciones ya tenían preparación. Jarrín y alrededor de unos 20 militantes más viajaron a Libia para recibir instrucción militar en un campo del dictador Moamar el Kadafi, quien cayó abatido por fuerzas de la OTAN tras 48 años de dictadura y ocho meses de guerra y revolución.

Mientras Jarrín se entrenaba las fuerzas militares capturaron a otros miembros de la cúpula y, tras su regreso, integraron un Comando Central que presidía el mismo Jarrín. Sin embargo, los uniformados hacían su trabajo de arresto, tortura y muerte y en varios operativos fueron acabando con los subversivos.Según reportes periodísticos de la época, el saldo de muertos que dejó AVC fue de 16 miembros de sus filas, 6 del M-19, 14 policías y un civil, Nahin Isaías Barquet, gerente general de Filanbanco.

Durante algunos meses se destinaron dos cabecillas y militantes del M-19 quienes tenían la misión de perseguir a Isaías y raptarlo en la primera ocasión que se presente. Esta se dio el 7 de agosto de 1985, ante una falla de los custodios del banquero, cuando llegaba a su casa de campo “Las Alturas”, en la vía a Daule y a 8 kilómetros de Guayaquil.Los insurgentes pretendían llevarlo a la ciudad de Manta, en dos vehículos. En el uno estaba el secuestrado y guerrilleros y en el otro los altos mandos de la cúpula AVC, Juan Cuvi y Juan Carlos Acosta. Este último automóvil paró en una gasolinera de Nobol, siendo arrestados por una patrulla policial.

Los guerrilleros del otro vehículo regresaron para saber qué pasaba y se enfrascaron en un cruce de balas con los agentes policiales.Ante el fallo del plan inicial, los alzados en armas deciden llegar a Guayaquil y retener a Isaías en una casa del barrio La Chala. Durante 26 días las tensiones aumentaban.

Los AVC exigían a la familia la suma de cinco millones de dólares por su rescate, pero no se llegó a concretar la operación porque el Gobierno decía que no negociaba con terroristas y la familia no tenía contacto directo con los secuestradores.El 10 de agosto de 1984 asumió el poder León Febres Cordero y los AVC le declararon la guerra. Así realizaron acciones delictivas como el robo de juguetes, asaltos a bancos, robo de armas, construcción de un túnel en el Penal García Moreno para liberar a sus militantes, uso de disfraces para sacar de hospital a los heridos, vestidos de militares para sustraer armas… y más.

Indudablemente, el golpe más fuerte fue el secuestro de Nahim Isaías. Febres Cordero, personalmente, estuvo al frente de la operación de salvataje. Así, localizado el sitio, fue rodeado por la Unidad Antiterrorista de la Brigada de Fuerzas Especiales del Ejército.Todos los AVC que eran capturados sufrieron torturas y muertes despiadadas.

El líder, Arturo Jarrín, murió por la acción militar así como otros cabecillas, lo que desmembraba la organización.Las negociaciones para liberar a Isaías partían del hecho que no se arriesgara la vida del banquero y negociar un rescate con su familia.

AVC pedía $ 10 millones y un avión para salir de Ecuador. Febres Cordero se negó a negociar con los terroristas (así los calificó), y ordenó el asalto a la vivienda donde se encontraba el secuestrado. Tanto Isaías como los secuestradores murieron en el operativo.

-Señora le entrego la leontina del señor Isaías, me dijo el emisario al entregarme la hermosa joya de 18 kilates que relucía en mi mano.
Era una cadena colgante que anteriormente usaban los hombres adinerados. La cadena se insertaba en la cintura y concluía con un reloj de bolsillo en el pantalón. Solo se mostraba la cadena y el reloj estaba guardado.Tal como lo quiso AVC, la leontina se entregó a la familia del banquero en la ciudad de Guayaquil

-Señora, no teníamos la intención de matar al señor Isaías, hasta ya nos hicimos amigos. Un gran tipo. Lamentamos lo ocurrido. Los pocos militantes que quedaron de AVC entregó sus armas en 1991, durante el gobierno de Rodrigo Borja Cevallos.

Juanita López Sarmiento Es una periodista de larga trayectoria, cofundadora del Diario La Hora, fue su Directora General y Presidenta de la Compañía.- Editó las publicaciones diarias de doce periódicos regionales así como sus versiones digitales.

Juana Lopez Sarmiento