Vargas vs Preysler entre la novela y la vida

Autor: Dr. Manuel José Vivanco Riofrío | RS 54

No sabemos si el barullo internacional entre Shakira y Piqué ha sido mayor que aquel desencuentro espectacular entre Isabel y Mario; ambos episodios signos del tiempo, de la fama, de la tecnología; y, de las diferentes edades que ahora nos da la vida.



Podemos ver que aquellos tipos de incidentes que viven muchas parejas en el mundo podían haberse debatido y resuelto en la solemnidad de una alcoba; pero, por la fama de sus protagonistas y a manera de las viejas telenovelas mejicanas nos entretienen a todos y con razón; porque allí están todos los elementos de la vida actual a la que asistimos hoy en día toda la humanidad.

Por eso aquello nos intriga y nos incita a ver sus detalles. Veamos. En el libro “El Aleph” de Borges hay un símbolo fantástico y es una especie de circunferencia desde la cual puede verse simultáneamente el universo desde todos los ángulos posibles; es un acceso breve al infinito, un microcosmos que devela todos los ángulos de la existencia.

Esos dos casos pueden ser el “Aleph” que buscamos para ver la realidad actual de dos parejas en la vida. Dejemos a un lado por ahora a la bella cantante colombiana y al hábil futbolista español para concentrarnos en la bella socialité tailandesa-española y en el inteligente peruano-español Nobel de literatura.

Que un octogenario se haya enamorado y decidido pasar los últimos años de su vida junto a una mujer que lo cautivó hace medio siglo y aún sigue llena de vida adornada de frivolidad y oropeles; es absolutamente humano e inspirador. Y que la bella ex esposa de un famoso cantante y viuda de un ex-ministro español y de un marqués de Griñón se haya ilusionado con vivir la última etapa de su vida con un hombre que complementa magníficamente a sus otrora caballeros, es también absolutamente humano e inspirador para todos los hombres y mujeres grandes del mundo. Por lo tanto, aplausos a los dos que dieron alas y sacaron del anonimato a los amantes de la tercera edad de todos los continentes para presentarse en sociedad con elegancia y ubicarse en el sitial decoroso de una sociedad que cambia velozmente, evitando el vergonzoso pensamiento de que ya están muy viejos para amarse.

Es que la edad en las relaciones amorosas no existe. Se evidencia únicamente cuando uno de los dos es dramáticamente más joven o más viejo que el otro; pero si son pareja de recuerdos y experiencias, simplemente la vida sigue su camino, aunque ciertamente indeterminada -como todas las demás- y quizá con mayor serenidad e inteligencia, disfrutando de las virtudes acumuladas y mutuas admiraciones.
La tecnología y la pandemia han permitido que muchas vidas se hayan expuesto públicamente para deleite de los ocultos que somos todos los demás; dejando que ellos los protagonistas, paguen con su fama nuestros deseos de saber cómo se complican y resuelven los problemas de sus expuestas vidas; como en un escenario del teatro cotidiano de la vida. Al igual que hizo Pierre Augustin Caron de Beaumarchais, autor de la obra de teatro “Le Marriage de Figaro” (1784) cuando trazó una audaz crítica de la vida de la aristocracia luego de la Revolución Francesa.

Son ellos y las redes sociales los que con sus “realities” nos dan las novelas “flash” al tiempo que nos simplifican los hechos de otras vidas que nos quitan el tiempo para leer las veinte novelas escritas por el más insigne novelista vivo del mundo y las miles de novelas de otros escritores que se publican todo el tiempo.

Cómo nunca antes, los divorcios y matrimonios de hombres y mujeres con escasos pelos grises y pieles arrugadas ocurren con frecuencia porque la expectativa de vida de los seres humanos se ha incrementado dramáticamente: hace 100 años era de 40; hace 50 era de 60 y ahora en el año 2023, vivimos en promedio más de 80 años; esto significa que en el último siglo vivimos el doble de nuestros abuelos. Nuestras existencias en un siglo se han duplicado de vida.

Pero, con ese largo tiempo que hemos ganado fruto del avance de la medicina, del mejoramiento económico y del cuidado personal que damos a nuestros cuerpos, no supimos durante mucho tiempo que hacer; y , empezaron a morirse en vida antes de tiempo hasta que decidimos darle sentido a esos días vacíos que empezaron en la temprana jubilación. Lo que por otro lado, está agravando la sostenibilidad de los sistemas de pensiones en todos los países, que no preveían tanto tiempo de vida para sus cansados pensionados.

Y aquí traigo nuevamente el caso del Nobel escritor que a sus 86 años le falta y faltará tiempo para leer y escribir, para enamorarse y recibir premios.

La “vejentud” de aquella socialité y la del escritor, al igual que la del anónimo anciano agricultor y la de su serena mujer, es una maravilla de la divina existencia pero al mismo tiempo un absurdo de la vida que no atina a ordenar un mundo para las personas que viven tanto, llegando a extremos como aquel de Jeanne Calmet un francés que vivió 122 años o Miguel Carpio de Vilcabamba que vivió 128 años.

En fin, todo está permitido ahora que las etapas de la vida se han trastocado; nos queda el reto de rediseñar el sistema de pensiones y aprender de pioneros que navegan la última parte de la vida, con destreza, audacia y refinada elegancia como Mario e Isabel.

¿QUÉ PODEMOS HACER?
Los científicos creen que el desarrollo de la investigación facilitará la obtención de modelos más precisos e instrumentación más sensible para detectar la deformación de la tierra que precede a los terremotos. Pero, ¿llegaremos a ser capaces de predecirlos? “No me atrevería a decir que en un futuro no sea posible… Quizás no para acertar en fecha y hora, pero sí en un tiempo relativamente corto. Eso sí, no creo que nosotros lo veamos”, pronostica Morales, científico del Instituto Max Planck.
“Lo que sí puede hacerse con el conocimiento que tenemos es adoptar decisiones sobre las zonas en que sabemos que van a ocurrir grandes terremotos, como establecer redes de alerta y de información a la población para poder evacuar y minimizar las víctimas, y garantizar que las construcciones sean a prueba de sacudidas”.


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