No se puede predecir un gran terremoto

Autor: La Redacción | RS 54

Cuando las fuerzas de la naturaleza se desatan, los resultados son devastadores. Muertes de seres humanos, de animales de plantas y hasta de la tierra. Sangre, dolor, llanto. Es que la furia de la naturaleza no conoce de límites ni de obstáculos.



Es tan grande y poderosa que destruye todo cuanto esté a su alcance y más. Puede cambiar la superficie de la tierra, pero también lo hace en su interior y hasta en los cielos. Nadie, nadie, puede detenerla y aunque dure poco tiempo, ese tiempo es suficiente como para modificar el paisaje y transformar la geografía. Siempre ha sido así. Las páginas de la historia están copadas de terremotos, de tsunamis, de tormentas, de huracanes, de sequías y de inundaciones, de avalanchas y desbordaciones, de inundaciones y de plagas, de erupciones y de deshielos, de erosiones y desapariciones, de caminos andados y desandados.

A pesar del tiempo transcurrido desde que el ser humano apareció sobre la faz de la tierra, y de su poder de observación y capacidad cerebral con los que siempre ha buscado someter a la naturaleza a un estado de servidumbre esta, libérrima, sigue su camino. Las observaciones cuidadosas de las ciencias nos han conducido a la posesión de una tecnología desarrollada, pero a pesar de ello, la naturaleza sigue superando al desafío humano. A momentos parecería que el hombre logra vencer la incertidumbre y se eleva a cimas al parecer sobrehumanas, pronto, otro evento natural rompe el hechizo y contrae su ilusión, devolviéndolo a su pequeñez.

En el menú de los desastres naturales, todos ellos, peligrosos, inconmensurables, indefendibles, se hallan los temblores y terremotos a los que la ciencia les ha prestado inusitado interés. Ahora sabemos que se deben a dos factores: erupciones volcánicas y a causas tectónicas de roces de placas de la tierra. También la ciencia ha clasificado a estos eventos creando unas escalas la de Mercalli y la Richter. Esta última es la más utilizada para medir la fuerza desatada y sus devastadores consecuencias. Consta de 10 grados, siendo 1 el más débil de los temblores y 10 el de mayor fuerza y devastación. Pero, hasta ahora la ciencia no ha podido lograr un sistema de predicción de estos hechos. Puede medirse las fuerzas en juego, pero nunca ha podido predecir el momento en que dichas fuerzas se desatan.

Nuestro país, está marcada por la presencia de la gran cordillera de los Andes donde inmensas montañas, todas ellas, volcánicas, unas en intensa actividad y otras, las llamadas, apagadas, y que en cualquier momento pueden despertarse de su letargo de siglos y con furia amenazar a nuestro pueblo, provocó que científicos como Alexander von Humboldt escribiera su sorpresa de que aquí viva gente que puede dormir tranquila mientras los volcanes activan o reactivan su diabólica actividad.

En la rama oriental, por ejemplo, el Reventador y el Sangay han estado activos desde hace muchas décadas; el Tungurahua inició un nuevo proceso hace unos 15 años y, ahora, nuevamente, el Cotopaxi eleva las alertas a límites naranjas por el peligroso aumento de su actividad volcánica.

En la Costa, la amenaza viene por el proceso de subducción de las placas Continental y de Nazca que cada cierto tiempo desata su terrible fuerza provocando terremotos en la tierra o en el mar con la consiguiente factura en vidas y bienes.

¿ES POSIBLE PREDECIR UN TERREMOTO?
“Con la instrumentación actual es imposible saber el momento en el que la deformación de la tierra liberará un sismo”. Así sentenciaron los vulcanólogos que testificaron en el 2012, en un juicio contra seis científicos y un funcionario italianos y que fueron condenados a seis años de cárcel por no haber previsto el terremoto que tres años antes destrozó la región de L’Aquila. Finalmente fueron absueltos, pero la acusación motivó una gran preocupación entre los sismólogos porque, ellos, como científicos reiteran cada vez que es imposible predecir cuándo sucederá un gran terremoto.

Ni aquel en Chile, en 1968 que alcanzó la más alta categoría registrada en un terremoto 9,2° en la escala de Richter, o aquel de Italia de magnitud 6,3° y que diera paso a esta acusación, en el que murieron alrededor de 300 personas, ni los dos de 7,8 y 7,5 que hace pocos días sacudieron Turquía y Siria causando más de 35.000 fallecidos, según las cifras oficiales que circulan en los medios de comunicación, pudieron ser predichos por la ciencia.

“Sabemos que los grandes terremotos están ligados, en el 90% de los casos, a grandes fallas y límites de placas bien conocidas, aunque eso no implica que no pueda haber seísmos importantes lejos de esas grandes estructuras. La naturaleza siempre nos sorprende”.

En el expediente de ese juicio se lee: “En concreto, las fallas de Anatolia este y norte, (las que han provocado el desastre de Turquía y Siria, son probablemente «las más peligrosas del mundo, incluso más que la famosa falla de San Andrés en California) “En los últimos cien años, ha causado varias decenas de sismos de magnitud superior a 7.

Sin embargo, predecir cuándo esa falla o cualquier otra va a romper y liberar un gran terremoto es, por desgracia, imposible a día de hoy”. La Tierra es un medio dinámico y los procesos que tienen lugar en ella son complejos. Cada región tiene sus peculiaridades y hay muchas variables involucradas», “No hay ninguna herramienta que nos diga el día y la hora en la que va a ocurrir un temblor o un terremoto”.

REDES DE SEGUIMIENTO
Sin embargo, los sismólogos no se dan por vencidos y continúan ubicando redes de GPS capaces de medir las deformaciones de la tierra provocadas por la tectónica de placas, incluso a resoluciones de milímetros. Con el tiempo, se puede conocer cómo se acumulan esas deformaciones y si una falla está ‘madura’, cercana a romperse y liberar un terremoto, pero ese proceso ocurre de forma muy lenta, puede durar centenares o incluso miles de años.

“LOS ANIMALES SABEN QUÉ VA A OCURRIR”
Ante la impotencia de predecir estos fenómenos naturales, la creencia popular se aferra a muchos mitos. El más común nos dice que algunos animales -aves, serpientes, perros, sapos, vacas, cerdos u otros- se comportan de forma diferente horas antes de que se produzca un terremoto debido a sus sentidos extremadamente sensibles. Existen numerosas historias al respecto sobre mascotas, animales de granja o aves que se muestran nerviosos o alterados en esos momentos previos, como si supieran que se avecina una catástrofe. Precisamente, en redes sociales circula un vídeo que supuestamente muestra bandadas de pájaros volando y posándose en las ramas de los árboles a la vez antes del último sismo en Turquía y Siria. Sin embargo, la ciencia es escéptica al respecto. El número de anécdotas sobre el comportamiento inusual de los animales, previo a un movimiento sísmico, es inagotable: pájaros que dejan de cantar, perros que emiten aullidos, gatos que se refugian sin motivo. No existe unanimidad científica a la hora de vincular esta conducta con algún sentido altamente desarrollado, pero algunas instituciones como el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) consideran que existen evidencias suficientes para plantear el debate.

Y es que los terremotos siguen siendo aún hoy los desastres naturales más difíciles de anticipar, con desastrosas consecuencias como el hundimiento de edificios, ciudades devastadas y un daño humano incalculable.

Los geólogos trabajan con cálculos poco precisos, basados en el registro histórico y estimaciones por probabilidad. Los científicos conocen bien las zonas de mayor peligro, pero la instrumentación actual no permite saber el momento en el que la deformación de la tierra liberará el cataclismo.

En cuanto al comportamiento animal viralizado, no está demostrada la capacidad anticipatoria de las aves ni otras especies ante estas situaciones,

¿QUÉ PODEMOS HACER?
Los científicos creen que el desarrollo de la investigación facilitará la obtención de modelos más precisos e instrumentación más sensible para detectar la deformación de la tierra que precede a los terremotos. Pero, ¿llegaremos a ser capaces de predecirlos? “No me atrevería a decir que en un futuro no sea posible… Quizás no para acertar en fecha y hora, pero sí en un tiempo relativamente corto. Eso sí, no creo que nosotros lo veamos”, pronostica Morales, científico del Instituto Max Planck.
“Lo que sí puede hacerse con el conocimiento que tenemos es adoptar decisiones sobre las zonas en que sabemos que van a ocurrir grandes terremotos, como establecer redes de alerta y de información a la población para poder evacuar y minimizar las víctimas, y garantizar que las construcciones sean a prueba de sacudidas”.
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