Un Año de Guerra

Autor: Dr. Alain Cathey Dávalos| RS 55

Este comentario no debería escribirse, o se lo debió haber escrito a mediados de marzo del año pasado, como una nota a pie de página de una nueva victoria de Putin, en su camino a la reconstrucción del Imperio Ruso, como lógica continuación de una bien planificada estrategia para tal efecto, iniciada en 2004, con la II guerra chechena, durante la cual ya se evidenció el retorno al despiadado uso de una fuerza aplastante para imponerse, que ha sido la doctrina militar rusa a lo largo de toda su historia.

EL SEGUNDO EJÉRCITO DEL MUNDO
En efecto, de manera general se asumía que, lanzada la invasión, el que hasta entonces se consideraba el segundo ejército del mundo, destruiría rápidamente al ejército ucraniano y capturaría Kiev, efectivamente decapitando al mando político y militar del país, sea para la instauración de un régimen títere, como el de Lukashenko en Bielorusia, o para incorporar a Ucrania a Rusia, pura y simplemente.

ARGUMENTOS PARA INVADIR
Para contextualizar el conflicto, parecería de importancia establecer los agravios y motivos, reales o imaginarios, esgrimidos por Putin para justificar la agresión a un estado soberano, así reconocido por la propia Rusia, en 1992, al momento de la disolución del Imperio Soviético, cuando los diferentes constituyentes de la URSS se separan, con sus fronteras definidas sobre la base de las circunscripciones administrativas vigentes al momento de la disolución, y luego por el memorándum de Budapest de 1994, en el que se ratifican esas fronteras y las seguridades del respeto de las mismas por el nuevo estado Ruso. También se establece en dicho memorándum, la entrega de las armas nucleares que la URSS había desplegado en territorio ucraniano, a Rusia.

Las fronteras quedan inequívocamente definidas, sin reservas de ninguna naturaleza, en un solemne tratado internacional.

Putin plantea su argumentación, primero desde una particular interpretación de la historia, afirmando que Ucrania no existe, que se trata de una invención, de un estado imaginario, que en realidad siempre ha sido parte de Rusia, como lo demuestran las cercanías culturales, lingüísticas y étnicas de sus habitantes.

Desde una perspectiva jurídica, la pretensión rusa carece de cualquier sustento, por la contundencia de la documentación que da fe, tanto de la existencia de Ucrania como país soberano e independiente de Rusia, como de unas fronteras reconocidas solemnemente por el estado Ruso.

La laboriosa arquitectura de seguridad colectiva, construida tras la II Guerra Mundial, descansa sobre el respeto a los tratados legítimamente celebrados, y a su intangibilidad. Las acciones rusas, actuales y anteriores, que afectan la soberanía de Ucrania, carecen de cualquier validez jurídica a nivel internacional. De cara al Derecho Internacional, Rusia es un estado agresor, que ejerce ocupación ilegítima de territorios de otro estado soberano, lo que, en el caso ucraniano, además de los territorios que han sido invadidos y ocupados desde febrero de 2022, a la península de Crimea, ocupada a partir de 2014.

“REFERENDOS”
La pretensión rusa de legitimar su conquista a través de unos turbios “referendos”, en regiones militarmente ocupadas, sin ningún tipo de garantías para los ucranianos que no pudieron escapar de la invasión, carecen de cualquier validez legal, y peor, moral.

El argumento de la persecución a las minorías rusas “oprimidas” en Ucrania, en el Donbass concretamente, es el mismo que ya usó en 2008, para desmembrar a Georgia, al reconocer unas “Repúblicas” supuestamente oprimidas por el estado georgiano, donde los rusos étnicos habrían sido perseguidos. Para refrescar la memoria, es el mismo argumento que Hitler planteó en 1938, respecto de los sudetes alemanes, “perseguidos” por los checos, a los que el III Reich debía proteger. De allí se llegó al vergonzoso Pacto de Munich, con la desmembración de Checoslovaquia, tras la claudicación de ingleses y franceses, para aplacar al dictador alemán. Cuando trató de repetir el libreto con Polonia en 1939, se desató la II Guerra Mundial.

A Putin le fue bastante mejor, pues su ocupación de Crimea no produjo ninguna reacción digna de tal nombre, mas allá de unas muy poco eficaces sanciones, y logró dejar sembradas sus bombas de tiempo en los oblasts ucranianos de Donetsk y Luhansk para tener pretexto, 8 años más tarde, para lanzar su guerra de agresión, a nombre de las perseguidas minorías rusas, a las que, a lo largo de ese tiempo, entrenó y equipó, incluso con los misiles antiaéreos con los que fuera derribado el avión de Malasia Airlines con 300 pasajeros a bordo, como ha demostrado más allá de toda duda, la investigación holandesa del incidente.

DE HITLER A PUTIN
Creo importante destacar estas similitudes del discurso putinesco con el hitleriano, pues sus trasfondos nacionalistas e imperialistas, si no idénticos, son muy parecidos.

Tampoco se debe olvidar que, justo 15 días antes del ataque alemán a Polonia, se suscribe el Pacto Molotov-Ribbentrop, para la partición de Polonia y las manos libres para que la URSS se apodere de los estados bálticos e intente la conquista de Finlandia, que logra resistir durante meses a un enemigo que la supera 10 a 1. Las afinidades y cercanías de los tiranos son evidentes, entonces y ahora.

Quienes apoyan a Putin en Europa, son los movimientos neofascistas, nacionalistas y xenófobos, y en el mundo, impresentables como Assad, Maduro u Ortega, además claro de los autoritarismos dinásticos como el de Corea del Norte o Cuba.

Tras la invasión del 24 de febrero de 2022, la votación en la ONU para condenar la agresión rusa fue de 141 votos por la condena, y de 5 en contra, una de las derrotas diplomáticas más sonadas en la historia del organismo. Esa votación se ha repetido el 23 de febrero de este año, con el mismo resultado, al exigir 141 países la retirada de las fuerzas rusas de Ucrania.

“DESNAZIFICAR” A UCRANIA
Desde esa perspectiva, otro argumento que plantea Putin para justificar la invasión, el de “desnazificar” Ucrania, resulta, por decir lo menos, sardónico. Si en alguna parte debe ya iniciarse una desnazificación, es en Rusia, por el exacerbado nacionalismo imperialista que se ha constituido en base ideológica del régimen, que se ha rodeado de filósofos del supremacismo eslavo como Dugin, que han formulado unas doctrinas muy cercanas al nacionalsocialismo, incluyendo los temas raciales. Sin ir muy lejos, el comentarista más destacado de RT, la televisora de Putin tuvo que ser retirado de su cargo tras declarar, ante una audiencia de millones, que a unos niños ucranianos que habían objetado la presencia rusa en Ucrania, se los debía haber ahogado en el río, o quemado en sus chozas.

¿AFINIDADES CULTURALES?
Las supuestas afinidades culturales y lingüísticas entre los dos países son por lo menos, optimistas. Kiev, cuando Moscú era una aldea insignificante, era ya una ciudad de gran belleza e importancia, el corazón del mundo eslavo, y la sede del Patriarcado ortodoxo. El posterior desarrollo moscovita y ruso, se debe al devastador impacto de la invasión mogola y la vulnerabilidad de Kiev a nuevos ataques tártaros o mogoles durante mucho tiempo. A mediados del siglo XIV, la Rus de Kiev se integra a la Mancomunidad Lituano Polaca, acercándose mucho más al mundo europeo, en lo cultural, religioso y lingüístico, iniciándose un proceso sostenido de diferenciación con Moscovia, mucho más aislada de Europa, anclada a una visión ideal, ser la Tercera Roma, tras la caída de la primera a manos de los bárbaros hacia el 400 DC, y de la segunda, Constantinopla, en 1453, a manos de los turcos otomanos, conversos al Islam. Rusia se declara heredera de la tradición imperial y cultural de Roma y Bizancio.

Ucrania permanece como parte de la citada mancomunidad, y luego de Polonia, hasta el mediados del siglo XVIII, cuando se produce la partición de Polonia entre los imperios Ruso y Austrohúngaro, quedando la mayor parte de Ucrania adscrita al primero. Como es fácil colegir, Ucrania es parte de Polonia por bastante más tiempo que de Rusia, con las obvias influencias que, desde Occidente recibe, a diferencia de Rusia, que mira con desconfianza a un mundo poco familiar, al que observa mas con hostilidad que con curiosidad.

Las distancias que se han abierto a lo largo de 4 siglos, sin duda son muy significativas.

¿HERMANDAD?
Por eso, todas las declaraciones fraternas de Putin respecto de Ucrania, que fueron profusas durante los preparativos para la agresión, se revelaron como una mascarada, una vez iniciada la invasión, ante los sistemáticos ataques contra la población civil, y contra hospitales, escuelas y viviendas, para culminar, con el inicio del invierno, con la deliberada destrucción de la infraestructura eléctrica, con el propósito de congelar a la población al privarla de energía para calefacción, en una región conocida por lo extremo de las temperaturas invernales. Su proclamada “hermandad” parecería asociarse más bien con la de Caín respecto de Abel. Los ataques a las centrales eléctricas fueron definidos como crímenes contra la humanidad, para lo que este calificativo pueda servir.

Este genocidio por el frío, que, según la OMS, puso en riesgo de muerte a 3 millones de personas, no es más que otro atentado ruso contra el pueblo ucraniano. Ya el deplorable manejo de la crisis nuclear de Chernóbil fue demostración de la indiferencia de Moscú en relación a Ucrania, en cuyo territorio sucedió la tragedia, cuyas secuelas persisten hasta el día de hoy. Pero ciertamente el más profundo resentimiento ucraniano, lo guardan por el terrible recuerdo del Holodomor, el genocidio por el hambre, con el que Stalin castigo al pueblo ucraniano por su resistencia al plan de colectivización de la agricultura, que culminó en una hecatombe espantosa, en la que, en dos años, de 1932 a 1934, perecieron entre 5 y 8 millones de ucranianos por hambre, en uno de los más brutales actos de un régimen por naturaleza malvado.

Para poner el último clavo en el ataúd de la supuesta hermandad que Putin proclama, tan sólo se requiere recordar las escenas en las ciudades ucranianas al norte de Kiev y al este de Jarkov, que en los primeros momentos de la guerra fueron tomadas por Rusia. Al ser abandonadas por las derrotadas fuerzas rusas, aparecieron las fosas comunes llenas de cadáveres de civiles atados, ejecutados con disparos en la nuca, los testimonios de mujeres y niñas ultrajadas por la soldadesca salvaje, los saqueos de todo lo que pudieran empuñar y la destrucción de lo que no podían llevarse, traen a nuestra atención la persistencia de un modo muy particular de entender la guerra, profundamente grabado en la doctrina militar rusa y soviética. Porque si así te tratan tus hermanos, que mejor no vengan de visita.
Desvirtuados los pretextos locales, pasemos a los externos.

UN “CERCO” IMAGINARIO
Putin se refería al supuesto cerco que estaba realizando la OTAN contra Rusia.

La medida de las fronteras de los países de la OTAN con Rusia es de 750 km, con los estados bálticos. Si consideramos que la extensión total de las fronteras de la URSS se acerca a los 40 mil kms., hablar de un “cerco” por 750, resulta a todas luces ridículo.

EL CRECIMIENTO DE LA OTAN
El segundo pretexto hablaba de la expansión de la OTAN hacia el Este, a los países que por muchos años fueron satélites de la URSS, a lo largo de la Guerra Fría. Al colapsar el Imperio Soviético, e incluso antes de su disolución, las semi colonias rusas de Polonia, Rumania, Checoslovaquia, que se dividiría entre República Checa y Eslovaquia, Hungría y Bulgaria se separan del Pacto de Varsovia y buscan su integración en la UE, por motivos económicos, y a la OTAN, por motivos de seguridad externa. Lo hacen porque conocen mejor que nadie la naturaleza de la antigua metrópoli soviética, pues, al fin y al cabo, los casi 50 años de ocupación rusa, dejaron unas muy profundas cicatrices y una desconfianza bien fundada del imperialismo militarista de la URSS, y antes de ella, del zarismo ruso.

Los miles de muertos por la represión de los patriotas húngaros en 1956, los tanques rusos entrando a Praga para volver invierno la incipiente primavera de Dubcek en 1968, que proponía un socialismo de rostro humano o las explícitas amenazas de intervención del Ejército Rojo a Polonia, si ésta no ponía freno a Walesa y a su movimiento Solidaridad, no se iban a olvidar fácilmente.

URGENTE INGRESO A LA OTAN
El unánime pedido de esos estados, fue ingresar lo más pronto posible a la OTAN, ante la expectativa de que ocurriera exactamente lo que en éstos momentos ocurre en Ucrania, una agresión no provocada, violando cualquier principio de Derecho Internacional. Demasiados años de vivir junto a Rusia, les ha servido para saber que, para disuadir a Rusia, se requiere de una superioridad abrumadora, que únicamente se puede obtener en un vasto marco de defensa común.

PROFUNDA DESCONFIANZA
Al parecer, Putin no logra entender, lo que le resiente y desconcierta gravemente, que, a causa de sus acciones, sus antiguas colonias tengan tal grado de desconfianza en Rusia, que su primera prioridad tras librarse del pesado abrazo del oso, haya sido buscar amparo en un sistema de seguridad colectiva que las proteja efectivamente de unos futuros desvaríos imperiales.

La OTAN se abrió al pedido de varios estados soberanos del este europeo, para integrarse en ella, y creció a causa de los temores que Rusia despierta, de la misma manera en que, la agresión rusa contra Ucrania ha logrado que Finlandia y Suecia, que habían mantenido una celosa neutralidad, durante al menos medio siglo, la hayan abandonado y pedido su ingreso a la Alianza Atlántica.

EXIGENCIAS IRREALIZABLES
Tras la movilización de cerca de 180 mil soldados, 2500 tanques e innumerables piezas de artillería y lanza cohetes, antes de la invasión, Putin presenta, en efecto, un ultimátum a la OTAN exigiendo que, para hablar de una posible desescalada, la OTAN debía volver a las fronteras anteriores a 1992, es decir, que expulsara a aquellos países que habían sido miembros del extinto Pacto de Varsovia, entre otras perlas.

¿POR QUÉ INVADIR?
Lanzada la invasión, cabe analizar bajo que informaciones y criterios actuó Putin para tomar esa decisión. Desde una óptica objetiva, seguramente fue informado de las debilidades del ejército ucraniano, bastante inferior numéricamente al ruso, sin aviación de algún significado, carente de buques de combate, y que debía dividir sus fuerzas para enfrentar a Rusia desde el norte, el este y el sur. Por otra parte, los informes sobre las capacidades del ejército ruso le habrán sido exageradas, asegurando la certeza de una rápida victoria. Para completar la información sobre la cual calcula Putin, debe haber concluido en que, como en las ocasiones anteriores, las divisiones al interior de la UE y de la OTAN, cuidadosamente alimentadas por la dependencia a la que habían llegado con el gas y petróleo rusos, impedirían acciones de consenso, y que dejarían a Ucrania sola en el conflicto. También su lectura de la reacción de Estados Unidos se reveló completamente errónea, tanto en volumen como intensidad.

A DEFENSA, EL 2% DEL PIB
La decisión de la UE de elevar y mantener su gasto en defensa por sobre el 2% del PIB, es la certeza de una nueva quiebra rusa, si se empeña en una carrera armamentística con la UE y Estados Unidos. Ya Reagan se ocupó de provocar la bancarrota soviética en los años 80 del pasado siglo, al duplicar el gasto militar norteamericano, del 3,5 al 7% del PIB. Para que la URSS pudiera mantener el ritmo, debía elevar el suyo del 30 al 60%. No duró 4 años. Estas cifras deben rondar por la mente de Putin permanentemente. Es consciente de que su economía es más pequeña que la de Italia.

RECONOCIMIENTO
Desde lo subjetivo, cabe preguntarse si el muy humano deseo de reconocimiento y de gloria, que Hegel tan certeramente explora, haya afectado también el buen juicio de Putin, cuyo afán de inmortalidad como uno de aquellos grandes rusos a los que tanto admira y emula, es ciertamente un muy importante motor. ¿Cómo comprender sino el abandono de un libreto probado, que le había funcionado de maravilla en sus ensayos previos, por una guerra, que se puede saber como comienza, pero raramente como acaba? Esta pregunta será seguramente motivo de especulación y de muchas teorías y explicaciones, pero es algo que se encuentran en el futuro.

LA INVASIÓN
El ejército ruso inició sus operaciones el 24 de febrero de 2022. En muy pocos días, su ubicación en el ranking como el segundo ejército más poderoso del mundo, comenzó a descender dramáticamente, ante unas circunstancias que ponían en entredicho, tanto la capacidad del mando, como las deficiencias del material motorizado y de una logística lamentable.

Para el final de marzo, las derrotas ante Kiev y Jarkov, forzaron la retirada del contingente encargado de la captura de Kiev. Rusia apeló a tácticas arcaicas para ganar unos metros de terreno, al estilo de la I Guerra Mundial, con muy elevados costos humanos. Cuando Ucrania contraatacó, recuperó en un mes lo que a Rusia le había tomado 6. Rusia debió abandonar incluso Jerson, única capital provincial que había sido capturada por Rusia en los primeros compases de la guerra.

La conquista de la ribera occidental del mar de Azov y de las ciudades de Mariupol y Melitopol es el único activo relativamente consolidado que Rusia ha obtenido de una costosa y sangrienta guerra.

GRAVES PÉRDIDAS
De lo que se ha podido saber, Rusia habría perdido a más de 120 mil soldados entre muertos y heridos, lo que forzó a Putin a convocar a 300 mil reservistas, provocando una estampida de casi un millón de rusos en edad militar, que han preferido poner pies en polvorosa, antes que ir a hacerse matar en la guerra. Para tal propósito, el chef de Putin reclutó grandes cantidades de mercenarios para su grupo paramilitar Wagner, principalmente entre los delincuentes más peligrosos detenidos en las cárceles rusas.

Al momento, al menos el 25% de las fuerzas armadas rusas en Ucrania, son delincuentes, no comunes, todo lo contrario, pues se ha buscado a los más avezados y de mayor peligrosidad, asumiendo que serán combatientes feroces.

Cuando cumplan los 6 meses para los que han sido reclutados, si sobreviven, quedarán sueltos y libres entre la población rusa, que seguramente agradecerá a Putin por su aporte para la tranquilidad ciudadana. Lo que, si es extraordinario, hasta para el ejército ruso, es que esté integrado, en una cuarta parte, por delincuentes y asesinos.

RUSIA, SEGUNDO PROVEEDOR DE ARMAS
Las pérdidas de tanques, según la inteligencia británica, se sitúan entre la mitad y los dos tercios de los utilizados, esto es, unos 1700, de los cuales Ucrania ha capturado, intactos o casi, unos 500, con lo que Rusia se transforma en el segundo mayor proveedor de armas para Ucrania. Durante casi 6 meses, en torno a la ciudad de Bajamut, de escasa importancia estratégica, las fuerzas rusas y los mercenarios del grupo Wagner se han desangrado en ataques sin destino. Para Putin, en su emulación heroica de Stalin, Bajamut se ha convertido en una reedición de Stalingrado, y por el aniversario de la invasión, estará presionando a sus generales por resultados, en medio de las recriminaciones de su chef metido a condottiero, contra el mando del ejército y el ministro de defensa, a los que acusa de traición, por negarle municiones para sus carniceros.

¿UNA GUERRA LARGA?
Todo hace suponer que si. Putin sabe muy bien que, en Rusia, la derrota militar pronto llega al plano político. La derrota en 1904 ante Japón, y las catástrofes de la I Guerra Mundial, marcaron el final de la dinastía Romanov, y la derrota en Afghanistan señaló el canto del cisne de la URSS.

El riesgo más grave al momento pasa por la desesperación que, ante la derrota, decida que, después de mi, el diluvio. El abandono del acuerdo START III para la regulación del número de ojivas nucleares en silos, submarinos y aviones de las dos mayores potencias mundiales, es una noticia ominosa.

La búsqueda de una salida diplomática es un esfuerzo encomiable, que ojalá muestre una oportunidad de avance. China ha anunciado la presentación de un plan de paz. Habrá que ver los términos, y hasta donde estarán las partes dispuestas a flexibilizar posiciones. De lo visto, cualquier negociación será tan larga como la guerra.

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