Recuerdos de una Pesadilla

Autor: Fausto Jaramillo Y.| RS 60

Recién iniciaba su transitar el año 1997 y ya el Ecuador se convulsionaba. En enero, el recién llegado a Carondelet, sin medir las consecuencias de sus actos elevaba el precio de los combustibles, especialmente el gas y la electricidad, anunciaba la convertibilidad y otras medidas económicas que elevaron el costo de la vida y terminaron con la poca paciencia de los grupos más vulnerables, económicamente hablando, de nuestra sociedad.

La temperatura política en las calles subió, pero los actores políticos, cada uno a su manera, la midieron con la esperanza de adaptarla a su conveniencia.

EL PRIMER OUT SIDER
El presidente Abdalá Bucaram, un hijo de inmigrantes venía desde años atrás desafiando la hegemonía de las élites políticas y económicas del Ecuador. No era un revolucionario, ni siquiera podía ser considerado de izquierdas, apenas si era un hombre que había crecido lejos de las aulas a las que concurrían los hijos de grandes apellidos, ni frecuentaba los clubes de la rancia oligarquía. Sus amigos eran hijos de inmigrantes libaneses como él, que buscaban ser considerados hombres de este suelo y adentrarse en la historia de este país.

Para su tercer intento de llegar a Carondelet, Bucaram ya había perfeccionado su “show” político; cantaba y bailaba en las tarimas, se declaraba como un “loco que ama”, descendía de un helicóptero como si fuera un enviado del cielo, gritaba y lloraba por su pueblo. El pueblo lo amó. Le faltaba la clase media y la consiguió aliándose con una mujer que había ejercido, con éxito, el Ministerio de Educación desde donde había doblegado a la agresiva dirigencia de la UNE, y había propuesto al país una Reforma Curricular más acorde con los tiempos de finales del siglo.

EL MAYOR ERROR
Es de suponer que el candidato presidencial creyó, en su momento, que su candidata vicepresidencia no representaba ningún peligro para el ejercicio de su mandato, que la pondría en un florero mientras el jugaba el juego masculino de las componendas políticas.

Pero ese error no lo cometió únicamente Bucaram, sino toda la dirigencia política, y entre ellos, los dirigentes de los partidos políticos de izquierda y de derecha, los dirigentes sindicales, los líderes sociales y hasta la cúpula militar, que nunca la vieron como una potencial enemiga, sino más bien como una sumisa mujer a la que podrían manipular si fuera del caso hacerlo.

SIN RESPALDOS POLÍTICOS
Sin respaldo de una agrupación política sólida, sin diputados en el Congreso, sin la aquiescencia de los hasta entonces dueños del poder, la Vicepresidente fue, poco a poco, dejada de lado. En las sesiones de gobierno, ella podía hablar y dejar escuchar sus ideas, pero nadie tomaba en cuenta sus sugerencias; pero si las exponía en pública, varios de los ministros, especialmente un conocido patán, amigo muy cercano al presidente, se encargaba de insultarla sin inteligencia pero con violencia y con palabras soeces. Por otro lado, la prensa jugaba con ella a dos bandos; unos decían que debía distanciarse del gobierno para agrandar su propia figura política, aunque eso significara ser tildada de ambiciosa y traidora; y otros pretendían que se sometiera a un ostracismo propio del medioevo. Por eso, cuando el pueblo salió a las calles a manifestar su descontento con el gobierno, Bucaram y su gabinete no entendieron lo que estaba pasando.

Las protestas eran contra el Ejecutivo, pero no contra la Vicepresidente. Los complotados, enfrascados en defenestrar al presidente, no lograba una fórmula que les permitiera ignorar a la vicepresidente. Ambos bandos, en los primeros días ignoraron su figura, pero, poco a poco, entendieron que ella no estaba dispuesta a ser manipulada; que si bien, ingenuamente creía en la buena fe de los seres humanos, no era fácil manipularla ni doblegarla. Mientras tanto, en su despacho ella asistía atenta a los acontecimientos. No hacía declaraciones exultantes a favor de ninguno de los dos bandos, simplemente opinaba lo que su inteligencia y su visión le obligaban a decir.

EL DESFILE DE LAS AMBICIONES
Conforme pasaban las horas. Llegaban a su despacho muchos políticos de larga experiencia, así como, principiantes, en busca de acomodarse bajo su amparo, por si, la balanza se inclinara a su favor. En el país, no se hablaba de Golpe de Estado ni de defenestrar al Presidente, pero era evidente que el descontento popular iba en aumento.

“Ese día, en horas de la mañana conversé con el diputado Estuardo Hidalgo, en esa época Presidente de la Comisión de Fiscalización del Congreso Nacional, quien me visitó en mi despacho. Mantuvimos una conversación en la que él manifestaba que las cosas estaban poniéndose muy complicadas.

Entiendo que él había hablado también ese mismo día, con el ex – Presidente Bucaram, pues, él me contó que hasta había firmado un documento de respaldo a Bucaram, de los diputados independientes o desafiliados de otros partidos políticos. También había firmado un convenio con Bucaram, promovido por su hermano Santiago y, tal vez, por Leónidas Plaza, que siempre fue muy leal al régimen, y que, luego, pese a todo tuvo la valentía de entregarse a la policía.

Para mi sorpresa, me encuentro con que Hidalgo no solamente conversaba conmigo, y con el ex – presidente Bucaram, sino también, por lo que después se vio, había tenido una relación muy cercana con el Dr. Fabián Alarcón, tan es así que fue nombrado Ministro de Obras Públicas, a pesar de todas las dudas referentes a él y a su manejo de dineros provenientes de gastos reservados”. Rosalía Arteaga, La Presidenta.

LOS DÍAS QUE MARCARON EL FIN
Los días 5 y 6 de febrero marcaron el fin de la presencia de Abdalá Bucaram en la presidencia de la República. Las fuerzas coaligadas lograron, por fin, su objetivo. Empujaron al presidente al precipicio de su vida política que ya no volvió a ser triunfadora como lo había sido hasta ese entonces.

Pero Bucaram, hay que reconocerlo, lucho hasta el fin, y lo hizo con las armas que siempre había usado; el engaño, la trafasía, la compra de conciencias y por eso, nunca pudo defenderse con la verdad.

Durante su mandato estuvo siempre junto al presidente del Congreso, quien sería luego su verdugo. “Se sabía y la prensa comentaba, de la buena relación entre el Presidente de la República y el Presidente del Congreso, amistad que fue puesta de relieve durante varias oportunidades, no sólo con el abogado Bucaram sino con miembros de su familia. […| La influencia de Alarcón en el gobierno era tan grande que, en una ocasión en el despacho presidencial, Bucaram dijo: “Alarcón ya me cuesta demasiado” comparó a Alarcón con un chupacabras, que no se contentaba con lo que había conseguido sino que quería cuota en Embajadas, Ministerios, Subsecretarías, Direcciones Provinciales en las áreas de salud, educación, etc”. Rosalía Arteaga Serrano, La Presidenta.

EL ERROR DE LA ALTA CÚPULA MILITAR
Pero el error de apreciación sobre la Vicepresidente también lo cometieron los militares, quienes la noche del 6 de febrero… “Más o menos a las 11 y media tengo otra conversación con Paco Moncayo, luego de la cual tomó la decisión de firmar un decreto asumiendo la Presidencia de la República.

¿Por qué? Porque el General Paco Moncayo me dice que el Alto Mando no tomará en consideración mi nombre si es que yo mismo no lo pongo en el juego, es decir, que este iba a ser dejado totalmente de lado si no tomaba una determinación en forma inmediata, por lo tanto, asumo la Presidencia y envío, en primer lugar, ese decreto al Comando Conjunto, lo envío a través de fax.

A las 3 de la mañana, del 7 de febrero efectivamente, el Comando Conjunto expresa a través de Moncayo que no reconoce a ninguno de los tres presidentes y convoca al diálogo nacional”. Rosalía Arteaga, La presidenta. ¿Por qué ese cambio de posición? Podemos elucubrar: Pensaron quizás que la Vicepresidente no tendría el coraje de hacerse cargo de la Presidencia, pero cuando recibieron el fax firmado por ella, asumiendo la Presidencia, se les cayó su estrategia. Si no hubiera firmado ese decreto, solo hubieran quedado dos actores: Abdalá Bucaram, quién estaba en Guayaquil apresurando su viaje a Panamá dejando el Poder, y el inefable ladrón de la democracia, el Presidente del Congreso Nacional. Si Bucaram abandonaba la pelea, solo quedaba un aspirante presidencial y el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, hubieran lavado sus manos aduciendo que solo quedaba esa salida para la crisis; pero con la firma del decreto de la, hasta ese momento, Vicepresidente, el panorama cambiaba y debían tomar una postura, la cual lo hicieron a las 3 de la mañana del día 7 de febrero.



EL ERROR DE LOS LÍDERES POLÍTICOS
Ese mismo error lo cometieron los líderes políticos, como cuando León Febres Cordero, del partido Social Cristiano, en una conversación telefónica con Rosalía Arteaga, le propuso, paladinamente, que apoyaría, con los votos de sus diputados, su permanencia en la presidencia a cambio de que, a partir de ese momento, le consultara todos los nombramientos que debía hacer de los funcionarios del Poder Ejecutivo, desde ministros, embajadores, gobernadores provinciales, y hasta porteros. Cuando ella rechazó semejante propuesta, el patriarca socialcristiano se despidió.

A LOS CUARTELES DE LA DIGNIDAD
Finalmente, las Fuerzas Políticas debieron jugar sus últimas cartas. Luego de la ceremonia, en Carondelet, cuando Rosalía Arteaga, asumió la Presidencia de la República, el Alto Mando Militar, solicitó a la flamante presidente, una reunión reservada para exponerle los peligros internos y externos que se cernían sobre el Ecuador. Dicha reunión concretó ese mismo día, pocos minutos después. Terminada la reunión, Rosalía Arteaga se retiró a su domicilio, no sin antes citar a sus colaboradores para una reunión dos días después, en la que anunció que ella renunciaba a la Presidencia de la República, y que lo hacía tras una profunda meditación, en bien del Ecuador.
Ya no hubo vuelta atrás. Una pregunta, “”…citar a sus colaboradores para una reunión posterior, en la que anunció…..”