Libertadad

Autor: Fausto Jaramillo | RS 69


A inicios de mil novecientos noventa y cuatro, el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, como se llamaba en ese entonces, bajo el liderazgo de la Dra. Rosalía Arteaga Serrano, convocó a maestros, pedagogos, sicólogos, y otros expertos en el tema educativo a que se integraran a los que se denominó “equipos de trabajo” para que realicen propuestas que promovieran un cambio profundo en el sistema educativo del país.

Meses y meses de trabajo de estos equipos dieron como resultado una Reforma Curricular; es decir, un proceso, técnico y serio que no solo promovería el cambio deseado, sino que habría de atraer la atención del gobierno y de la ciudadanía a uno de los temas de mayor trascendencia para el Ecuador, como es la educación de su población.

Uno de aquellos equipos, el que tuvo a su cargo el mirar las ciencias sociales, encontró que la fecha 24 de mayo de 1822, aparecía en OCHO ocasiones en los pensums de estudio del sistema educativo, tanto en primaria como en los primeros años de secundaria. El problema radicaba en que, en todas esas referencias, la fecha no era otra cosa más que un dato que el estudiante debía aprenderse de memoria. En ningún caso aparecían los antecedentes que justificaran las acciones bélicas y políticas que confluyeron en la batalla del Pichincha, y peor aún, las consecuencias que se derivaron de esa sangrienta acción bélica.

Ese era el error del sistema educativo: apelar únicamente a la memoria y olvidarse del análisis y razonamiento.

FALTA EL RACIOCINIO
Se echaba de menos una apelación a la curiosidad y al raciocinio de los niños y jóvenes, y como consecuencia de ello, los ecuatorianos no podíamos responder preguntas como esta: ¿Por qué, los pueblos de nuestra América lucharon por más de una década para alcanzar la ansiada libertad? ¿Qué motivaba a aquellas buenas gentes a luchar y luchar? ¿Qué pretendía Simón Bolívar y sus ejércitos al enfrentar, por tan largo tiempo, a un enemigo superior en equipamiento y experiencias militares?

Las proclamas de la Independencia, en todo momento decían que la lucha era por alcanzar la libertad, pero ¿qué era, y qué es la libertad que mueve a los seres humanos hasta el sacrificio de ofrendar su propia vida?

Para responder estas y otras inquietudes humanas, podía el sistema educativo del país, pedir auxilio a la filosofía.

CAUSAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
Ser Libre
Federico Hegel, filósofo alemán, al analizar el tema de las relaciones sociales, buceó, con imaginación, en la historia, para destacar que, en los albores de la humanidad, en aquellos días en que aún no existían sino seres nómadas y trashumantes, ya aparecía como un componente fundamental de la vida, su ansia de libertad. Cuando uno de estos seres, en su errante camino, encontraba un árbol o una fuente de comida o de bebida, permanecía junto a ella cuanto le sea posible; pero, en alguna ocasión, otro ser humano llegaba al mismo lugar y la disputa se tornaba inevitable. No siempre ese encontronazo terminaba en la extinción del adversario. Hubo ocasión en que uno de los contendientes reconocía la superioridad de la fuerza del contrario y se sometía. Apareció, entonces, la relación: amo – esclavo, en la que el más fuerte saboreaba las mieles del poder, y el, o los más débiles, terminaban condenados a servir a su amo.

Y sigue Hegel diciendo que, los seres humanos nunca estuvieron satisfechos con su condición de esclavos y buscaron, en la unión social, en las herramientas convertidas en armas y en cualquier resquicio vital, el dejar de ser esclavos y transformarse en seres libres.

Si la filosofía no hubiese sido suficiente para explicar a satisfacción este tema, la educación podía haber recurrido a la Historia, especialmente aquella en que las huellas documentales nos relatan hechos, en algunos casos heroicos, de hombres, mujeres y pueblos que nunca aceptaron la condición de esclavos y buscaron ser libres; ya sea en la Grecia de Alejandro Magno, en el Egipto de los Faraones o en la misteriosa antigüedad de la India y China, hubo pueblos que no se resignaron a la esclavitud y anhelaron siempre la libertad de decidir su propio destino. Espartaco en la antigua Roma; William Wallace, en Escocia; Juana de Arco, en Francia, Tupac Amaru, en el Perú y hasta Tunta Kinty, en los Estados Unidos, son ejemplos conocidos de seres que buscaron su libertad y la de sus pueblos.

También en el Antiguo Testamento de la Biblia encontramos la historia de Moisés que dirige a su pueblo en su camino a la libertad. Sale de Egipto donde los judíos eran esclavos hacia la tierra prometida donde serían libres, y no importa que ese éxodo haya durado 40 años en los que el pueblo sufrió privaciones y miserias, más su anhelo de libertad les dio las fuerzas para seguir y alcanzar su objetivo.

Como vemos, lo ejemplos son múltiples y están ubicados en diferente tiempo y lugar. Por todo lado y en cualquier época, la libertad ha sido una de las aspiraciones mayores del ser humano porque se trata de alcanzar un estatus de dignidad y respeto.

LA CONQUISTA POLÍTICA DE LA LIBERTAD
Pero, la libertad no es solamente una condición humana. Sería la Revolución francesa de 1789, a pesar de estar llena sangre y violencia, la que nos dejaría como herencia uno de los documentos mayores de los que podemos vanagloriarnos los que formamos parte de esta especie: la declaración y proclamación de los Derechos Humanos, en la que la libertad aparece acompañada de la igualdad y la fraternidad. La libertad entonces adquiere otra dimensión: libertad es, al mismo tiempo, dignidad individual y responsabilidad social no se trata de una propiedad, únicamente, individual, sino también, y sobre todo colectiva. “Mi libertad termina donde comienza el derecho del otro” expresaría, siglos después Jean-Paul Sartre, al referirse a este tema.

Entonces debemos tener claro que: “Si mi libertad termina dónde empieza la de los demás”, no es posible que algunas personas pretendan imponerse frente a otras, como si fueran los dueños absolutos del libre albedrío de todos los que habitamos este mundo, y del cual somos responsables cada uno individualmente, aunque otros no estén de acuerdo con nuestras posturas, creencias o tradiciones personales que en el ejercicio de la dialéctica diaria, debe entenderse como búsqueda de la verdad en el desarrollo de la plena libertad.



La Asamblea Nacional Constituyente francesa proclamaría el 26 de agosto de 1789, este documento fundamental, definido en apenas 17 artículos que consagraron, en aquel entonces y para el futuro, los derechos personales y los universales y que tendría cabal vigencia cuando la esclavitud seria abolida por la Convención Nacional el 4 de febrero de 1794.

Con guerras y derramamientos de sangre, como la guerra civil de los Estados Unidos, y con diferencias de décadas y centenas de años, la esclavitud fue borrada de la faz de la tierra; al menos como una práctica legal. Hoy en día, la esclavitud de cualquier tipo es considerada como delito.

Estos son los antecedentes del 24 de mayo de 1822. La libertad como una aspiración humana, pero también como un objetivo social y político de un pueblo que por siglos miró impotente que su destino no le pertenecía, que sus sueños y esperanzas estaban determinados por leyes no consultadas y peor aplicadas por representantes de un sistema opresor y ratero.

LAS CONSECUENCIAS
Pero, veamos cuáles fueron las consecuencias de esta lucha. Tratadistas políticos nos dicen ahora que la batalla del Pichincha no logró los objetivos propuestos en la Independencia; y que, en realidad, se trató apenas de un cambio cosmético que obligó a los peninsulares a abandonar el poder para que sus hijos, los criollos, se apoderan de él y fueran los nuevos gobernantes: “Último día del despotismo y primero de lo mismo” fue la proclama a pocos días de que Quito alcanzara su grito Independencia el 10 de agosto de 1809. Claro que sí, la frase corresponde a la verdad, si consideramos a la libertad como flor de un día, o de una semana, o de un mes o de un año. Pero si miramos la libertad como una utopía tras la cual vale la pena perseverar en el intento, veremos que esa libertad que nos legaron los patriotas de agosto de 1809 y de mayo de 1822, ha sido el escenario donde se han forjado cambios políticos, económicos y sociales profundos y modernizantes que han configurado el Ecuador de hoy.

¿Acaso, en otro escenario que no fuera la libertad, todos los habitantes de este territorio seríamos considerados ciudadanos con derechos y obligaciones? Claro que para alcanzar esa ciudadanía ha habido que luchar, que salir a las calles y plazas para exigir derechos, incluso para derramar sangre; pero tras doscientos y un años de la batalla del Pichincha, hoy en día los nacidos en este país y los que han expresado su preferencia de vivir aquí, sin distingos de edad, etnia, religión, sexo o preferencia sexual o política, tienen la libertad de expresar sus opiniones, de gritar sus disconformidades, de elegir y ser elegidos a cargos de responsabilidad social. Podrá decirse que falta mucho hasta alcanzar la igualdad de derechos, pero también debemos reconocer lo mucho que se ha avanzado en este tema, desde aquellos días.

¿En qué otro escenario político y social podrían las mujeres acceder a la educación? ¿en el régimen colonial que les arrojaba a permanecer en sus casas, ser objetos sexuales y reproductoras? Las pocas que lograron educarse lo hicieron con la complicidad de sus padres, a escondidas y en el seno de su hogar.

¿Podemos creer que el liberalismo de Alfaro hubiera institucionalizado el laicismo en un territorio bajo el yugo de la católica y retrógrada monarquía española? ¿Habría sido posible que pudiéramos gozar de los beneficios de la renta petrolera, un producto de nuestro suelo, si no hubiéramos alcanzado esa libertad de administrar nuestros recursos luego del 24 de mayo de 1822? ¿Podrían muchos ecuatorianos exportar los frutos de su trabajo e ingenio, si los anónimos patriotas de las filas de Sucre no hubieran peleado valientemente en las faldas del Pichincha?

Y, así, podríamos hacernos muchas preguntas y la respuesta siempre sería la misma. Lo que ahora tenemos, pensamos y hacemos no habría sido posible sin libertad, sin haber meditado sobre ella, sin haber luchado por ella, sin haberla alcanzado en esa mañana del viernes 24 de mayo de 1822.

LA INDEPENDENCIA, PASO TRASCENDENTAL PARA LA VIDA REPUBLICANA
Vistas, así las cosas, la educación transforma esta fecha en un hecho trascendental para nuestra identidad, tras el cual ya podemos decir que somos libres, que podemos definir nuestro destino, que dejamos de ser paisaje para empezar a ser país.
Por eso hay que saludar a esta fecha, hay que recordarla, hay que rendirle un homenaje de gratitud y de compromiso.