La flor púrpura de Chimamanda Ngozi Adichie

Por Mariana Yépez Andrade | [email protected]

El estilo de la novela me impresiona por ser un relato descriptivo de lugares, personas, conductas. Se desarrolla en Nigeria y afloran las costumbres , así como la cultura de un pueblo diferente y tan lejano a nosotros, pero no por eso podemos dejar de compartir y comprender los sentimientos, la tristeza, el dolor y la alegría  por las cosas simples de sus personajes.

Resalta la posición equivocada del padre frente a su familia, pese a que es un hombre educado, un empresario respetable, de una sola línea en el periódico de su propiedad, en el que demuestra un criterio valiente frente a la dictadura de su país.

El equivoca el amor por sus hijos y su cónyuge, y en ese error permanece ejerciendo una disciplina enfermiza que genera violencia. Se trata de fanatismo religioso que origina imposiciones irracionales. Lo incomprensible es que tanto los hijos como su madre soportan los golpes físicos, y lo aman, lo extrañan, pero le tienen temor y aceptan los castigos con dolor y estoicismo como algo normal, propio  de la mala educación; creen  que se merecen por haber cometido faltas al no ser los primeros de la clase, no haber comulgado o haber estado compartiendo la misma casa con el abuelo pagano.  Contradictoriamente Amnistía Internacional le había otorgado un premio.

Pese a ser víctimas de tanta violencia, nunca lo dejarán, están formados para aceptar el dolor físico y espiritual. Cuando la madre es golpeada  regresa al hogar apenas su marido envía al chofer para que lo haga. Hay un daño a la personalidad y a la auto estima.

La adolescente Kambili, que es el personaje principal, no tiene alegrías, es una vida lineal que tiene sentido solo cuando da gusto a su padre,  y se cruza con otras historias que no conocen felicidad: la de su hermano, de su madre, aún de su tía Ifeoma,  que vive el día a día con los limitados ingresos que tiene en la Universidad de Nigeria, la de sus primos, hijos de ella, que no pueden culminar sus sueños en el país de origen y tienen que emigrar a Estados Unidos.

Es tan triste la historia de la familia de Kimbili, que termina en una tragedia: la muerte del padre por envenenamiento, del cual se responsabiliza el hijo pese a que la madre relata que ella lo hizo;  la tragedia continúa cuando el hijo es sentenciado y vive en una cárcel donde es objeto de escarnios. La vida de Kimbili. se desenvuelve en la soledad, pues su madre quizá por remordimiento y ante el dolor de ver a su hijo privado de la libertad, se ha convertido en un fantasma de su propia vida.

Lo interesante radica en que nos ha dado un acercamiento a Nsukka, una ciudad de Nigeria, donde pasó su infancia la escritora, lo que sugiere que las descripciones y experiencias son recuerdos de su vida.

Mariana Yépez Andrade

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