Fundación de San Francisco de Quito




Si hay fuerza poderosa que impulse a los pueblos a su grandeza es el sentido de identidad y pertenencia, acompañado del orgullo que ello representa.

Cada año se celebran aniversarios de una manera anodina, centrados en aspectos superficiales y, en muchos casos, orientados desde la pragmática populista a satisfacer las justas demandas de alegría y diversión de la gente, en búsqueda de transitoria popularidad. Es por esta razón que se torna indispensable para los quiteños revisar su historia, comprender la grandeza del legado recibido de siglos de luchas y entrega a las más nobles causas para, con el ejemplo de las generaciones pasadas, impulsar nuevos emprendimientos en todos los campos de la actividad, que son indispensables en momentos grises como los que soportan el país y la ciudad.

Este corto trabajo, realizado para esta Revista Semanal del Diario La Hora, describe los hechos que, iniciados en la tragedia de Cajamarca, culminan en la fundación de la Villa de Quito en 1543; su elevación a la categoría de ciudad y su capitalidad tanto de la Gobernación como de la Real Audiencia que llevó su nombre; para terminar con una breve revisión de las proyecciones luminosas de aquella fundación. La geografía en la que se desarrolla esta épica historia abarca la trayectoria de los conquistadores desde el sitio de Cajamarca, pasando por San Miguel de Piura, por la espléndida ciudad inca de Tomebamba, en los Andes septentrionales, hasta llegar a las llanuras de Riobamba donde se realizó la primera fundación y, de ahí a las fecundas tierras donde, por cerca ya de quinientos años, yace la hermosa urbe quiteña.

El relato se encuentra respaldado por las contribuciones de grandes cronistas e historiadores que, cercanos al desarrollo de los acontecimientos, dejaron su valioso aporte para una mejor comprensión de un pasado que siempre será fuente importante para la comprensión del presente y para la construcción del mejor futuro que como pueblo de raíces milenarias los quiteños y ecuatorianos se merecen.

La campaña de los conquistadores

Muerto su padre Huayna Cápac, emperador del Incario, Huáscar y Atahualpa se enfrentaron en una destructiva Guerra de Sucesión, de la que surgió victorioso el gobernante quiteño, con el apoyo de sus excelentes generales Quizquiz y Calicuchima que lograron ocupar el Cuzco, capital imperial y luego capturar y ejecutar a Huáscar. Victoria efímera porque muy pronto Francisco Pizarro, con su pequeña fuerza de aventureros españoles, logró capturar al nuevo Inca, en Cajamarca, y ajusticiarlo.



Quizquiz. Caudillo quiteño que vivió a principios del siglo XVI y fue, junto a Caracuchina, el principal general de las tropas del rey inca Atahualpa.

Quizquiz. Caudillo quiteño que vivió a principios del siglo XVI y fue, junto a Caracuchina, el principal general de las tropas del rey inca Atahualpa.

Perdió, de esta manera, el Incario sus líderes naturales y cundió el desorden en una estructura de poder vertical y centralizada, en la que todas las decisiones fluían de la cúpula y llegaban a los confines del imperio, gracias al eficiente sistema de comunicaciones que se había estructurado. Además, a la llegada de los españoles el pueblo se encontraba profundamente dividido por resentimientos y odios generados en la guerra que se habían vuelto insuperables. En estas circunstancias, algunos caciques principales y generales pretendieron reinar en sus territorios particulares. Dice Lebrúm: “El mismo Atahualpa, sacrificando a su ambición a todos los descendientes de la raza real, había enseñado a los peruanos a no respetar los privilegios de los hijos del sol”.

Los quiteños guardaban gran veneración por su monarca y, según Garcilaso de la Vega, tan pronto salieron los españoles de Cajamarca, “El maese de campo Rumiñahui, que lo supo, hizo en público el mayor aparato que pudo para recibir y embalsamar el cuerpo de su Rey, aunque ya iba corrompido (…) Mostrose muy obediente a Quilliscacha, hermano de Atahuallpa, y, para ver si tenía ánimo de reinar, le persuadió que se pusiese la borla y corona real, siquiera hasta vengar la muerte de su hermano”. Invitó luego a una celebración a los principales indígenas, los embriagó y “… como Rumiñaui viese los capitanes y curacas caídos sin sentido alguno, los degolló a todos, y entre ellos al maese de campo Challcuchima y a Quilliscacha y a los muchachos y muchachas, hijas de Atahuallpa, porque no quedase quien le fuese bando contrario”.

El padre Juan de Velasco relata, refiriéndose a Rumiñahui, que: “Al día siguiente en que fue desbaratado el Inca, no bien oyó el estruendo de la Artillería, cuando levantó su tropa acuartelada a las vecindades de la ciudad, y después de informado de la prisión, enderezó su marcha a Quito…” Conforme avanzaba por territorios quiteños aseguraba que Atahualpa le había encargado gobernar el Reino durante su prisión y para administrarlo cuando muriese, hasta colocar en el trono a alguno de sus hijos” . Sin embargo, llegado a Quito los asesinó a todos y. “Quitados ya cuantos impedimentos podía tener, se hizo jurar y reconocer de soberano, sin que ninguno fuera capaz de contradecirle”.”.

Pizarro, por su parte, había llegado sin mayores sobresaltos al Cuzco, donde se apoderó de los inmensos tesoros de la capital del Imperio. Se aprecia que, separado el quinto perteneciente al rey, se repartieron 1.920,000 pesos de oro, correspondiendo a cada soldado cuatro mil pesos.

Juan de Velasco relata que, antes de salir de Cajamarca en su viaje al Cuzco, en octubre de 1533, Pizarro dispuso a Sebastián de Benalcázar, Gobernador de San Miguel, la conquista de Quito, nombrándolo Capitán General y Gobernador de los territorios que logre conquistar, y le autorizó para que, con los españoles que llegasen de Centro América, organice la expedición. En cumplimiento del mandato recibido, “Eligió en San Miguel 280 hombres, 80 de Caballería y 200 de Infantería entre los cuales los fusileros pasaban de 50. Siendo este armamento mucho más respetable que el que tuvo Pizarro para la conquista de Cajamarca…”. Lebrúm aporta con información sobre más de 2000 indígenas que acompañaron a los españoles. Con esas fuerzas salió Benalcázar, el mismo mes de octubre de 1533, a ejecutar el plan de conquista.

Cuenta Velasco que Benalcázar carecía de un buen cuerpo de oficiales; aunque destaca las cualidades personales de Juan Díaz de Hidalgo y Diego de Daza, que, en cambio, carecían de experiencia; otros eran Pedro de Puelles, Pedro Tapia, Pedro de Añasco, Pedro de Villar, Alonso Sánchez, Fernando Rodríguez, Baltazar de Ledesma, Francisco de Tobar y Juan de Ampudia, afamado, este último, por su crueldad y falta de escrúpulos. Fue capellán de la expedición el franciscano Marcos de Niza. Para entonces, seguían llegando muchos españoles atraídos por las riquezas del Perú. A tal punto que, según López de Gamora: “…presto se despoblaran Panamá, Nicaragua, Cuauhtemallán, Cartagena y otros pueblos e islas, y a esta jornada fueron de buena gana, porque decían ser el Quito tan rico como Cuzco, aunque habían de caminar ciento y veinte leguas antes de llegar allá, y pelear con hombres mañosos y esforzados”.

La resistencia de Rumiñahui
Según López de Gamora, Rumiñahui esperaba a los españoles con 12 mil hombres de guerra. Comprendiendo que la principal ventaja de los conquistadores consistía en su Caballería, dispuso la apertura de innumerables fosas profundas, debidamente disimuladas, con estacas clavadas en el fondo y otras trampas, a lo largo del camino, mientras que organizó sus fuerzas en una pequeña llanura que se estrangulaba en un estrecho paso, defendido por una pequeña fortaleza.

Benalcázar utilizó inteligentemente a sus aliados indígenas para que espíen las actividades de Rumiñahui, lo que le permitió enterarse de las trampas que le habían preparado, por lo que rodeó el área de obstáculos y obligó al general quiteño a aceptar batalla en condiciones desventajosas. “… Fue sangriento el combate porque ni atropellados de la furia de los caballos dejaron de pelear, sino con acabarse el día, que era ya avanzado cuando ellos fueron descubiertos. Murieron más de 600 indianos. Benalcázar perdió un oficial, dos soldados y cuatro caballos, y quedó con muchos caballos y gente mal herida…”.

Replegó Rumiñahui y reorganizó sus fuerzas en el valle de Tiocajas. Contaba con más de 10 mil hombres para dar batalla. El lugar fue seleccionado por considerar que el tipo de terreno “lleno de médanos y oquedades”, dificultaría el empleo de la Caballería y porque era imposible maniobrar hacia los flancos que estaban protegidos porque: “… las dos bajas cordilleras que ciñen el valle eran del todo impracticables por sus asperezas”.

En estos abruptos parajes se produjo una cruenta batalla que duró todo el día sin que los españoles puedan sacar ventaja de su Caballería y armas de fuego. Las bajas del ejército indígena superaron los mil muertos, frente a apenas siete de los españoles, porque la mayoría de las bajas de los conquistadores se produjo entre sus tropas indígenas aliadas. Sin un resultado decisivo, el resultado de la batalla era impredecible, pero quiso la suerte que el volcán Cotopaxi entrase en un proceso eruptivo, causando gran desmoralización entre los indígenas que se retiraron en desbandada. “Con esa erupción dieron los Indianos por verificada la predicción de Viracocha, porque era la señal previa que tenían, para saber el tiempo de cumplirse”. La resistencia militar organizada había terminado, pero no la resistencia. El rebelde general quiteño marchó hacia Quito, donde se apoderó de los tesoros, cortó las fuentes de agua y la incendió. Así se encontraba la ciudad cuando ingresó a ella Benalcázar, a fines de noviembre de 1534.

La resistencia de Quizquiz
Además de Rumiñahui, otro general que no abandonó la lucha fue Quizquiz junto a Huaypalcón, hermano de Atahualpa. Después de los acontecimientos de Cajamarca, se había retirado con un ejército de alrededor de 10 mil soldados hacia el sector de Huancabamba, para rehacer sus fuerzas, descansar y prepararse a continuar la guerra. Almagro, por su parte, con 300 hombres, permanecía en la provincia de Chaparras, cuando se enteró que Quizquiz se encontraba una jornada atrás. Decidió ir en su busca y logró darle alcance, pero el General quiteño evitó el combate, mientras que el Inca Huaypalcón, hermano de Atahualpa, ubicado sobre unas escarpadas peñas, aunque no muy altas, arrojó muchas grandes rocas causando daño a los españoles.

Almagro consideró imposible seguir atacando en terrenos ásperos en los que los indígenas le habían ocasionado importantes pérdidas humanas y la muerte de muchas cabalgaduras, por lo que tomó otro camino menos difícil para atacar a Huaypallca que había quedado ubicado entre las dos fuerzas españolas. Pero el comandante indígena se defendió en unos acantilados hasta que cayó la noche y pudo ponerse a salvo. El día siguiente, dieron los españoles con la retaguardia de Quizquiz, que había adoptado un dispositivo con vanguardia, retaguardia y dos fuerzas a los flancos. Los nuevos encuentros resultaron infructuosos para los europeos.

Las bajas de los españoles en los tres encuentros llegaron a 53, incluidos los que murieron después por causa de sus heridas; otros 18 heridos lograron recuperar la salud. Perdieron, además, 34 caballos incluido el de Diego de Almagro quien, por fortuna, logró salvar su vida. De los indios murieron pocos más de sesenta. Garcilaso se respalda para su relato sobre esta batalla en el del padre Blas Valera, que escribió sobre ocho batallas perdidas por los españoles, “… y le nombra como ‘la batalla de Quitu’, porque fue en sus confines; en las cuales dice que se perdieran los castellanos, sino peleara la Providencia Divina en favor de su Evangelio”.

Según el mencionado autor, a pesar de las dificultades tácticas, Diego de Almagro se hizo de un rico botín con más de 15 mil cabezas de ganado y más de cuatro mil indias e indios de servicio que se unieron a los españoles. Otros bienes valiosos los destruyeron los propios indígenas para evitar que caiga en manos de sus enemigos. Quemaron la ropa fina y escondieron los metales preciosos. De todo esto informó Almagro al Gobernador Pizarro y siguió su camino a Cuzco donde tenían que terminar las negociaciones con Pedro de Alvarado.

Después de haber derrotado a los españoles en los tres combates, Quizquiz y su capitán Huaypallca, decidieron continuar con la guerra hasta la total expulsión de los invasores. Siguieron hacia Quito con el objeto de reorganizar sus fuerzas, pero no recibieron el apoyo que esperaban de parte de los caciques locales, debido a su repudio a la forma como Rumiñahui les había tratado. Lo que es peor, los propios indígenas delataron a Quizquiz y Benalcázar le atacó matando y apresando a muchos guerreros. Unieron, entonces, sus fuerzas Quisquis y Guaypallca y avanzaron por la laguna de Colta hacia la llanura de Liribamba. Benalcázar les salió nuevamente al encuentro y después de un sangriento combate les infringió una decisiva derrota. “Siendo esta la última batalla que aseguró para los españoles por todas partes el Reino, la llama Chieca de León, muy provechosa”.

Quizquiz increpó a sus oficiales por esta actitud derrotista y les acusó de cobardes. En respuesta el mismo Huaypallca, resentido “… se atrevió a lo que ninguno de ellos imaginó, que fue tirarle la insignia de capitán que en las manos tenía, que era un dardo, a semejanza de las jinetas que por acá traen los capitanes: llámanles chuquiapu, que es lanza capitana. Dióle con ella por los pechos, y lo pasó de una parte a otra. Los demás capitanes hicieron lo mismo (…) Así acabó Quízquiz, el último y más famoso de los capitanes y ministros de Atahuallpa”. La conquista del Incario estaba consumada

La primera fundación
A partir de la derrota a las tropas de Rumiñahui, en el valle de Tiocajas, los conquistadores avanzaron hacia el norte sin mayores inconvenientes. En Riobamba, descasaron tres días. Hasta aquel momento, todo lo realizado por Pizarro y sus capitanes había sido en extremo exitoso, superando las más optimistas expectativas; sin embargo, una noticia vino a preocuparles: el conocimiento del arribo al Perú de Pedro Alvarado, al frente de un cuerpo numeroso de tropas, con la intención de conquistar Quito. Por esta razón, dispuso Pizarro que, inmediatamente, Almagro salga al encuentro del inesperado rival con todos los soldados disponibles, a los que debía incorporar los de Benalcázar.

Alvarado había participado con distinción en la conquista de México y había sido nombrado gobernador de Guatemala y de todos los territorios que pudiese descubrir fuera de la jurisdicción de Pizarro. Considerando que Quito se encontraba en esta situación, resolvió conquistarlo. Se embarcó con quinientos hombres, de los cuales doscientos a caballo y llegó a Portoviejo. Inmediatamente emprendió la marcha por fragorosos caminos, hasta superar la barrera de los Andes. “Durante esta marcha por uno de los sitios más agrestes de América, sus tropas debieron abrirse caminos por entre bosques y pantanos: además de estas fatigas sufrieron de tal suerte a causa de los rigores del frío en las alturas de las montañas, que antes de llegar al llano de Quito habían perdido una quinta parte de la gente y la mitad de los caballos. Los que quedaban estaban desalentados y fuera de estado de pelear”. La dramática travesía se realizó cuando las tropas de Benalcázar combatían en Tiocajas contra las fuerzas de Rumiñahui y coincidió con la erupción del volcán Cotopaxi que: “… Si ésta fue muy favorable a Belalcázar en Tiocajas, fue muy fatal para Alvarado…”.

Con el fin de demostrar los derechos de Pizarro en las tierras del Quito indígena, se apresuraron a fundar en la misma llanura de Riobamba la ciudad, como consta en el Acta de fundación de la Villa de Santiago de Quito:

Jorge Salvador Lara señala, al respecto, “El 15 de agosto de 1534, en el pueblo de Riobamba, el mariscal hizo la precipitada fundación de la ciudad de Santiago de Quito para presentar a Alvarado, como un hecho jurídico irrefutable, la primacía en la posesión de ese territorio”.

Llegaron, entonces las fuerzas de Alvarado. Almagro evaluó la situación y apreció que el adversario disponía de superioridad numérica, aunque ignoraba la situación real de esas tropas. Alvarado, por su parte, comprendía que una victoria sería difícil en aquellas condiciones. Por otra parte, los soldados de ambos bandos se negaban a combatir y confraternizaban como paisanos y antiguos camaradas. “La mayor parte de ellos eran oriundos de Extremadura, y los había en las dos huestes que estaban unidos por lazos de parentesco o amistad”. Prefirieron, entonces, buscar una solución pacífica. El licenciado Coldera actuó como negociador y logró un acuerdo mutuamente satisfactorio. Alcanzados estos resultados, Almagro viajó al Cuzco para culminar las negociaciones con Pedro de Alvarado.

La fundación definitiva
La fundación de Quito, dispuesta por Diego de Almagro, se produjo el 6 de diciembre de 1534. Sebastián de Benalcázar y sus tropas habían llegado al lugar señalado para materializarla. En esa fecha, el Cabildo asumió funciones y distribuyó los solares entre los doscientos cuatro varones, dos de ellos negros, que acudieron a empadronarse. Según el testimonio de uno de los soldados fundadores, se halló en el lugar “una fuerza grande de las cavas hechas a mano por los naturales para la defensa de los indios de guerra; y así, por esto, como por haber muchos tambos y casas, en las cuales había mucha comida de todo género y mucho ganado y ovejas de la tierra, mucha ropa y muchas pallas indias, ofrecidas al sol, que ellos adoraban, resolvió poblar allí, y así se pobló, año de 1534”.

El 22 de enero de 1535, el Cabildo ordenó destruir las casas de los indígenas y delimitó los Ejidos del Rey. Después llegó el reparto de las tierras como merced concedida por la Corona o por las autoridades coloniales. En 1539, Lorenzo de Aldana, Teniente de Capitán general de Quito y Quillacinga, recibió extensas propiedades entregadas por el Cabildo. Rico botín para un ejercicio de apenas un año de las funciones, porque en diciembre de 1540, le reemplazó Gonzalo Pizarro. Éste designó Alguacil Mayor a su hijo menor de edad y a Francisco de Londoño como curador.

En 1541, la villa se transformó en ciudad y recibido su escudo de armas. “Su Majestad el Rey, Carlos I de Castilla y V del Sacro Imperio Romano Germánico por Real Cédula de 14 de marzo de 1541 dada en Talavera, se dirigió a los Virreyes, Presidentes… etc. Informándoles que: “…ha ennoblecido a la villa de San Francisco del Quito, con el título de ciudad de San Francisco de Quito, y de las preeminencias, prerrogativas e inmunidades que debe gozar por ser ciudad…”. En el mismo acto otorgó a la ciudad su escudo de armas, en los siguientes términos: … “Un castillo de plata metido entre dos cerros o peñas, con una cava al pie de cada uno de ellos de color verde, y asimismo encima de dicho castillo una cruz de oro con su pie verde que la tengan en las manos dos águilas negras grietadas de oro, la una a la mano derecha y la otra a la izquierda, puestas en vuelo, todo en campo de colorado, y por orla un cordón de San Francisco de oro en campo azul”.

El 8 de enero de 1544 se creó el Obispado de Quito; en 1549, arribó el primer corregidor, Antonio de la Gama, prontamente reemplazado por Francisco Ruiz, a quien “El Cabildo le concedió cuatro estancias para vacas, puercos, ovejas y cabras en el valle de los Chillos y un solar en la cruz de Otavalo (por la actual plaza del Teatro), el monopolio de la sal, por cinco años, solares en Uyumbicho; además, resultó activo empresario pues fabricó tablas, sembró, aunque sin éxito, viñas en el valle de Pomasqui y tuvo varias encomiendas. También fueron encomenderos varios alcaldes ordinarios”.

En 1556, se creó la Gobernación. Fue designado gobernador, Gil Ramírez Dávalos, con la misión de fundar una ciudad en la región de cañari de Tomebamba, en la encomienda de Rodrigo Núñez de Bonilla. El 12 de abril de 1557 se cumplió con la fundación de “Santa Ana de los ríos de Cuenca”, sobre las ruinas de la ciudad inca de Guapondeleg.

En agosto de 1563, Felipe II, atendiendo la solicitud del Cabildo de Quito, expidió una Cédula Real disponiendo la creación de la Real Audiencia y Cancillería de San Francisco de Quito. La jurisdicción de la Audiencia comprendía todas las provincias del Sur hasta Paita y Piura; por el Oriente los Quijos y pueblos que se descubriesen; por el Occidente hasta Buenaventura, y por el Norte las villas de Pasto, Popayán, Cali, Buga, Champachica y Guarchicona. A la fecha de la fundación de la Audiencia, La ciudad de Quito tenía mil habitantes españoles varones y solamente doscientas mujeres españolas. Funcionaban ya tres conventos de dominicos, mercedarios y franciscanos, respectivamente.

Ciudad universitaria
En julio de 1562 se fundaron los Colegios San Andrés y San Fernando; el 20 de agosto de 1586, mediante Bula del papa Sixto V se creó la Universidad de San Fulgencio, en el convento de San Agustín; mediante Real Cédula de 1591, el rey autorizó la fundación del Seminario de San Luis, confirmada por otra del 20 de mayo de 1592; el 15 de septiembre de 1622, sobre las bases del Seminario de San Luis, se fundó la Real y Pontificia Universidad de San Gregorio Magno; en el año 1681 la Orden Dominicana creó el Seminario llamado Convictorio de San Fernando, elevado a la categoría de Universidad de Santo Tomás de Aquino en 1688; el 4 de abril de 1786 se acordó la fusión de La Real y Pontificia Universidad de San Gregorio Magno (Jesuita) y Santo Tomás de Aquino(Dominica), estableciéndose la Real Universidad Santo Tomas; y por Decreto Real de 1788, La Real Universidad Santo Tomas se convirtió en pública abriendo sus puertas a los particulares. Ekkart Keeding asegura: “El patrimonio libresco de los jesuitas es rico en extremo, comparable al del Colegio de Nobles de Madrid, y en lo concerniente a la cultura moderna superior al de la biblioteca de la Universidad de Salamanca… la reforma de los estudios universitarios conducida por el obispo de Quito Pérez y Calama… prueba la difusión de las doctrinas europeas en los medios culturales de la ciudad… Ahora bien, tal reforma tuvo una influencia notable en la formación de los futuros jefes de la revolución de 1809 – 1812”.

Ciudad de arte y cultura
En Quito se desarrolló en el período colonial la conocida como Escuela Quiteña De Arte, exultación del estilo barroco europeo, manifestaciones artísticas especialmente en pintura, escultura y arquitectura que se expandió por el norte hasta Pasto y Popayán y por el sur hasta Piura y Cajamarca. La fama de este movimiento cultural alcanzó tanto prestigio, incluso en Europa, que se dice que el rey Carlos III, refiriéndose a la Escuela Quiteña, expresó: «no me preocupa que Italia tenga a Miguel Ángel, en mis colonias de América yo tengo al maestro Caspicara»

Ciudad rebelde.
La historia de Quito es de rebeldía e insurrección en 1539 se produjo la Rebelión de las alcabalas.

‘A las alcabalas bala, a la libertad lealtad’

“Cabildo fuerte de Quito/Que os habéis tan bien mostrado/Por este pueblo afligido…/Cabildo de Quito tan fuerte/ que nosotros te seguiremos/ y defenderemos con las vidas/aunque cuesten las suyas/ a quien pretendiere estorvar/tu buen yntento y, si te faltare el ánimo/yrás por un azero con ellos”.

“¡Que horcas eran de ellos ocupadas,/ qué jaulas de cabezas bastecidas,/ qué de soberbias casas abatidas,/y por su corrupción de sal sembradas;/ qué prósperas haciendas confiscadas,/que plagas de las honras y las vidas”.

Quito Luz de América
“No hay Rey, no han legítimo dueño, no hay padre, no hay Señor, no hay herederos sucesores, no hay soberanía, no hay legítima autoridad, no hay legítimos representantes ni recomendados suyos, no hay legatarios, fideicomisarios, fedatarios ni albaceas. Todo es embuste, todo es fraude, dolo, engaño, impostura y mentira. No hay más que tiranos intrusos usurpadores. Nosotros hemos quedado libres naturalmente. Dispongámonos a conservar esa amada libertad. Formemos en las entradas a nuestro territorio una muralla más que de bronce, de nuestros pechos valerosos, firmes y constantes y un inexpugnable baluarte con nuestros corazones.”



Paisaje que recrea la fauna y la flora doméstica del Corregimiento de Quito; publicado en la Obra Relación Histórica del Viaje a la América Meridional.

Joaquín Molina Zuleta, presidente de la Real Audiencia de Quito. “La experiencia tiene acreditada que las ideas características de la Provincia de Quito son, desde su cuna, propensas a la revolución e independencia. Este es el espíritu que ha animado a los padres, ésta la leche que ha alimentado a sus hijos, esto en lo que fundan su soñada felicidad, esto por lo que suspiran … Una serie ininterrumpida de pruebas convence que, por más que en apariencia duerman, velan sobre esta materia y que en tiempos de mayor quietud no cesan de tratar en silencio … El reconocimiento, sujeción y soberanía, es y ha sido siempre como un yugo duro e insoportable que han procurado sacudir.”

Patrimonio Mundial
Fue, junto a Cracovia, Polonia, la primera ciudad en el mundo cuyo nombre inscribió la UNESCO en la lista de ciudades Patrimonio cultural de la Humanidad.

“En esta ciudad andina, el hombre no ha buscado imponerse a la naturaleza, sino que la ha utilizado para realizar una obra única en su género, en la que las construcciones religiosas, los edificios civiles y las artes plásticas forman un todo armonioso e indisoluble que testimonia una concepción unificada de las fuerzas humanas y naturales”.

Mensaje
Los niños que nacerán el 6 de diciembre del año 2023 cumplirán 20 años de vida el 6 de diciembre de 2034, cuando celebre sus quinientos años la ciudad. ¿Trabajará el gobierno nacional, el local, la sociedad civil, los empresarios, las comunidades religiosas, las organizaciones culturales, los líderes comunitarios y el pueblo en general, para que Quito sea entonces una urbe digna de su preclara historia?

BIBLIOGRAFÍA:

Garcilaso de la Vega, Historia General del Perú, edición digital (Lima, SCG, 2009), reproduce la edición “princeps” de Córdova, 1617.

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Morelli Federica, Territorio o Nación, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2005

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Salvador Lara, Jorge, Historia Contemporánea del Ecuador, EFE, México, 2000, p. 170

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