El gran triángulo: Latinoamérica, Estados Unidos y China

Autor: Roberto Betancourt Ruales, Embajador s.p. | RS 58

La pugna geopolítica entre China y los Estados Unidos que se extiende a amplias zonas del planeta también se ha trasladado hacia América Latina. El cambio geopolítico en la región es evidente y se aprecia con la preocupación estadounidense por lo que denomina la “amenaza” de China y con las acciones de Washington que buscan asegurar su área de influencia.

China ha trabajado fuertemente para consolidarse como un actor de gran peso entre las economías latinoamericanas, especialmente en las áreas comercial, tecnológica, financiera, de inversiones y cooperación en proyectos de interés mutuo. Estados Unidos, actor clave en la región en otro tiempo, ha constatado como su predominio geoestratégico ha pasado a ser compartido con China ante el progresivo dinamismo de ese país.

La década de los 90, constituyó el punto de inflexión de las relaciones de Latinoamérica con China debido a los crecientes lazos tejidos por ese país en la región.

En los primeros años del siglo XXI los vínculos evolucionaron motivados por el interés político y económico de China para fortalecer su ascenso como potencia global, asegurándose el abastecimiento de materias primas, alimentos y recursos energéticos para la producción de bienes y servicios. El interés político chino, en un principio, estuvo orientado al campo diplomático, enfocado en reducir los lazos de la región con Taiwán y obtener el reconocimiento diplomático, no sólo en el marco bilateral sino también en el multilateral ONU (1971).

Con el transcurso del tiempo China se ha convertido en un socio comercial de gran relevancia. En los últimos 21 años China ha pasado a ser el mercado de destino para muchas exportaciones de los países latinoamericanos y estas han crecido un 20%.

En 2009, China ya era el primer socio comercial de Brasil y en 2013 del Uruguay. En cuanto a las importaciones, la región depende de China para adquirir insumos intermedios para su aparato productivo. El saldo comercial de América Latina con China señala un superávit en el último trienio y se concentra en petróleo, minería, agricultura, silvicultura, caza y pesca. Es decir, China recibe gran parte de los productos primarios de la región tales como mineral de hierro, cobre, zinc, estaño, soya, carne, azúcar, etc. A su vez, China le vende a la región maquinaria y aparatos eléctricos y no eléctricos, productos textiles, químicos y autos.

América Latina exporta el 13% de todas sus ventas hacia China, superando así a la Unión Europea desde el 2017 y en cuanto a las importaciones también, pues China es uno de los principales proveedores de la región. Está alcanzando a los Estados Unidos como proveedor de la región.

LAS REALIDADES DE AMÉRICA LATINA
Con base en datos proporcionados por CEPAL, los principales países proveedores de China son Brasil, Chile y Perú (mineral de hierro, cobre, soya, zinc y estaño) y luego México (productos manufacturados). China se ha convertido en un mercado de relevancia. En el 2000 ocupaba el puesto 10 como destino de las exportaciones.

En 2021 es ya el primer o segundo socio comercial para algunos países latinoamericanos. En cuanto a inversión extranjera directa y flujos de inversión, China acumula montos muy elevados de préstamos, de contratos de construcción e inversiones directas bilaterales sobre todo de sus empresas estatales.

Se registran más de 100 mil millones en préstamos soberanos para América Latina; 93 mil millones en contratos de construcción, otros 80 mil millones en fusiones y adquisiciones y 60 mil millones en anuncios de proyectos de inversión por parte de empresas chinas. Los préstamos y el endeudamiento de China provienen mayoritariamente del Banco de Desarrollo (BDC) y del Banco Ex – Im (BEIC) de ese país.

La política externa de China en la región latinoamericana busca:
Consolidación de las relaciones diplomáticas y comerciales: promoviendo la cooperación Sur-Sur; respeto a la soberanía, integridad territorial, no agresión, no intervención en asuntos internos, coexistencia pacífica.

Impulso de las relaciones de cooperación que permitan operaciones de sus empresas: participación en obras de infraestructura, generación de condiciones favorables para sus inversiones y apoyo a la nueva iniciativa china de “La Franja y la Ruta”.

Creación de una estructura de endeudamiento (créditos para el desarrollo) que implica la generación de condiciones financieras de dependencia y la capacidad de incidir en el desarrollo de la región latinoamericana.

Búsqueda de recursos naturales para su industria
Los países latinoamericanos que han firmado acuerdos de libre comercio con China son Chile, Perú y Costa Rica. Ecuador ha anunciado, hace pocas semanas atrás, la conclusión de las negociaciones de un acuerdo, mientras que Uruguay continúa en las etapas iniciales de la negociación.

ECUADOR Y EL OCÉANO PACIFICO
La actual política de inserción internacional del Ecuador ha conducido al país a acercarse a la región del Océano Pacífico, asumiendo el desafío de liberalizar el comercio bilateral ante la segunda economía del mundo y negociar idéntico objetivo con otras potencias menores localizadas en la misma área, como por ejemplo con Japón y Corea del Sur.

En esa aproximación priman, pese a la gran asimetría que enfrenta el Ecuador, los conceptos de la liberalización y facilitación del comercio y de atracción de las inversiones como objetivos para consolidar el crecimiento, la mejora regulatoria, la política de competencia y las reformas estructurales.

Se trata de un paso importante de la política exterior ecuatoriana, pues sus relaciones con esa región históricamente han sido relativamente distantes. Recuérdese que, en el pasado, el Ecuador no logró adherirse a importantes acuerdos e instituciones del Pacífico, como por ejemplo al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Solo en 1997, se sumó al Consejo Económico de la Cuenca del Pacífico (PBEC), donde se reúnen los principales representantes de la iniciativa privada de esa región y en 1998, se integró al Consejo de Cooperación Económica del Pacífico (PECC).

La gran rivalidad entre Washington y Beijín tiene repercusiones en América Latina, cuyos países hoy se reagrupan en alianzas ideológicas regionales que continúan tensando las relaciones intra-latinoamericanas.

Recientemente, han considerado que deben promover la revitalización de la CELAC, como proyecto de concertación e integración política autonómico; algunos impulsan el resurgimiento de otras iniciativas, como la UNASUR que no contempla a los EE.UU. Sin embargo, los gobiernos de Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay, han suscrito con los EE.UU y Canadá documentos como la Declaración Conjunta sobre la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas, el pasado 27 de enero de 2023.

Al mismo tiempo también buscan el acercamiento a China en el marco del Foro para la Cooperación China-América Latina y el Caribe. A pesar de existir un escenario regional de contradicciones, América Latina debe trabajar, de manera urgente, sin descartar el concurso de ambas potencias para consolidar sus procesos de integración y profundizar la cooperación económica para fortalecer la estabilidad afectada por graves problemas como la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la inseguridad, el narcotráfico, la migración, la falta de protección ambiental y las actividades ilegales para evitar la pérdida de biodiversidad.
Roberto Betancourt Ruales, Embajador s.p