El cristo negro

Autor: Fausto Jaramillo Yerovi | RS 102


Imaginémonos por un momento que todas nuestras ideas y creencias sobre el más allá de la muerte estuviesen equivocadas, al fin y al cabo nadie ha retornado de ese mundo misterioso para describirnos, como testigo presencial, sus detalles; las únicas referencias están contenidas en la Biblia, escritas por cuatro seguidores de Jesús de Galilea, y en una carta de Paulo, el romano converso; en ellas el dios juzgador de nuestras obras vendrá en los “finales de los tiempos” y dividirá a los millones y millones de seres humanos que alguna vez pisaron la Tierra, en buenos y malos, “en justos y pecadores, y su reino no tendrá fin”; pero no dicen ni una palabra sobre la apariencia de ese ser superior, tampoco sobre el procedimiento a seguir en ese juicio.

¿Será que existe una gran sala, donde el Dios sabio, se siente a escuchar las acusaciones de los fiscales y los alegatos de abogados defensores? ¿habrá, entonces la posibilidad de escuchar a testigos importantes, tanto de una parte como de otra? ¿Emitirá Dios omnipotente su veredicto de justicia, con voz grave y en un idioma en la que cada imputado pueda entenderlo? ¿Sonará el martillo con cada sentencia?
¿Solo Dios o Jesús, será el encargado de ejercer el cargo de Juez? claro que, siendo “Dios”, es decir omnipotente, todo es posible hasta que le acompañen un puñado de jueces que le alivianen la tarea y la agiliten. ¿si no, para que existen en el cielo que nos pinta las Iglesias, un ejército de hombres sabios y santos?

Según las religiones judeo-cristianas, nos espera a la entrada del “otro mundo” ese ser superior, al que nadie ha descrito si será grande y fuerte, o pequeño y débil, si es de aquí o de allá, si solo es judío o pudiera ser de otras latitudes; entonces es posible que sea una mujer o un hombre, blanco o negro o amarillo, cobrizo o simplemente indio y no el Jesús, de piel blanca, ojos azules y pelo largo que desde hace miles de años nos hemos acostumbrado a mirar en los templos e Iglesias de todo el mundo occidental y cristiano.

Usemos la imaginación
Entonces, les propongo usar la imaginación y pensar en un Jesús Negro, y lo hago con la seguridad de haberlo visto en Guatemala, donde un Cristo tallado en madera de Ébano es adorado y reverenciado por miles y miles de fieles católicos de la mayor parte de Centroamérica y sur de México; quienes desde los primeros días de enero de cada año acuden a la pequeña ciudad de Esquipulas: (náhuatl: Isquitzuchil, “Paraje donde abundan las flores”) que forma parte del departamento de Chiquimula, ubicado en el centro-este del oriente de la República de Guatemala. Su cabecera municipal la Ciudad de Santiago Esquipulas cuenta con una extensión de 532 km² y comparte frontera con Honduras, y otros municipios del departamento de Chiquimula en Guatemala a 222 kilómetros de la ciudad de Guatemala.

Esta pequeña ciudad en la época prehispánica fue habitada por los mayas chortís del Reino Payaqui, ​ cuya capital era la ciudad de Copantl en Honduras y donde gobernaba el gran cacique Copantl Calel. ​ Durante la conquista española los chortís se trasladaron a otros municipios aledaños y entre 1545 y 1560 se fundó la villa de Santiago Esquipulas, también conocida como Yzquipulas en el Corregimiento de

Chiquimula de la Sierra. ​
Tras la independencia de Centroamérica en 1821, se oficializó el nombre de Esquipulas y fue nombrado municipio de la entonces Provincia de
​El Cristo Negro de Esquipulas es una imagen de Jesús Crucificado que desde el XVII se le conoce como el “Milagroso Señor de Esquipulas” o también como “el milagroso Crucifijo que se venera en el pueblo de Esquipulas.
La fiesta patronal se celebra el jueves de la ascensión. Allí es cuando llegan a su Catedral la mayoría de sus devotos provenientes de Guatemala, El Salvador, Honduras, México y otros países.
Debido a la cantidad de emigrantes centroamericanos a los Estados Unidos la festividad de esta imagen se celebra también en Los Ángeles, Nueva Jersey y Nueva York.

Historia de la imagen
Desde antes de la llegada de los españoles, Esquipulas era un lugar de encuentro de los Mayas y otros pueblos donde se rendía culto al dios guerrero Ek Chuaj.
Luego de la conquista española de este lugar, en 1.530, los misioneros iniciaron sus labores de evangelización. Para 1.594, la religión católica había echado raíces en Esquipulas y aprovechando una abundante cosecha de algodón, los frailes y fieles decidieron encargar una imagen de Jesús crucificado.
Don Cristóbal de Morales, representante de los habitantes de la localidad encargó el trabajo al escultor portugués Quirio Cataño, quién en ese momento vivía en Santiago de los Caballeros de Guatemala. Meses después, el trabajo fue entregado el 4 de octubre del mismo año.

La leyenda del peregrinaje
No recuerdo si fue el Coronel Aureliano Buendía, o tal vez, su esposa Úrsula quién me contó que fue la buena gente del pueblo la que viajó a la ciudad de Santiago de Guatemala a recibir la imagen encargada a Cataño, y de inmediato retornaron a su propia Esquipulas. Durante el traslado de la imagen, quienes la venían en el camino, quedaban maravillados y solicitaban que permaneciera entre ellos, al menos una noche. Así se instituyó la tradición del peregrinaje para venerar dicha imagen. Finalmente, el Cristo Negro llegó a Esquipulas el 9 de marzo de 1595.

Pero estoy seguro de que, fue el viejo Melquíades el que mirándome con sus ojos torcidos y usando esa voz con la que solía describir el principio del universo, me dijo que el escultor utilizó para su obra madera oscura, es decir madera del ébano, de modo que se pareciera al color de la piel de los habitantes de Esquipulas, descendientes del pueblo Chori.

Pero, otra versión, la que estoy seguro de que la escribió ese colombiano de Macondo, el que pretendió que le crea que el Cristo fue tallado en madera blanca, pero que los años (siglos) de exposición al humo de las veladoras, así como el roce de las manos de los miles o millones de fieles devotos fueron la causa de su característico tono oscuro. Eso no lo cree nadie que haya visto el crucifijo cuya negritud es negra de principio al fin, de la cabeza a los pies, igualitica en su intensidad y pareja en su brillo.

Pero, los herederos del realismo mágico que recorre nuestra tierra existe la leyenda de que la imagen del Señor de Esquipulas había sido encontrada al interior de una mina y cuando se pretendió trasladarla a otro lugar, sorpresivamente, ésta regresaba a la basílica de Esquipulas, levantando una nube de mariposas amarillas que nadie las puede tocar, porque si las toca se convierte en una de ellas.

Las festividades actuales
Del 7 al 15 de enero de cada año, miles y miles de feligreses ingresan a la Basílica de Esquipulas, mientas que en el pueblo se realizan actividades deportivas, culturales y musicales, así como fiestas populares provenientes de distintos puntos del país que arriban caminando o en incómodos vehículos para rendir homenaje a esta imagen. Recientemente, desde hace unos 10 años, se ha instituido otra forma de peregrinajes y es que desde distintos puntos de Guatemala parten miles de motocicletas hacia Esquipulas llevando a los fieles, especialmente, jóvenes, a la ciudad donde reside la imagen del Cristo Negro de Esquipulas.

El color de la piel no nos hace diferentes
¿Qué pasará, entonces, con aquellas personas que mantienen ciertas ideas basadas en la superioridad de una raza sobre las otras, y por eso, les está permitido causar dolor y vejamen a estas?
¿Tiene usted miedo de encontrarse, después de la muerte con un Cristo negro, amarillo, cobrizo, esquimal, o de cualquier color de piel que no sea el suyo?