De imperios e imperialismos

Autor: Dr. Alan Cathey Dávalos| RS 79


El presente comentario trata de ofrecer una visión lo más objetiva, respecto de un hecho histórico y geopolítico de carácter universal, cuyos orígenes y autores han sido, en lo que hace referencia a la cultura europea, usados como referentes únicos y malvados de este hecho, el Imperio y los Imperialismos.

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Neocolonialismo
Viene al caso el comentario, ante la cada vez más evidente acción neocolonialista de Rusia en África, actuando por medio del plantel de mercenarios del Grupo Wagner, para poder lavarse las manos por las acciones criminales de éstos. La presencia de Wagner en África, en Libia, en Chad, en Mali, y posiblemente en Níger hoy, se orienta al control de recursos o territorios estratégicos, como el uranio en este último . En Sudán, Wagner ha armado y da apoyo a la facción más radical contra el poco aceptable gobierno sudanés, para asegurarse el control de las minas de oro del norte del país, algo muy parecido a lo que ocurre en la República Centroafricana con su cobalto, diamantes y también uranio. Pese a estas evidencias de neocolonialismo ruso, se sigue vendiendo el discurso de los años 60 del pasado siglo, sin que las víctimas de ésta ceguera inducida logren superarla.

Artículo de fe

En 1916, en plena I Guerra Mundial, antes de ser embarcado en el famoso “vagón sellado” y enviado por el Imperio Alemán hasta San Petersburgo, como una especie de arma de destrucción masiva contra el Estado ruso, a dos meses de la caída del zarismo, para que acabe a su vez con el gobierno Kerensky, el sucesor de Nicolás II, Vladimir Ulianov, Lenin para los amigos, había publicado un texto, que se volvería, como buena parte de su obra y la de Marx y Engels, en el Evangelio de los revolucionarios radicales del siglo XX, tan propenso a las religiones ideológicas que lo aquejaron, con trágicas consecuencias para el mundo. El libro se titula “El Imperialismo, fase final del capitalismo”, y se alinea con la concepción pseudocientífica marxista de la inevitabilidad histórica postulada en el materialismo dialéctico, que anunciaba la próxima caída del capitalismo, para dar paso al gobierno socialista mundial. Como tantas de las predicciones de la tendencia, también esta se reveló como una mera ilusión, lo que en inglés se llama “wishful thinking”, donde el bolchevismo leninista tan solo reemplazó a la autocracia zarista, con la suya propia.

Catecismo ideológico
Sin embargo, el lastre mental al que el texto dió lugar, perduraría durante generaciones de rigurosa observancia, por los creyentes de la buena nueva, anunciada por los profetas de la revolución mundial. Imperialismo se volvió, para los aplicados copistas del sagrado texto leninista, un término aplicable a los estados europeos que, por su naturaleza capitalista, se habían apropiado de los países de menor desarrollo, explotándolos para su beneficio.

Olvido histórico
El que en este reduccionismo se le pierdan a Lenin unos 8000 años de historia, al parecer no crea ningún conflicto a sus seguidores, lo que no debe llamar la atención, dado el claro carácter religioso que rápidamente adquirió el corpus del credo revolucionario. Expresar reservas o dudas se volvió peligroso, herético inclusive, con las frecuentemente trágicas consecuencias que los escépticos pueden sufrir, al poner en duda los dogmas de fe.



Imperios en la historia
Los imperios son una constante histórica que se manifiesta en todo el mundo, en variadas localidades y momentos.

Los imperios asirio, egipcio o hitita, en Oriente Medio, darán paso a uno mayor, el aqueménida, mientras en el Mediterráneo la República Romana daba sus primeros pasos hacia lo que sería, siglos más tarde, el Imperio Romano, en torno a su Mare Nostrum primero, para llegar al Danubio, al Rin y al Eufrates en su momento cumbre.

En China, para esas fechas, Xi Huangdi había ya consolidado el primer Imperio Chino, para el 220 AC, unos 400 años antes del Imperio Gupta en la India. En America Central, surgen varias ciudades-estado hacia el 1000 AC, que se integran en un imperio comercial en torno a Tikal y Kalakmul. En Sudamerica surge, a partir del año 1200, el Imperio Inca, que se construye sobre una variedad de culturas que se habían desarrollado en el Altiplano y en la costa peruana, y perdura hasta la conquista española, en un caso parecido al del imperio azteca. En África, los imperios de Kush, Malí, Ghana o Aksum, dan cuenta también de una estructura política y administrativa que está en un nivel muy diferente del de la ciudad-estado e incluso de los reinos.

Imperios como espacios de orden
De hecho, los imperios se vuelven espacios de orden y paz, donde la civilización y la cultura florecen.

No es difícil establecer la comparación entre la Pax Romana y la anarquía y destrucción que se producen tras la caída del Imperio. Como dato revelador, la Roma de Augusto, del siglo I, era una urbe de 1 millón de habitantes. Para el año 800, no llegaba a 20 mil. El horror chino a la anarquía, viene de 400 años de guerras intestinas, conocidas como “la época de los Reinos Contendientes”, a la que termina Xi Huangdi, que por esto será reconocido como el Primer Emperador.

No es un invento Occidental
Así pues, no es verdad que el imperialismo ni el imperio sean inventos del vil capitalismo occidental, el interesado relato que se vendió desde el marxismo al universo colonial que se mantuvo en Asia y África hasta el final de la II Guerra Mundial. Ese imaginario, muy bien vendido por cierto, sirvió para que el Imperio Soviético se posicionarse, ante los nacientes movimientos independentistas, en las colonias europeas en África y Asia, y hasta cierto punto, en el Caribe, como el campeón del anticolonialismo, papel al que se adhiere China, a partir de 1948. Paradojas

La nunca resuelta paradoja de que el primero haya sido el más grande, geográficamente al menos, imperio de la historia, y el segundo, el de más larga existencia como tal, en cuanto comunidad cultural con conciencia común, demuestra la facilidad con que se puede armar un relato si se tocan las fibras del sentimiento y hasta de los agravios y rencores, para hacerse pasar como los “buenos de la película”.

Imperialismo ruso y soviético
De hecho, el imperialismo ruso, iniciado en la segunda mitad del siglo XVI, contemporáneo del británico y holandés, y ligeramente tardío respecto del español, es tan o más brutal que cualquiera de éstos, en su expansión hacia el Este, desde los Urales hasta el Pacífico, a lo largo de la cuenca Uralo Altaica, hacia el sureste, en el Asia Central túrquica, al sur, en el Cáucaso y los kanatos crimeos, y hacia el oeste, capturando Bielorusia, Polonia, los actuales estados bálticos, e incluso Finlandia.

El resultado fue un territorio descomunal de casi 23 millones de km/2, sin contar con la península de Alaska, de 1,5 millones de km/2, vendida a Estados Unidos en 1867, en 7,2 millones de dólares.

Con la caída del zarismo, en algo se reduce el territorio qué se integra a la Unión Soviética, pues tras la I Guerra Mundial, Finlandia, los estados bálticos y Polonia, logran separarse del Imperio, obteniendo su independencia, que terminará 20 años después, de Polonia y los estados bálticos, al ser fraternalmente festinados, entre Stalin y Hitler, a través del Pacto Molotov Ribbentrop, quedándose el primero con Estonia, Letonia y Lituania, y la mitad oriental de Polonia, y el segundo con el resto de ésta última.

Finlandia logró resistir con éxito los apetitos de Stalin, en la llamada Guerra de Invierno, consiguiendo victorias inspiradoras frente a un enemigo largamente superior en número y armamento.

Pacto entre criminales
La sórdida historia del imperialismo soviético haciendo alianzas con el nazismo, para repartirse Europa Oriental, sería también objeto de la manipulación de la propaganda soviética, para diluir su recuerdo en el autobombo de la resistencia posterior al Tercer Reich, del que fueran interesados socios, unos meses antes de la invasión alemana.

El constructo retórico que se hace, desde la URSS del anticolonialismo y antiimperialismo, se cae por su propio peso, tras la II Guerra Mundial, cuando la URSS, efectivamente, coloniza la Europa Oriental, al ocuparla por la fuerza durante los siguientes 40 años, con las brutales intervenciones militares en Alemania Oriental, en 1953, en Hungría, en 1956, y en Checoslovaquia, en 1968, reprimiendo con sus tanques a unas poblaciones que estaban hartas de su dominación. La última aventura colonial soviética, se daría, desde 1979, en Afganistán, defendiendo al títere que habían puesto a la cabeza del país, para que gobernara en su nombre.

Afganistán sería la némesis del Imperio Soviético, que diez años más tarde empezaría a derrumbarse, hasta la disolución de la URSS en 1992, en 15 estados sucesores.

El neo imperialismo de Putin
El afán imperialista y colonialista soviético y zarista, ha sido retomado, con la mayor decisión, por la Rusia de Putin, como ha quedado de manifiesto en su reconquista brutal de Chechenia en 2004, su intervención en Georgia en 2008, creando unos enclaves a los que pomposamente llama repúblicas, con su Anschluss de Crimea, en 2014, y en su guerra de agresión y conquista en Ucrania, a partir de febrero de 2022.

Ciegos funcionales
Como no hay peor ciego que el que no quiere ver, aún persisten líderes latinoamericanos y africanos que, por alguna extraña alquimia de la mente, siguen viendo, en Rusia y en Putin, al ya nebuloso recuerdo ideológico que fuera proyectado por una URSS, que se hacía pasar como la “vanguardia del proletariado”, sin querer sacarse la venda de los ojos para darse cuenta de cómo una oligarquía rapaz y represiva se apoderó del Imperio más grande del mundo, para su exclusivo uso y abuso. No en vano, los oligarcas rusos son hoy epítome de extravagancia y ostentación, en todo el planeta, exhibiendo impúdicamente su saqueo.

Borrar la memoria
Resulta insólito que, mientras persiste el mito del antiimperialismo ruso, y sus mercenarios derrocan y ponen gobiernos a su antojo, muy poco o nada se menciona acerca de los decisivos aportes, materiales, como es el caso del desarrollo científico y médico, que ha logrado un vuelco inédito en la expectativa de vida de la población mundial, llevándola de los 35 años en 1750, a los 70 y más hoy, pero sobre todo, lo que ha contribuido en el plano humano de las libertades y derechos de las personas. Todo el desarrollo, filosófico y político, de la noción de derechos humanos y de democracia política, han sido creación de esa cultura occidental, y de ninguna otra. El que estemos discutiendo de temas como el antiimperialismo, por ejemplo, se debe a que esa denostada civilización occidental, los ha formulado y los ha difundido por el mundo.
Mucho se podrá criticar, desde relecturas de la historia que olvidan el contexto cultural en el que suceden los hechos, a veces a siglos de distancia, al dominio ejercido por Europa y sus derivaciones, durante los últimos siglos.

Sindéresis, por favor.
Lo condenable está en que esa conveniente amnesia, por sus intereses, no mantenga una elemental sindéresis respecto de idénticas o peores conductas de los imperialismos que no correspondan al ámbito occidental. Como que las líneas entre el genocidio cultural que practica China en Sinkiang, respecto de las minorías uighures y kazajas, o en el Tíbet, en perjuicio de los tibetanos nativos, o las que practica Rusia contra ucranianos o tártaros, no están muy lejanas de las de Bélgica en el Congo o las de la Sudáfrica del Apartheid contra su mayoría africana negra.

Persistencia imperial
Lo que sí amerita destacar, es que las conductas que el imperialismo europeo practicó, se redujeron drásticamente, hasta casi desaparecer, tras la II Guerra Mundial, mientras el imperialismo chino y el ruso, han continuado inalterados, y en el caso chino, incluso aumentados, dada su agresiva postura con India y Vietnam, con los cuales se enfrentó militarmente, y en las crecientes tensiones con sus vecinos, sobre las aguas del mar de la China Meridional, y con Japón, por las islas Senkaku, o su cada día mayor presión sobre Taiwán, cuando la solución sería tan simple como el realizar un plebiscito en la isla, para que sus habitantes ejerzan su derecho a la autodeterminación, principio fervorosamente defendido por Rusia y China, cuando de argumentar contra el imperialismo occidental se ha tratado, pero cuidadosamente soslayado, si se trata de sus conflictos internos.

Ética y principios
Más allá que el concepto ético de derechos humanos y democracia sean un desarrollo de la cultura occidental, los valores que éstos representan, son universales, y constituyen el avance más importante en el reconocimiento de la esencial dignidad humana, por un lado, y, por vez primera, de unos límites a un poder que, durante toda la historia, ha sido, casi por definición, omnímodo y absoluto. Es por esto que los modernos imperialismos se empeñan en desmerecerlos y relativizarlos.

Es deber de todos los demócratas y humanistas, defender esa herencia, proveniente de una milenaria lucha por la dignidad y la libertad humanas. Es una deuda inolvidable con quienes nos han permitido vivir en un mundo diferente al de la opresión y el abuso. Honrémosla.

Dr. Alan Cathey Dávalos, [email protected]