Crítica literaria: los devotos de San Lázaro

Autor: *Galo Guerrero J. | RS 83


Así reza el subtítulo de la novela bucólica, biográfica y socio-costumbrista LOS DEVOTOS DE SAN LÁZARO, del escritor y médico lojano, afincado en Francia, Hugo González Carrión. Esta novela de la “fealdad luminosa” fue presentada en la Universidad Técnica Particular de Loja, el 11 de abril de 2023.

En esta obra literaria se siente lo luminoso que puede ser el lenguaje narrativo cuando es asumido desde la vivencia más pura, solidaria y profundamente humanística de su autor que al delegar la voz narrativa a un grupo humano que, a través de los personajes que el novelista los ha creado y recreado literariamente, representa o recoge, con una marcada fluidez verbal, la fealdad social en la que se desenvuelve un grupo humano que, aislado de toda forma de convivencia armónica, arrastra una vida miserable como producto de la indiferencia y de la corrupción moral a la que hasta hoy están acostumbrados a desparramar, sin ninguna compasión, ciertos personajes que en calidad de malos políticos y autoridades civiles que, delegados para servir y proteger a los grupos humanos más vulnerables, los abandonan a su suerte.



Pues, la enfermedad, la falta de trabajo, la falta de educación, la geografía raquítica por falta de agua y de buenas tierras para el cultivo y de los servicios básicos para que un grupo humano pueda vivir dignamente, es lo que aparece narrado en esta novela en la que su autor ha querido dejar marcada su huella de sensibilidad humana y, ante todo, de auténtica lojanidad, desde un lenguaje narrativo y autobiográfico que recoge la idiosincrasia de un pueblo pobre, maltratado, de un sector de la provincia de Loja que, aunque ignorante en cuanto a desconocer cómo se puede vivir bajo los senderos de la educación formal, de la salud, de la convivencia familiar y de la alimentación para que pueda vivir en condiciones normales, hace todo lo posible para que su condición humana no flaquee frente a la miseria que día a día los devora, sobre todo porque la superstición y la falta de higiene mental ha trastocado su salud física y psíquica frente a la enfermad de la lepra y de la pobreza material que los devora inmisericordemente.

En este orden, y tal como lo señala en el prólogo el médico lojano Patricio Aguirre:
“La descripción de los personajes y su entorno es patética como su realidad: campesinos de manos callosas, piel curtida, ojos blanqueados por el pterigium y envueltos en un omnipresente y riguroso misticismo decorado de escapularios y medallas. Se trata de gente miserable, es cierto, pero es gente buena, generosa y solidaria con el forastero. Cabalgando sobre un jumento que parece haber perdido la noción del tiempo [el protagonista de esta novela] llega por accidente a la minúscula y miserable casa de la familia Acaro-Pinzón, donde recibirá la primera lección de humanidad”. (Aguirre 2023, pp. 6-7).

Desde esta óptica, la trama de esta sabrosa novela está enraizada en la preocupación que el personaje protagónico, estudiante de medicina, ya casi médico, sabedor de que la lepra está enraizada en un caserío muy humilde, denominado Cuatro Vientos, acude allá, para en una estancia de unos pocos días, tratar de llegar a sensibilizar a esta población para que aprenda a curarse de esta enfermedad letal, diabólica, causante de la muerte no solo de quien la padece sino de la familia y de la comunidad toda que tiene que aprender a convivir con esta enfermedad y con la conducta que ella provoca en el diario vivir de sus parroquianos.

Así, el personaje protagónico adquiere una experiencia admirable en medio de una comunidad calificada como ignorante en todo, por el aislamiento que en todos los niveles humanos vive, pero que, tal como el ser humano está estructurado ontológica y luminosamente para enfrentar los ambientes más feos e inhumanos en los que la naturaleza y la sociedad los ha llevado a vivir, pues, siempre estará latente en la población desarraigada una y mil maneras para enfrentar estas realidades oprobiosas y llevarlas a un grado de consideración humana, vivible con ingenio y hasta con una adecuada humildad y sabiduría popular que los vuelve dignos y admirables tanto en su gracia como en su desgracia.

En efecto, este relato novelístico, “respira ruralidad, naturaleza, pobreza, resignación y, paradójicamente, felicidad; sutilmente el autor nos conduce de lleno al campo con un realismo impactante donde se juntan dolor y esperanza. Porque sus relatos son eso: testimonios de vida. [Así,] doña Esther, la dinámica presidenta de la Asociación de Mujeres, es una revelación. Está casada y tiene tres hijos con su marido Malaquías, también enfermo de la lepra. Esta pareja ilustra dramáticamente, el drama del amor y el desencanto en una fusión donde el dolor es impronunciable y las promesas insostenibles. De ellos recibirá, el estudiante de medicina [el personaje protagónico], otra lección de humanidad, la más cruel, que lo dejará sin voz”. (Aguirre, 2023, pp. 4 y 9)
Y, al lector, perplejo, tal como a continuación reproduzco parte del diálogo entre el estudiante de medicina y Malaquías, el leproso:
“— Gracias, Malaquías, pero dígame, volviendo al tema de la bebida, ¿por qué toma? ¿Para olvidar los problemas? ¿Las enfermedades? ¿La injusticia?
Allí se marcó una pausa en nuestro intercambio.

Él se quedó mirando fijo en el vacío sin mover ni una pestaña.
— ¿Para qué otra cosa sería? Por supuesto que es para olvidar esta puta vida. Usted no sabe ni se imagina lo duro que es vivir con la enfermedad, es una terrible desgracia, es una maldición de la puta madre, discúlpeme la grosería.

— Es difícil de imaginar, en eso tiene toda la razón.

— Que la gente lo vea y de lejos lo evite. Que los niños a veces se echen a correr cuando lo ven porque les da miedo. Que los ancianos digan que es un castigo divino y que la gente se lo crea termina por hacerlo perder la fe. Que la misma familia sienta, aunque no lo diga, vergüenza de usted. Si todo eso no es suficientemente duro de soportar todos los días, entonces le pregunto, ¿qué es más cruel? Tiene que escoger entre tomar todos los días esas pastillas que revuelven el estómago y cambian el sabor de la boca, o, no tomar, y sentir cuando uno trabaja y transpira el olor de su propia carne salada que se vuelve dolorosa, o peor todavía, cuando uno tiene que ahuyentar con la mano las moscas que dan vueltas para dejar sus huevos en las llagas. Yo me he preguntado miles de veces hasta volverme loco y no sé qué es mejor o peor. ¿Le parece que todo eso es un suplicio soportable? A veces cuando estoy solo en la noche, créame, se me van las lágrimas, pero son lágrimas de ira.

Así prefiero esconder mi tristeza sin testigos, en la oscuridad. ¿Y para qué sirve tanto sufrimiento?, me pregunto. Yo no quiero la caridad de nadie. Así soy y así me he de morir. No tengo amigos. Los pocos que tenía cuando chico se han ido poco a poco distanciando a causa de mi problema. Yo me di cuenta y por eso ni siquiera les he pedido una explicación. Esto que le estoy contando no he podido decírselo antes a nadie. Mi soledad es inmensa. Ahora hasta las caricias con mis hijos las evito y ellos se han dado cuenta y obviamente ellos también me evitan. ¿Qué otro castigo más horrible puede imaginarse para un padre que el que sus hijos lo detesten? Con mis padres nunca tocamos el tema, solo hablamos del trabajo en el campo y eso es todo. Hemos decidido tácitamente, sin decirlo abiertamente, callar. Mi padre también está enfermo y desde hace muchos años.

Su sufrimiento es como el mío, la diferencia es que él ha decidido llevar adelante a la familia con su trabajo. Le debemos todo. Para mí es un tipo valiente, por eso lo respeto. Mi madre, qué decir, es una santa mujer que ha sabido llevar esta cruz tan grande sobre sus hombros sin quejarse nunca. ¿Se da cuenta? Yo no sé cómo ha hecho, pero lo ha logrado. Solo yo me he quedado a vivir aquí. Mis hermanos han partido todos a otros pueblos y tanto mejor. Usted no lo sabe, pero mi hermano Justino se suicidó tomando un frasco entero de Racumin cuando tenía diez y seis años y no estaba enfermo, lo que no podía soportar era la tragedia que golpeaba a nuestra familia, y yo me siento responsable de su muerte, y como no hacerlo. Mi mujer es buena. No hay para qué repetirlo, eso lo sé. En el fondo existe un afecto, pero mi paciencia y mis sentimientos se han agotado y me hundo poco a poco en un hueco donde el amor también se debilita. ¿Comprende mejor ahora mi situación? Me estoy pudriendo es cierto… Que mis hijos y mi mujer se preocupen es normal, soy su padre y su esposo después de todo, así es la vida, que le vamos a hacer, pero mientras su sufrimiento y el mío sean más cortos, mejor será, por eso, sin anhelar la muerte espero que llegue sin tardar. No quiero morir viejo. No todas las personas pueden sobrellevar una carga tan pesada toda la vida. He pensado en suicidarme, pero no tengo la suficiente fuerza y determinación que se necesitan para auto eliminarse, porque como ha escuchado, las razones me sobran para terminar con esta vida de mierda. ¿Comprende mejor ahora porque me tomo un trago?” (González, 2023, pp. 146-149)

Entonces, el buen pretexto de esta novela que literariamente destaca una realidad socialmente brutal, fea, oprobiosa; pues, aparece luminosa porque el lector se enriquecerá, primero porque, como sostiene el escritor español Juan Farias, “para mí, literatura es saber por qué lo escribió, qué sentía y, sobre todo, qué me hace sentir a mí” (2002, p. 70), esta narración que me encamina, dada la fluidez verbal con la que está escrita, para conocer a fondo esta ficción, desde la personalidad de los personajes esenciales con los que se cruza el personaje protagónico y que, aparecen ambientados desde la descripción geográfica de nuestra realidad lojana que el autor de la novela la conoce muy bien y, luego, con ese donaire que al protagonista, como delegado personal del escritor, le caracteriza para adentrarse en el alma, en la personalidad, en la psiquis y en la idiosincrasia de nuestro chazo lojano a través de los diálogos bien trazados que el autor los construye hábil y sutilmente desde la ironía, la nostalgia y la sabiduría popular hasta hacer que sus personajes se desnuden cognitiva, lingüística, antropológica, socio-educativa y éticamente en el habla, en el tono y en el contorno con el cual viven, tal como si se tratase de diálogos vivos, in situ, como en efecto lo son, dado que Hugo González Carrión utiliza su propia condición humana para, desde otras de las técnicas muy bien probadas en la escritura literaria: el diálogo y la añoranza por su tierra natal y sus vivencias personales, delegadas en el efecto que produce la autobiografía, para narrar con la mayor de las habilidades posibles, todo el condumio socio-educativo-cultural y costumbrista que contiene una población por pobre y maltratada que esta haya sido.

Por lo tanto, y, en conclusión, esta novela lazarista, costumbrista, autobiográfica, bucólica y socialmente ambientada en un conglomerado de auténtica lojanidad, queda antropológicamente enraizada en el lector, dada la solvencia intelectual y emotivo-espiritual que descansa en su autor, tanto en su calidad de médico, de lojano, de hombre de mundos y culturas universalmente conocidas por él y, ante todo, como escritor que sabe cómo volver estético y axiológico a todo este conjunto de lenguaje narrativo y poético que tiene este breve y elocuente trabajo literario denominado LOS DEVOTOS DE SAN LÁZARO Viaje al mundo de la fealdad luminosa, para que, insisto, sea el lector el que valore este entramado novelístico, cuyo andarivel sociológico y de auténtica lojanidad sea valorado en el orden cognitivo que le sea factible, o quizá, como señala el músico y neurocientífico Daniel Levitin:
“Tal vez los aspectos espirituales o emocionales del arte sean sus cualidades más preciadas. La poesía [y la narrativa] no es una excepción. Su propósito no es ofrecer una mera descripción, sino comunicar sentimientos e interpretaciones personales, subjetivas, de acontecimientos”. (Levitin 2019, p. 40). que marcadamente simbólicos hacen del lenguaje una ficción de realidades en las que el lector sabe que, como sostiene Juan Farias,
“a la literatura, como a la mar, hay que entrar desnudo, desarmado, a recibirla contra la piel del alma, corriendo el riesgo de ser maltratado por la ola o tener la fortuna que la ola te deje suavemente, en la arena, al Sol”. (Farias 2002, p. 69).
y en las páginas de esta novela en la que bien podría quedar matriculado, usted, querido lector, en la escuela de Los devotos de San Lázaro, y viajando a todo ritmo en el carruaje de esta trama literaria que desde la palabra leída con meticulosidad lo encaminará estética y socio-dramáticamente al mundo de esta fealdad luminosa-
*Galo Guerrero J. – [email protected]
Gaceta Cultural, 33 Loja. Ecuador