China: Clave para la paz en Ucrania

Roberto Betancourt Ruales | RS 69

La reunificación de Taiwán es un objetivo de interés nacional irrenunciable para China. Los recientes ejercicios militares chinos llevados a cabo frente a Taiwán se produjeron tras la visita de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, a los EE.UU. Tales maniobras fueron respondidas, de inmediato, por los EE.UU. Ambas potencias contribuyeron a elevar las tensiones en esa región, lo que no ayuda a establecer el ambiente necesario para negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania.

El plan de paz presentado por China para la guerra en Ucrania y las subsiguientes acciones que desarrolle con tal fin, no pueden dejar de tener en cuenta su rivalidad con los EE.UU.

Al conmemorarse un año de la invasión a Ucrania, el ministerio de Relaciones Exteriores de China anunció un plan de base para la paz que comprendía doce puntos. Los más relevantes: el cese al fuego, evitar el uso de armas nucleares, el respeto a la soberanía de los países y el fin de las sanciones unilaterales. Con ello, Xi Jinping parece estimar que ha hecho esfuerzos para posicionarse como el facilitador de la paz.

Sin embargo, el secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania mantiene que: “El primer y principal punto es la capitulación o retirada de las tropas de ocupación rusas del territorio de acuerdo con las normas del derecho internacional y la Carta de la ONU”. Acaso Xi Jinping no sabía que Ucrania no aceptaría.

Por su lado, Putin dio la bienvenida al plan, pero siguió insistiendo en que Zelensky deberá reconocer las “nuevas realidades geopolíticas” de las tierras ucranianas (las anexionadas ilegalmente por Moscú). Lo hace pese a que las fuerzas rusas no controlan militarmente por completo esos territorios.

Por el momento, no hay señales que lleven a pensar que China modificará su propuesta, especialmente en vista de su fuerte rivalidad con los EE. UU que es uno de los elementos que orienta su análisis sobre esta guerra. Además, parece improbable que China presione a Rusia para que detenga la guerra o que le exija a Putin hacer ciertas concesiones.

El mundo entero sabe que existe un riesgo muy grande con este conflicto. En efecto, a inicios de febrero de este año, Rusia sorprendía al dar a conocer la decisión de suspender el cumplimiento de específicas obligaciones en el marco del Tratado sobre Reducción de Armamento Estratégico, suscrito en 2010, con los EE. UU.

En la Asamblea General de la ONU, el 23 de febrero, ante la parálisis del Consejo de Seguridad debido el veto ruso, se volvió a exigir a Rusia la retirada “inmediata, completa e incondicional” de sus tropas de Ucrania y un “cese de hostilidades”. La simbólica Resolución fue apoyada por 141 miembros, mientras que 7 votaron en contra y 32 se abstuvieron (China).

En marzo, se intensificaron las tensiones geopolíticas regionales con hechos y anuncios alarmantes tales como los del presidente Putin, quien adelantó que tenía la intención de enviar armas nucleares tácticas de corto alcance a Bielorrusia.



Por su parte, la diplomacia china preparaba el escenario para mostrarse ante el mundo como pacificador entre Rusia y Ucrania, pues asumía el papel de mediador entre Irán y el Reino de Arabia Saudita, y bajo su auspicio se formalizaba un acuerdo para solucionar la prolongada rivalidad (1979) de esos dos países, aportando a la estabilización y seguridad del Medio Oriente.

Días después, Xi Jinping hacía un planteamiento ideológico denominado “Iniciativa de Civilización Global (ICG)”, recordando la importancia de defender la paz, el desarrollo, la democracia y la libertad y que los países deben “abstenerse de imponer sus propios valores o modelos a los demás”. En el fondo, la ICG es un mensaje que resalta que Occidente no ha respetado sus propias reglas y que hay que luchar contra la desigualdad impuesta al Sur Global, impulsando para ello un nuevo orden mundial. Concepto de gran aceptación entre muchos países emergentes.
Luego de la orden de arresto contra Vladimir Putin, emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) -al considerar que existen motivos razonables para creer que tiene “responsabilidad penal individual” por deportar ilegalmente a unos 16 mil niños ucranianos hacia Rusia- Xi Jinping visitó al presidente ruso, en Moscú, del 20 al 22 de marzo de 2023.

Esa visita es una clara señal de apoyo a Rusia en momentos en que Putin experimenta una intensa presión internacional.
Adicionalmente, vale recordar que la economía china absorbe gran parte de las exportaciones de hidrocarburos rusos, atenuándose así el duro impacto de las múltiples sanciones impuestas a Rusia por las potencias occidentales. Ambos países, incluso, realizan transacciones comerciales y financieras en sus monedas, evitando el uso del dólar estadounidense.

Xi Jinping tiene la vista puesta en Taiwán al apoyar a Rusia. Por eso le interesa, igualmente, como herramienta de política exterior, minar tanto la legitimidad de las sanciones económicas sobre Rusia cuanto el apoyo militar que Occidente brinda a Ucrania.

Para China la reunificación de Taiwán es un objetivo de interés nacional irrenunciable. Sus ejercicios militares realizados el 8 de abril de 2023, en aguas del estrecho de Taiwán, fueron una reacción a la reunión mantenida por la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, con el presidente de la Cámara de Representantes de los EE.UU, Kevin McCarthy. Tales maniobras recibieron respuesta inmediata de los EE.UU al enviar el destructor USS Millus a la zona, y son parte del peligroso ajedrez geopolítico que mantienen Washington y Beijín en esa región.

Las guerras se resuelven vía rendición total o negociación. Sin embargo, si Xi Jinping, ya sea individualmente o en conjunto con otros países (Brasil), llegase a convertirse en el líder capaz de facilitar el diálogo para las negociaciones de paz, habrá encendido no solo una luz para caminar hacia el fin del conflicto, sino además alcanzaría un reconocimiento internacional para China como potencia garante de la paz en el mundo.