Camino de Vargas Llosa al liberalismo democrático

Autor: Manuel Castro M. | RS 79


La vida de Mario Vargas Llosa, no es como se la quiere presentar por algunos decepcionados de sus posiciones políticas: no fue un “lecho de rosas”, tampoco fue vástago de una familia rica y aristocrática peruana, aunque respetada en Arequipa.

Luego de la boda de sus padres, Ernesto y Dorita, ésta quedó embarazada y Ernesto, un ser tiránico y déspota, abandonó a su naciente familia: “Nunca más la llamó, ni le escribió, y no dio señales de vida”. Mario nació cuatro meses después, en 1936.

Ernesto desde Lima pidió el divorcio. Acosada por la vergüenza, natural en esa época, la familia Llosa se trasladó a Cochabamba, Bolivia. La infancia de Mario transcurrió mimado por la familia Llosa, en especial por su abuelo Pedro, quien le enseñó a memorizar poemas de Rubén Darío.

A Mario le habían dicho que su padre murió y él lo creía así, por eso al acostarse besaba su fotografía, dando las buenas noches a mi papacito que estaba en los cielos”, como lo cuenta él mismo.

REAPARECE EL PADRE Y SURGE LA TRAGEDIA
“Escribo porque no soy feliz, porque es una manera de luchar contra la infelicidad”, afirmó Vargas Llosa. El origen: a los diez años de edad apareció su padre, idealizado porque lo creía muerto.

“Reaparición terrible cuya sombra ominosa determinaría gran parte de su vida”, dice Enrique Krauze, en “REDENTORES-Ideas y poder en América Latina”, obra que es un profundo análisis de la política y la literatura en la región, vidas entre otros de Martí, Rodó, Mariátegui, Eva Perón, Che Guevara, Octavio Paz, Vasconcelos, García Márquez, Hugo Chávez (al que califica de caudillo postmoderno).

En 1945, su tío, el abogado José Luis Bustamante y Rivero, fue electo presidente del Perú. Dice Vargas Llosa: “La admiración que tuve de niño por ese señor de corbata de pajarita…la sigo teniendo, pues Bustamante salió del poder más pobre de lo que entró, fue tolerante con sus adversarios y severo con sus partidarios y respetó las leyes al extremo de su suicidio político.” En 1946 comienza la pesadilla: su padre reapareció y Dorita lo aceptó como su marido “pues estaba enamorada de él”.

Ernesto dijo cuando conoció a su hijo: “El hijo vive con los padres” y se lo llevó con ellos, separándose de la familia Llosa y de su abuelo. Ernesto odiaba a su familia materna, fruto de su complejo social, e impedía que Mario tuviera relaciones con ellos. Golpeaba a su madre y a él le pegaba. Comenta Krauze: “Junto al terror que desde entonces le inspiró su papá, surgió otro sentimiento: el odio”. Dice Mario: “Odio, la palabra es dura y así me lo pareció también entonces”. Dorita y Mario trataban de escapar, pero Ernesto se las ingeniaba para continuar con el suplicio. En 1948 un golpe militar derrocó al gobierno democrático de Bustamante y Rivero, ante la satisfacción de Ernesto. El escape de Mario era la poesía, que la practicaba con la oposición del padre que la asociaba con “la mariconería”. Para alejarlo de la literatura internó a su hijo, antes de los catorce años, en el Colegio Militar Leoncio Prado en el Callao.



SU PRIMERA NOVELA
En ese Instituto militar dice Mario algo paradójico: “Encerrado entre esas rejas corroídas por la humedad de La Perla, en esos días y noches grises, de tristísima neblina, leí y escribí como no lo había hecho nunca antes y empecé a ser (aunque entonces no lo supiera) un escritor”.

Esa experiencia en que conoció a jóvenes de todas las clases sociales: indios, cholos, serranos y costeños, ricos y pobres, le sirvió años después para escribir su primera novela: “La ciudad y los perros”, ganadora del Premio Biblioteca Breve en 1962 y publicada en 1963, en que obtuvo el Premio de la Crítica Española.

En ella cuenta del machismo y violencia de un Colegio Militar en Lima.

Es además una crítica a la sociedad peruana. Su mensaje es que no hay que asociar virilidad con la violencia.

A los dos años deja el Leoncio Prado y gracias a su “tío Lucho” es admitido en un Colegio en Piura. Lejos del Colegio Militar y de la presencia opresiva de su padre, desarrolla su incipiente trabajo como escritor y periodista y estrena con éxito su obra: “La huida del Inca”.

El “tío Lucho” lo introduce al socialismo, al comunismo, al trotskismo, al aprismo, que más tarde aplicaría a su novela “Historia de Mayta”, publicada en 1964, (investigación que reconstruye la figura de del trotskista peruano Alejandro Mayta, que en 1958 inició una intentona revolucionaria, terminando su vida en el olvido y anonimato, como vendedor de helados en Lima.

VARGAS LLOSA COMUNISTA: EL CAMARADA ALBERTO
Para frustración de la familia no ingresa a la Universidad Católica de Lima sino a la Universidad pública de San Marcos, donde toma contacto con los revolucionarios, siendo uno de ellos, y se incorpora a una célula comunista: “…No había pasado un mes desde que entramos a la universidad y ya estábamos en el círculo de estudios, la primera etapa que debía seguir los militantes de Cahuide, nombre con el que trataba de reconstruirse en la clandestinidad el Partido Comunista.” Su militancia fue pasajera e inofensiva, aunque su nombre de combate era “Camarada Alberto”. A poco afirma que ya no creía en los análisis clasistas y sus interpretaciones materialistas, en la atmósfera sectaria de estalinismo que, “aunque no les dijera de manera tajante a mis camaradas, me parecían pueriles, un catecismo de estereotipos y abstracciones.”

A los 19 años su expresión de mayor rebeldía fue casarse con su tía política Julia Urquidi. En Lima soportó trabajos aburridos o extraños: cajero de banco, registrador de tumbas en un cementerio, a fin de alimentar a su nueva familia, eso sí sin dejar de escribir para periódicos y revistas.

Tuvo la suerte de colaborar con el insigne historiador Raúl Porras Barrenechea. Ganó un concurso y viajó a París con su esposa, donde viviría hasta 1965, como profesor de español y periodista de la Agencia France Press y en la Radiodifusión y Televisión Francesa. En 1959 celebró el triunfo de la Revolución Cubana, como una “histórica liberación”: “Cuba me parecía una forma renovada, más moderna, también más flexible y más abierta de la revolución…además considerando a Cuba como un modelo que podría ser seguido por América Latina.”

FUE APODADO EL “SASTRECILLO” VALIENTE
El París de 1968, hacía historia. Su escritor predilecto era Jean-Paul Sartre. En su última obra (2023):” Un bárbaro en París” Vargas Llosa afirma: “Leer sus ensayos (de Sartre) era siempre una experiencia fuera de serie, un espectáculo en que las ideas tenían la vitalidad y la fuerza de los personajes de una buena novela de aventuras…Sartre propone respuestas a preguntas más racionales y persuasivas que las de la religión y menos esquemáticas que las del marxismo”.

Comienza la decepción “Si sus tesis eran ciertas, es otra cuestión; ahora sé que no eran originales como entonces nos parecía a tantos.”

Prosigue: “Lo importante es que eran útiles: “Nos ayudaron a organizar nuestras vidas, fueron una guía valiosa en los laberintos de la cultura y de la política y hasta en los asuntos más privados del trabajo y la familia…Sartre, escritor, dramaturgo, novelista, filósofo, poeta, ideólogo, comunista, revolucionario, sostiene Vargas Llosa “es improbable que vaya a durar y, aunque tuvo una inteligencia prodigiosa, su pensamiento y sus tomas de posición erraron más veces que acertaron”.

Las razones: Satre hasta la posguerra fue apolítico. Luego fue lleno de contradicciones. Tenía la convicción que el socialismo es la única solución a los problemas sociales. Prosoviético, prochino, castrista, o protector de los guerrilleros urbanos, nunca se inscribió en el Partido Comunista, pero es célebre su frase: “Todo anticomunista es un perro”.

Vargas Llosa declara que finalmente en 1964 se rompió el hechizo, pues en una entrevista Sartre decía: “Frente a un niño que se muere de hambre “La náusea”, novela existencialista de su autoría, no servía de nada, no valía nada”. Provenía tal pensamiento -dice Vargas-de quien había enseñado que la literatura era algo tan importante que no se podía jugar con ella, que los libros eran actos que modificaban la vida.

SU ADMIRACIÓN Y DECEPCIÓN POR LA CUBA REVOLUCIONARIA
A Vargas Llosa paulatinamente le vino su decepción por la revolución soviética, por los crímenes del estalinismo: la falta de libertades, las purgas, los campos de concentración, los juicios fraguados a los opositores, las matanzas, la invasión a Checoslovaquia. Como a tantos otros Cuba le entusiasmaba por sus actos de justicia social: reforma agraria, educación y salud universal y, sobre todo, el fervor revolucionario.

El primer desencanto fue en 1967: Los editores habían propuesto su novela “La casa verde” como candidata al Premio Rómulo Gallegos, Raúl Leoni era presidente del gobierno democrático de Venezuela, quien había hecho frente a una invasión guerrillera apoyada activamente por el régimen cubano. Vargas Llosa por su estrecha relación con la Revolución comentó esa posibilidad con Alejo Carpentier, Asesor Cultural cubano, quien le propuso que en caso de ganarlo hacer un donativo a la lucha del Che Guevara en Bolivia.

Haydee Santamaría, funcionaria del aparato cultural cubano, le dijo: “Naturalmente comprendemos que un escritor tenga necesidades, lo que no significa que usted tenga que sacrificarse por esta acción; la revolución le devolverá a usted el dinero discretamente sin que esto se sepa”. A Vargas Llosa le indignó que la Revolución le propusiera una farsa, sin embargo, continuó su defensa de la revolución cubana.

Luego Vargas Llosa no asistió a una reunión de colaboradores de la Casa de las Américas, lo que se interpretó como un alejamiento, ya que sus mentores consideraban que debía asistir para explicar porqué había hecho una pública condena a la política exterior cubana (que justificaba la invasión a Checoslovaquia), “Con opiniones que debías defender”, como se le exigía. Vargas contestó: “Mi adhesión a Cuba es muy profunda, pero no es ni será la de un incondicional que hace suyas de manera automática todas las posiciones adoptadas en todos los asuntos por el poder revolucionario”.

MÁS DECEPCIONES SOBRE LA CUBA REVOLUCIONARIA
En 1971, a raíz de la detención en Cuba del escritor Heberto Padilla y otros intelectuales, y de su “confesión y arrepentimiento”, Vargas renuncia integrar la Casa de las Américas Américas y expresa: “Obligar a unos compañeros, con métodos que repugnan a la dignidad humana, a acusarse de traiciones imaginarias y a firmar cartas donde hasta la sintaxis parece policial, es la negación de lo que me hizo abrazar desde el primer día la causa de la Revolución Cubana: su decisión de luchar por la justicia social sin perder el respeto a los individuos”.

Haydee Santamaría le contestó de manera tajante y grosera: “Usted no ha tenido la menor vacilación en sumar su voz -una voz que nosotros contribuimos a que sea escuchada- al coro de los feroces enemigos de la Revolución cubana.” Además, reclamaba por sus “opiniones ridículas sobre Checoslovaquia” y agregaba “que la carta de renuncia lo pintaba de cuerpo entero como la viva imagen del escritor colonizado, despreciador de nuestros pueblos, vanidoso, en que escribir bien no sólo hace perdonar actuar mal, sino permite enjuiciar un proceso grandioso como la Revolución cubana.” El camino inicial hacia su rebelión personal no fue político económico o social, fue cultural, como dice Enrique Krauze.

Vargas Llosa ante tales afirmaciones sostiene que no tenía hostilidad contra la Revolución cubana, su actitud era un acto de protesta y afirmación de la libertad como condición esencial del socialismo: “El derecho a la crítica y a la discrepancia no es un privilegio burgués”.

Distanciado definitivamente de la Revolución cubana, comenzó a poner en duda a sus héroes intelectuales, así bajó de su pedestal a Sartre y revaloró a Albert Camus. De esta manera Vargas Llosa reivindica el individualismo, demuestra su desconfianza por la interpretación mecanicista del marxismo y festeja el pluralismo, siguiendo a Camus; y manifiesta su incomodidad por el maniqueísmo que percibía en muchos intelectuales en adoptar la ideología como una religión.

¿CUÁNDO DIO VARGAS LLOSA EL PASO AL LIBERALISMO?
Su posición definitiva la tuvo en 1979 cuando murió su padre y, por tanto, las agresiones habían cesado tiempo atrás. El terrible odio fue desapareciendo, pero el distanciamiento se mantuvo hasta finales de enero de 1979: “Cuando murió el único tirano al que habría querido querer” Poco después en un simposio en Lima escucha a Friedrich Hayek, Milton Freidmann y Jean-francisco Revel, cuyos conceptos sobre la “libertad” le impresionaron, así como los perfiles de varios socialistas libertarios.

Luego leería a Karl Popper, un clásico del pensamiento liberal. Otro factor importante fue su amistad con el escritor Octavio Paz y “el seguimiento puntual de la defensa del liberalismo democrático, en la obra de Paz” (Krauze). Y proclama su propio pensamiento: “La fascinación de los intelectuales con el estatismo deriva tanto de su vocación rentista como de su incultura económica.

A más de los 70 años de edad había vencido a su rebeldía-revolucionaria-totalitaria y encontrado una fe sin grandes revuelos utópicos, un método de convivencia: el liberalismo democrático, que le dio una idea clara de la opresión a que llevan los fanatismos y que con la complicidad de los demagogos y el apoyo de muchos gobiernos (Chávez, Maduro, Ortega, Correa, Castro) han sacrificado a pueblos e individuos.

Vargas Llosa termina por perfilar -según Krauze y con mucho acierto desde luego- sus convicciones morales contrastándolas polémicamente con las de los más conspicuos representantes de la intelectualidad latinoamericana. Pone por ejemplo a Neruda, cuya poesía califica como la más rica y liberadora que se ha escrito en castellano en este siglo, quien sin embargo escribió poemas en loor de Stalin y a quien todos los crímenes del estalinismo no le produjeron la menor turbación ética.

LA FIESTA DEL CHIVO Y EL PREMIO NOBEL
Se consagra Mario Vargas llosa universalmente con una de las mejores obras literarias: “La fiesta del Chivo”, obra alucinante sobre el dictador Trujillo y sus acólitos, que conlleva todo régimen dictatorial, algunos verdaderos con nombre y apellido, otros ficticios que se dieron en la realidad. En la novela y en la realidad los conspiradores (asesinos de Trujillo) sufren terribles represiones pero después se aprovecha esa estela de sangre para honrarlos en muerte y desterrar -implacable y suavemente- a los herederos de Trujillo. “La política es eso -dice sin inmutarse el vicepresidente de Trujillo y luego presidente Balaguer- abrirse paso entre cadáveres”.
En el 2010 Vargas Llosa alcanza el Premio Nobel de Literatura, que se lo merecería desde hace mucho tiempo. Dice Krauze: “En la esfera pública, su opción por la libertad no le dejará otro camino que seguir batiéndose contra lo que él considera injusto, opresivo, cerrado”. Que no es otra cosa que el liberalismo democrático.