Que no vuelva la guerra de hace cinco décadas

Hace 50 años arrancó la batalla que marcó el clímax de la Guerra Fría en Iberoamérica. La sangrienta ruptura del orden constitucional chileno, el 11 de septiembre de 1973, inauguró el avance del marxismo en Latinoamérica, como la batalla de Stalingrado para la expansión nazi en Eurasia.

Las ideas radicales que se tomaron Cuba desde 1959 lucían imparables. Desde entonces, se replegaron con batallas y revueltas violentas, hasta llegar a la plena democratización del continente a fines del siglo XX.

Las ideas radicales que, desde 1959 tomaron fuerza con la revolución cubana y lucían imparables, se replegaron con altos y bajos y en medio de un mar de dolor, hasta desembocar en la efímera democratización del continente a fines del siglo XX.

 ¿Fue necesario y justificado el sufrimiento que recorrió el continente desde Tlatelolco hasta Trelew? La respuesta es un rotundo y tajante ‘no’ y, 50 años después, la moraleja que deja a los latinoamericanos este 11 de septiembre, que a la vez recuerda el atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York (2001), es que las futuras generaciones jamás deberían descender a aquel infierno fratricida.

Dos simples pero profundas lecciones bastan. La primera es aprender a confiar en los propios ojos y oídos, el propio entendimiento y sensibilidad al momento de evaluar la situación local y buscar soluciones, en lugar de entregarse ciegamente a recetas y mesías extranjeros, de lealtad dudosa, intereses poco claros y prioridades maleables. Lo segundo es tener absolutamente claro que no hay ideología u ordenamiento institucional, por más aparentemente noble, que justifique el derramamiento de sangre civil. La democracia, lejos de ser perfecta, es el sistema que más diálogo y mejor convivencia garantiza, siempre que se respeten sus normas e instituciones.