¿Qué más necesita el país para despertar?

El macabro asesinato de cuatro niños en un domicilio de Guayaquil debe despertar al país, de una vez por todas. Nadie está a salvo de un incidente como este, en el que una familia entera resulta, por equivocación de los sicarios, acribillada en su cama con un poder de fuego propio de una guerra. Ya no hay como seguir aferrándose al autoengaño de que la violencia solo se da entre criminales o de que la inseguridad se limita solo a algunos barrios. El problema es generalizado y requiere un abordaje en la misma escala.

No tiene sentido rehusarse a ver la verdadera magnitud del drama. La proliferación de asesinatos y extorsiones, la sofisticación de las armas, la dimensión de las incautaciones de droga, el consumo interno, el alcance del lavado de activos denotan un escenario para el que no bastan soluciones tibias y políticas desganadas. ¿Qué más tiene que pasar para que haya una decisión política de contener la violencia y el caos por parte de los verdaderos dueños de la riqueza y el poder en el país?

La ciudadanía está en total indefensión y no puede depositar sus esperanzas en estructuras contaminadas. Todos esos políticos, autoridades y poderosos que se sostienen sobre las estructuras delictivas no moverán un dedo por cambiar las cosas. La única salida es que un puñado de gente decidida, con poder real y el apoyo comprometido de la ciudadanía que aún no ha sido corrompida, tome la conducción de esta guerra por la recuperación de la paz del país. A estas alturas, el diagnóstico y el panorama ya son claros; falta la voluntad.