No hay que olvidarse de la educación

Poco se está hablando de educación. Otros temas, como seguridad y empleo, han monopolizado la atención de la ciudadanía y los pronunciamientos del gobierno. En un contexto de sobresaltos, en el que la agenda está siempre dominada por la urgencia del momento, la educación sale perdiendo. A diferencia de lo que sucede con salud o seguridad —donde las crisis tienen efectos visibles y estremecedores— o en economía —donde las consecuencias, en las malas épocas, se sienten de inmediato—, en educación los resultados, sean positivos o negativos, tardan mucho en verse; y cuando llegan, son tan amplios y profundos, que ya de nada sirve escandalizarse.

La escasa atención que recibe el tema se dedica, por los intereses políticos y económicos en juego, a las universidades, cuando lo lógico sería que se priorizara la educación básica, la que mayor impacto tiene entre los ecuatorianos. Ya que el país ha tenido la suerte de no ver a gran parte de su infraestructura educativa destruida por el fenómeno de El Niño, como se presupuestaba, bien podría aprovechar la oportunidad para iniciar una verdadera reforma de su educación.

En sintonía con la idea de terminar con el gasto público ineficiente, el gobierno debería poner el dedo en la llaga en educación y replantear contenidos, métodos de enseñanza y formación de los profesores; temas que los propios gremios educativos siempre evitan. El mundo actual requiere pensamiento crítico, capacidad de análisis, creatividad e innovación, ¿qué está haciendo nuestro sistema educativo para ello?