Libertad, liberalismo y el nuevo ‘villano’

Las fuerzas del status quo latinoamericano se empeñan en mostrar al liberalismo como el nuevo villano. Hace poco denunciaban una ‘restauración conservadora’ y una ‘contraofensiva imperial’. Hoy, en la misma línea, se busca presentar a los movimientos defensores de la propiedad privada y las libertades individuales como iniciativas ajenas a nuestra tradición, producto de la manipulación externa y subordinadas a agendas escondidas. Nada más ajeno a la verdad.

El creciente ánimo liberal en el continente es la consecuencia lógica del despertar ciudadano. Así como la sociedad se nutre de tecnología, entretenimiento y conocimiento proveniente del resto del mundo, es inevitable que crezcan también la admiración y la curiosidad por los ideales de las sociedades abiertas que han parido toda esa prosperidad.

A lo largo de los siglos, pocas regiones han permanecido tan insistentemente aletargadas como América Latina, a excepción del continente africano. Hoy, la gente se da cuenta del efecto nocivo que ese ensimismamiento, esa falta de intercambio de bienes e ideas con el mundo, ha tenido en el desarrollo. El fracaso de las políticas colectivistas, autoritarias, estatistas y aislacionistas es inocultable. Al mismo tiempo, la ciudadanía percibe como los ciclos de mayor crecimiento y progreso se han dado, por lo general, durante los momentos de mayor simbiosis con el mercado mundial. Evidentes resultan también los beneficios, en materia de paz y bienestar, que conllevan el respeto irrestricto a la propiedad privada y las libertades individuales. El Estado siempre será necesario para regular lo que al mercado no le alcanza, pero en ojos del liberalismo, será uno eficiente y habilitador, en lugar de uno pipón, incapacitante y paternalista.