La guerra imaginaria de Viteri

Con las elecciones cada vez más cerca, la alcaldesa Cynthia Viteri aprovechó su discurso en la sesión solemne por la Independencia de Guayaquil para insistir en algunas ideas que, aunque puedan valerle votos, no dejan de ser muy nocivas para el país.

Buscó sacudir las fibras emocionales del público hablando del problema de inseguridad como una “guerra” en la que hay “un solo enemigo: la delincuencia, el crimen organizado”, que requiere de parte del Estado “armas de todo tipo”. Afirma que Guayaquil está “en primera línea” y exige “no reuniones, sino acciones” de parte del Gobierno Central.

Semejante retórica —simplona, provinciana y belicista—  parte del error deliberado de abordar un problema internacional y social como si fuese apenas una conspiración contra una ciudad. La misma fortuna que hizo que Guayaquil fuese el principal puerto de Ecuador —beneficiario de los momentos de bonanza exportadora o importadora— determina que sea ahora la sede de una violencia inusitada, producto de cambios sociales y de transformaciones en el negocio mundial del narcotráfico. Lo que pasa en Guayaquil no se debe a la supuesta negligencia del resto del país; es, al contrario, algo que afecta a todo el tejido nacional, pero que se manifiesta especialmente, tanto en violencia como en riqueza injustificada, en las fronteras y en los puertos.

Tal y como descubrió Jaime Nebot con su fallido llamado al federalismo —y como debería recordar Viteri si aún aspira a la Presidencia—, no tiene ya sentido insistir en una división artificial entre Guayaquil y el resto del país. La inseguridad es un problema cuya solución requiere concertación nacional y gestión diplomática. Para eso se necesita la participación comprometida, no el sabotaje electorero, del liderazgo guayaquileño.