El país que queremos

La decisión que nos espera a los ecuatorianos dentro de doce días tiene la posibilidad de mejorar o empeorar nuestra situación, significativamente. Por el momento que atraviesa el país y por las circunstancias de reconfiguración que experimenta el mundo, es probable que la elección de modelo sea, esta vez, un viaje sin regreso.

Tras seis años de pagar las cuentas del correísmo y de navegar el desbarajuste institucional que dejó, el pueblo ecuatoriano empieza a entender que el modelo de Montecristi está agotado.

Sin embargo, las opciones que tiene el votante frente a sí son claras.

Revolución Ciudadana propone la receta sinuosa que aplicó en el pasado: reajustar la Constitución a su favor, trasladar el peso de la crisis al sector privado y conquistar popularidad aumentando el consumo a corto plazo a toda costa. A ello se le debe añadir la receta inevitable de la ‘obediencia y mano dura’ inherente a su modelo, que desemboca en la restricción de libertades, un Gobierno duro con los opositores y piadoso con el delincuente y un alineamiento geopolítico con potencias extracontinentales, enemigas de la democracia.

Al otro lado, hay una candidatura que ofrece un camino que el Ecuador se resiste a tomar: crecimiento por medio de una sincera apertura de la economía e incorporación al mercado mundial; buscar y encontrar nichos para prosperar, como un país pequeño debe hacer, en lugar de, como niño berrinchudo, exigir que el mundo se ajuste a los propios deseos; respeto irrestricto a las libertades individuales, empezando por la libertad de empresa y la propiedad privada; vehemente defensa de la seguridad; persecución paulatina de un orden constitucional liberal.

El tiempo apremia y esta elección será únicamente el preludio de la siguiente campaña por -al menos- cuatro años más, ante un Estado que se raja por todas partes y una población que solo piensa en migrar o aguantar.

La pregunta no es qué candidato convence o en contra de cual votar, sino en el fondo, sobre construir o destruir el país que queremos.