La tarea pendiente de una democracia liberal

Hoy el país celebra el Día del Liberalismo. La magnitud de su aporte solo se compara a la de los obstáculos que ha tenido que enfrentar. El inicio tardío de la Revolución Liberal —recién en 1895—  y la violenta reacción que suscitó anunciaron, desde un inicio, que su curso estaría plagado de pausas y retrocesos. Desde entonces y hasta hoy, las grandes conquistas liberales han sido paulatinas y fruto de largas disputas; la consolidación de una verdadera democracia liberal es aún una tarea pendiente.

La sociedad y el Estado ecuatorianos adolecen de una profunda falta de fe en la fortaleza y capacidad del individuo. Es generalizada la creencia de que el ciudadano está condenado a ser una víctima frágil e improductiva en caso de no contar con el resguardo del Estado, la colectividad y las instituciones tradicionales. Sobre ese viejo prejuicio se construyó un asfixiante orden institucional que se inmiscuye en todo aspecto de la vida cotidiana, desincentiva la iniciativa individual y retrasa el progreso.

Tanto se ha distanciado la sociedad ecuatoriana de las ideas liberales que es difícil identificar con claridad un partido político que las profese y defienda. Pese a ello, la firme persecución de un régimen más libre —laboral, comercial, educativo, en seguridad social y energía— es una misión continua. Sea con el laicismo, la agroexportación, la educación privada o la dolarización, la historia demuestra que las crisis son el mejor momento para que los ciudadanos conquisten derechos y libertades que el Estado les ha negado.

El liberalismo le dio al Ecuador el voto de la mujer, la educación universal y laica, y la libertad de culto; hoy aboga por un Estado eficiente

Este es un buen momento para luchar por todo eso que sigue pendiente.