Exactamente en un año, el 8 de diciembre de 2024, la universidad pública más grande del centro del país, con más de dieciséis mil estudiantes elegirá rector o rectora. Es impreciso definir el perfil de la nueva autoridad del alma mater. Sin embargo, despierta curiosidad conocer el legado del actual rector que no ha escapado al escrutinio de inquisidores sin nombre.
No rehuí a la tentación y pregunté al rector Galo Naranjo que quisiera que pasé en el siguiente año y si hay algo que no debería pasar. Contundente respuesta: “No convertir a la universidad en el bastión de partidos políticos, alejarse de esa vieja historia”. “No dejar a la universidad en cualquier mano y eso significa que el sillón del rectorado no es un poder, sino un servicio”.
¿Cómo garantizar este legado cuando ha sido uno de los rectores del país con una de las campañas más extendida y sistemática de detractores oscurecidos en las redes sociales? ¿Acaso el próximo rector debe irse acostumbrando a las formas baratas e infames de la política y de la construcción a palo del populismo académico?
Personalmente creo que la UTA ha crecido, se ha internacionalizado, ha diversificado las opciones profesionales, y se ha enlazado a las decisiones de la provincia y el país a través de la formación. ¿Pero qué hará el actual rector para seguir en ese camino y no dejar al azar el sillón del alma mater?
Sin afán de dar recetas el educador Galo Naranjo, que ha sido docente 50 años, da una lección que rebasa el tiempo: “El que construye, no destruye” quizá esta máxima le ha permitido ser resiliente a la serie de golpes en medio de la certeza que la universidad es y seguirá siendo el medio para la transformación humana y social.
La UTA entra en un periodo sensible que, como toda institución, se espera se fortalezca y profundice en su misión ética de la formación profesional. Esperemos que no la despedacen en la vorágine que traerá la búsqueda del nuevo rector o rectora. Consejo final: la universidad no se resume al Tik Tok.