No hay hogar lamentablemente en el mundo que no haya perdido hasta este momento un ser querido, producto de esta pandemia que continúa azotando al orbe.
El aparecimiento de nuevas cepas y la confusión científica que produce, es consecuencia de la negación inmisericorde de algunas personas mal informadas, que por diferentes motivos, resuelven no recibir la vacuna, produciendo el medio expedito, para que el virus encuentre el campo idóneo para reproducirse y mantenerse por ende activo, dificultando la labor de la ciencia, que en tiempo récord, puso a disposición del conglomerado humano, varios tipos de vacunas, cuyo objetivo es producir elementos biológicos de respuesta, que evitan al patógeno reproducirse y continuar desbastando a la humanidad.
No podemos por ningún motivo dejar que el virus gane la batalla, siendo menester emplear todas las alternativas posibles para disminuir su incidencia; estas alternativas son tres (Las tres “P”): prevención, previsión y protección, la primera y la última bajo la responsabilidad implícita del Estado, mientras que la segunda es competencia única de la familia, sea esta de cualquier lugar del universo.
La prevención, que obliga a las autoridades sanitarias, disponer de la capacidad de respuesta idónea, poniendo a disposición de sus conciudadanos, la cantidad adecuada de vacuna en todo el territorio nacional, garantizando que ningún ciudadano quede exento de esta necesidad; la protección que va de la mano de la anterior, es la responsabilidad del Estado, de diseñar, los planes de inmunización efectivos, que garanticen, tanto la efectividad de la vacuna como la forma adecuada de ser administrada.
La previsión, es quizá la parte más vulnerable del proceso, que en la práctica está causando estragos a la salud pública, manteniendo aristas de renuencia a vacunarse, de un elevado margen poblacional, en todos los países. La salud pública es responsabilidad de todos, hagamos cada uno lo que nos corresponde.