Plagas

NICOLÁS MERIZALDE

La situación del municipio capitalino hace tiempo superó el límite de lo vergonzoso. La justicia ha roto la cortina que la separa de la política para aplastar los mínimos signos vitales de un sistema democrático: el control político. Esta afrenta, ha logrado convertir al cabildo en una pequeña corte de intrigas, traiciones y un hervidero de intereses que lejos de arreglar la ciudad la han transformado en una especie de señorío medieval con un dudoso Robin Hood que no combate la pobreza, sino que la usa como escudo frente al ataque de sus adversarios de la manera más ruin, aunque coherente con el tamaño de su demostrada indignidad. Yo, que viví en Quito mis años universitarios, me conduelo en el difícil exterminio de esta nueva plaga: La babosa del sillón municipal.

También los ambateños tenemos lo nuestro. Esta semana una carta escrita por algunos agentes de Tránsito ha develado el grado de putrefacción que está alcanzando la institución. Al punto, que se sanciona la honestidad con el pretexto de un mafioso espíritu de cuerpo y al parecer se camufla la irresponsabilidad y el desorden. Pocas autoridades han alzado su voz al respecto, y espero, aunque no aspiro, que el Concejo pida cuentas a una administración que con más de medio camino recorrido todavía habla de males heredados y la infatigable, nunca acabada y siempre incompleta planificación. Ojalá no se malogre el debate y existan correctivos.

Finalmente, y para acabar con una nota positiva, quiero dedicar este espacio a los agentes que con un alto sentido del deber escribieron la carta pública que denuncia la corrupción de la DT. Su voz de protesta que es también un grito de auxilio le ha dado más honor a la institución que todos los intentos de cubrir la verdad por parte de las autoridades. Su excepcionalidad es la esperanza del funcionario público.