Pinturas Negras

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Cuando Goya pintaba su “Duelo a garrotazos” entre sus pinturas negras, probablemente trataba de representar las luchas fratricidas y torpes de la España de su tiempo contra sí misma. Quizás, en su espectral versión del viejo Saturno devorador de sus hijos también nos encontramos frente a la metáfora perfecta de ese país sombrío intentando desesperadamente no trascender para así no morir. En vano, claro.

Es imposible no recorrer estas interpretaciones y no sentir el reflejo del Ecuador en ellas. El hedor de nuestros rencores, esa desesperación sacudida a golpes y violencia, y esas ganas entumecidas de trabajar por un poco de suerte.

Igual que los campesinos del “duelo” -lo de duelo es un decir porque en la escena no se ve ni un padrino, ni testigos, ni ninguna señal de ninguna regla o civilidad sino la simple furia y el acto atroz de buscar el fin del otro a costa del fin propio- igual que ellos, decía, ni Iza ni Lasso, ni casi ningún ecuatoriano puede considerarse héroe o villano tras el paso del último paro. Último porque espero que no haya otro aunque vendrá para cobrarse el hecho de haber sido incapaces de solucionar las cuestiones de fondo. Y entonces sabrá Dios lo que nos espere cuando la cuerda se tense demás.

Somos y seremos víctimas y responsables de nuestras desgracias. Esas que sí son crecientes y exitosamente redistribuidas, con cada paro de actividades y de dinero, en los bolsillos de todos para lograr una vergonzosa palestra en beneficio de los buitres andinos de cosmovisión ‘pachamarxista’.

Y la pregunta es obvia, cuándo seremos capaces de dejar los garrotazos para lograr migajas mutuas en lugar de usar el diálogo, ese cuyos resultados depende de la habilidad y el desempeño de cada uno y no del chantaje al otro. Cuándo dejaremos de vernos reflejados en las pinturas negras. En fin, nada más desolador que lo innecesario.