Hasta dan ternura

Rocío Silva

Y hubo alguien que los llamaba “guerreros digitales de la revolución ciudadana”, a un grupo de trolls, financiados o fanaticados. Troll es un vocablo nuevo, se comprende en el marco inaugurado por las nuevas tecnologías de la informática, el ciberespacio y las redes sociales. Un troll es un ser humano, anónimo o no, que maneja múltiples cuentas ficticias de Facebook, Twitter, Tik Tok, y que se comporta de una manera particular: interviene en conversaciones relativamente públicas, como los muros de fanpages, de manera cruel y agresiva con diversos propósitos, muchas veces divergentes, que suelen desviar la atención o el eje de la discusión sostenida hasta ese momento, o bien provocar la autocensura del usuario agredido; y en el caso de la comarca de las flores y las frutas, los trolls se han especializado en una agresión leve de ladrido a ediles y la justificación vacua a la sosa administración de la burgomaestre.

La existencia de los trolls es prácticamente contemporánea a las redes sociales; y, a la larga, por lo que se ha visto, su accionar logra efectos sociales adversos a su propósito de capitalización política, su tratamiento en los medios de comunicación masiva, su dinámica social, política y su conceptualización como forma de “manipulación organizada de redes sociales”, no hacen sino dar muestras del grado de violencia o servilismo, evidente que se observa en sus comentarios.

Considero que la falta de estrategia comunicacional, no amerita recurrir a  elementos epistemológicos de la articulación entre psicoanálisis y política, para realizar un estudio del fenómeno troll tiktokero en Ambato, que aflora cada martes, después de que se transmite la sesión completa del Concejo Municipal, en la que el equipo comunicacional no enfoca a la Presidenta de Concejo, mientras los concejales intervienen; y, a quienes se les corta la participación, apagando sus micrófonos; como se dijo, luego aparece una serie de trolls en páginas de muy limitada creatividad e inteligencia, que recurre a mensajes descontextualizados, con lugares comunes demagógicos, y se podría decir que hasta da ternura leer a los legionarios digitales del medio, que con loas balbuceantes y deprimente ortografía, quieren cumplir su encargo.