Superando barreras invisibles

Adriana Morocho

Adriana Morocho

El síndrome del impostor, un fenómeno psicológico que afecta a personas de todos los ámbitos, y una realidad palpable en la vida de muchas mujeres. En un mundo donde las expectativas sociales y culturales a menudo se ciernen sobre ellas, las mujeres enfrentan desafíos únicos al tratar de alcanzar su pleno potencial.

Desde temprana edad, a las mujeres se les enseña a ser modestas, a no alardear de sus logros y a dudar de su valía. Este condicionamiento cultural puede sembrar las semillas del síndrome del impostor, haciendo que las mujeres cuestionen su propio mérito y sientan que no merecen sus éxitos.El síndrome del impostor no discrimina; afecta a mujeres de todas las edades, profesiones y niveles de experiencia. Puede manifestarse en empresarias reconocidas, científicas destacadas, artistas talentosas y profesionales exitosas en cualquier campo. A menudo, estas mujeres dudan de sí mismas y se sienten como fraudes, a pesar de tener evidencia abrumadora de su competencia y logros.

Según una encuesta realizada por KGPM, “Tres de cada cuatro mujeres experimentan EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR en algún momento de sus carreras”.

Pero…¿Por qué algunas mujeres dudan sistemáticamente de ellas mismas?…
Estoy convencida de que detrás del síndrome del impostor se esconde el miedo al fracaso y el miedo a que las descubran como una mujer mucho menos competente de lo que demuestra.

Para superar el síndrome del impostor, se debe crear un entorno donde las mujeres se sientan valoradas, empoderadas y respaldadas en su búsqueda del éxito. Esto requiere un esfuerzo colectivo para desafiar los estereotipos de género, fomentar la autoconfianza y promover una cultura de reconocimiento y apoyo mutuo.

La clave está en aceptarnos tal como somos. Rebajar el nivel de exigencia y relativizar los errores, aceptando el fallo como parte “imprescindible” del aprendizaje.

Finalmente, debemos reconocer el valor y la contribución  única que las mujeres aportan a todos los aspectos de la vida y asegurarnos de que se les brinde el respeto y la igualdad que merecen. Solo entonces se podrá construir un mundo donde todas las mujeres puedan florecer y alcanzar su pleno potencial, libres del peso del síndrome del impostor.

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