Resiliencia

Ariana Miñaca Toro

La resiliencia no es solo la capacidad de resistir y recuperarse de eventos o procesos adversos. No es un concepto puramente estratégico, tiene como objetivo restablecer el equilibrio desde la experiencia, predecir riesgos y predecir la respuesta a situaciones frágiles o cualquier tipo de desastre.

Lo realmente importante no es afrontar la adversidad directamente, ni siquiera superarla, sino reconstruirse a través de la transformación positiva del propio sujeto, sistema o sociedad ante la adversidad. La resiliencia requiere un cambio de mentalidad para acoger y aceptar el sufrimiento de los demás. Es decir, está lejos de consagrar la estructura o el equilibrio del pasado, sino de invitarnos a «reconstruir mejor».

La crisis del covid-19 es un evento inesperado y está cruelmente ante nosotros. El virus nos rodea, pero a diferencia de la vieja plaga, esta distancia social puede crear un nuevo sentido de comunidad y hermandad. La resiliencia social parece ser más fuerte que la política porque se requiere para anteponer responsablemente la vida de las personas a la economía, en lugar de convertir los escudos sociales en argumentos para las luchas ideológicas.

La resiliencia puede iluminar una democracia emocional y compasiva, que posibilita la unidad y el entendimiento mutuo para superar las dinámicas de exclusión mutua, luchas de identidad o culto a la nueva frontera, obligando a los políticos a asumir sus verdaderas responsabilidades como mantener un orden libre y saber adaptarse entorno en constante cambio. La atención eficaz a los intereses comunes y el bienestar de todas las personas conducirá definitivamente a la mejora de la difícil situación actual.

El poder del algoritmo no nos inmuniza ni reduce la vulnerabilidad a cero. La resiliencia tampoco lo es, pero al ser conscientes de nuestras limitaciones, seremos más humanos y, por tanto, más capaces de superarlos para lograr una transformación personal y social.

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