Oclocracia, término griego, que significa el poder de una muchedumbre ejercida contra el resto. Polibio, escritor griego, 200 años antes de cristo, se refirió a los regímenes oclocráticos indicando que estos no representan los intereses del pueblo, no buscan el bien común, sino que tratan de mantener el poder a través de la legitimidad obtenida por medio de la violencia y manipulación de los sectores más desfavorecidos de la sociedad.
Resulta interesante la descripción que el referido historiador hace sobre la decadencia de los sistemas de gobierno en el siglo II, “el reino se perdió por la tiranía, la aristocracia por la oligarquía y la democracia por el poder desenfrenado y violento de las masas mal informadas, que son manejadas por unos cuantos, quienes se dedican a corromper al pueblo, establecen redes clientelares y buscan vivir del prójimo”; además, anunció que el problema está en las nuevas generaciones que no se involucran y desconocen las épocas de despotismo y opresión, por lo que no valoran la democracia como fuente de derechos y libertad.
Esa ignorancia, resultante de la falta de inversión en educación, afecta a una parte populosa de la población, concediendo espacio a la oclocracia, que busca instaurar oportunistas con sed de poder y dinero fácil. Un ciclo que deriva en pérdida de derechos, muertes y más pobreza. Afectando no solo al gentío que lo impulsa, sino a toda la nación. Han pasado 23 siglos desde las reflexiones de Polibio. Ojalá le prestáramos más atención a la sabiduría de importantes filósofos como él, cuyos aportes a la humanidad siguen en vigencia, y nos permiten medirnos como sociedad, nuestro comportamiento y resultados en el tiempo ¿Sabemos hacia dónde vamos o estamos estancados en los mismos errores?