Manglares

Verónica Narváez

Verónica Narváez Terán

 

Todos sabemos la capacidad que tiene la naturaleza  para impresionar con sus colores, paisajes, sensaciones; sin embargo, muchas veces nos perdemos de vivirlos por falta de conocer y caminar solo por caminos conocidos.

 Este fin de semana tuve la oportunidad de visitar Cojimies, esta playa que sentimos como extensión de Santo Domingo, tiene su Isla con su mágica vegetación característica y tan variable conforme el mes del año,   sepa que ahora cuenta con infraestructura para comer y servicios de motos acuáticas y otros. Sin duda es un potencial a este lugar turístico; sin embargo, lo que más me enamoró esta vez de este conocido lugar, fue recorrer el manglar, creo que lo hemos visto siempre de lejos, con un sigiloso respeto y hasta temor, por eso nunca antes había bajado en sus orillas, pero está vez fue la excepción. 

Lo que me encontré quedó grabado en sentimientos y mi retina, más allá de las raíces externas del mangle rojo y de los troncos del mangle blanco, una extensión verde cubría el horizonte en el que se perdía el bosque, por primera vez descubría el musgo de los mangles, fascinada yo solo podía mirar un escena de cuentos de fantasía.

Cómo no invitarlos amigos lectores a que puedan conocer este ecosistema de manglar, que se forma por el cruce de ríos provenientes desde la Reserva Mache Chindul y las aguas del de nuestro Océano Pacífico

Concentrada en el musgo, no les menciono la variedad de aves, crustáceos, entre otros, que habitan en estos ecosistemas. Estos bosques son uno de los más productivos del planeta y proveen beneficios de protección a las zonas costeras frente al cambio climático y más. Nos queda la tarea de conocerlos para cuidarlos como toda nuestra naturaleza.

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