Injusto

Miguel Méndez Guerrero

26 de diciembre en mi caminata dominical al Bombolí aunque nublado y lluvioso, un poco más tarde de lo común nueve de la mañana, en un redondel, una niñita de tres años más o menos junto a un hombre y una mujer presurosa llegaban a la esquina; la mujer se quedaba y la niñita y el hombre seguían su camino.

Mi trayecto siguió con normalidad el anillo vial, la Venezuela y la cuesta para llegar a la iglesia de los Oblatos en donde Jesucristo en la Cruz y la Virgen del Cisne esperan a sus devotos para la santa misa.

La bendición y en columna recibir el agua bendita, minutos admirar la belleza de mi ciudad, luego regresar a casa en el mismo trayecto.

Al llegar al terminal y cruzar el redondel del monumento a Santo Domingo de Guzmán, la misma niñita en brazos de aquel hombre dormía (12:17) y en la esquina la misma mujer que ofrecía sonrisas a los transeúntes. En mi interior hice un mal comentario.

Domingo 2 de enero. Primer domingo del año, igual en lluvia presuroso a la misa del Bombolí, la primera del Año, a dar gracias a Dios por mantenernos vivos y pedir por mis hijos, su madre y mi familia, el mismo recorrido de ida y vuelta.

Otra vez la niñita y su acompañante esta vez reía, no dormía, pero en la esquina no estaba la mujer, ella salía de un hotel, las gotas de agua se confundían con sus lágrimas porque su mirada era de rabia y tristeza. Se me hizo un nudo en la garganta, esta vez no comenté.

Las llamadas “señoras” que, por viejo, sin plata y sin ilusiones lo cambian dejándose seducir por falsas promesas; a éstas las apoyan y justifican. ¿Cuál es la diferencia? al final terminan siendo despreciadas.

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