Incendiario

Henry Basurto Jimbo

Actualmente nuestro país parece un sitio de guerra; por un lado, la peste va jugando su papel, matando gente, endeudándola, deteniéndola; por el otro, la delincuencia también hace lo suyo, matando gente, endeudando al país por el hacinamiento y quebrando al sector turístico. Vale decir que este escenario es un digno ejemplo de lo que no se debe hacer. La ley mucho no podrá hacer si el problema se lo trata en la forma y no en el fondo.

¿Debemos esperar a que el gobierno lo resuelva todo? No tanto, ya que los problemas estructurales que vivimos no solamente lo resuelven las autoridades de control; nosotros también podemos poner nuestro grano de arena. Debemos ser un poco más generosos con el necesitado, no solamente de lejos desearle lo mejor, sino darle un pan si tiene hambre o vestido si tiene frío. Recuperar ciertos valores nos hace entender que la miseria es más dañina que cualquier enfermedad.

Podemos ayudar a cambiar lo que ocurre con el país siendo honestos, evitando que la corrupción se afiance, llamando a lo malo como lo que es y a lo bueno como lo que es. Digo esto porque hemos aplaudido cuando los políticos nos mienten de frente y aún así los elegimos; acto que solamente aprueba las malas prácticas de la moral y corrompen las buenas costumbres. También lo digo porque le hemos dado tantos derechos a la delincuencia, que para pedir se nos haga justicia nuestros derechos parecen anulados.

Vivir en un país que se incendia a diario, es una decisión que cada uno debe tomar; si en serio está en ti hacer la diferencia, no le eches gasolina al fuego; denuncia al corrupto, vive honestamente; hagamos un pacto social y veamos si el de arriba nos toma en cuenta y nos hace el milagro de apagar el fuego, que hasta ahora no lo hemos podido hacer con nuestras fuerzas.

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