Había una vez

Yveth Romero Padilla

Yveth Romero P.

La riqueza de los cuentos tradicionales está en el simbolismo que estos guardan, como lenguaje del alma, son capaces de llevarnos a tomar conciencia de los valores y virtudes propias del ser humano y del mundo que le rodea.

La Naturaleza y en especial la Madre Tierra han sido, desde siempre, inspiración de los grandes literatos. Duendes, gnomos, hadas, brujas y hechiceras son parte de los mágicos habitantes de los rincones más bellos y misteriosos de nuestro planeta y actores habituales de la narrativa de cuentos. Son los encargados de enseñarnos sobre el bien y el mal, el valor del sacrificio, el respeto, la consideración, la valentía y el amor. Al escuchar estas historias, somos invitados a reflexionar sobre nuestro papel como guardianes del planeta, una lección de vital importancia en nuestra era de crisis ambiental.

 Los cuentos y narraciones tradicionales que giran en torno a la Madre Tierra son enseñanzas vivas, ricas en sabiduría, transmitidas a través de generaciones, para recordarnos nuestra conexión intrínseca con el planeta. Las narrativas ancestrales, que abarcan diversas culturas y épocas, comparten una reverencia común por la Tierra, percibida no solo como un lugar físico, sino como un ser vivo, nutricio, y por lo tanto sagrado. De ahí la importancia de considerar a estos relatos como herramientas educativas, pues educen valores de respeto, gratitud y armonía entre nosotros y con la naturaleza.

A medida que nos esforzamos por enfrentar los retos ambientales de nuestra época, las lecciones contenidas en los cuentos tradicionales sobre la Madre Tierra nos enseñan que cada uno de nosotros tiene el poder y la responsabilidad, de contribuir en el cuidado y preservación de nuestro mundo.

Nueva Acrópolis Santo Domingo