Falta constancia

Yveth Romero P.

Solemos empezar los proyectos cargados de emotividad.

Cada inicio de año, es la muestra más clara de este entusiasmo a flor de piel, que nos lleva a soñar en grandes cosas, grandes proyectos, sin darnos cuenta, que, mientras no lo concretemos, solo es ilusión.

Los estados emotivos son tan poderosos que cuando imaginamos aquello que anhelamos, sin la capacidad de planificación ordenada e inteligente que nos lleve a plasmarlo, no pasará de ser solo un bello sueño; entonces, la imaginación deja de ser compañera de la inteligencia y, se transforma en fantasía.

Y esto, nos suele suceder, no solo con esos grandes proyectos o anhelos que tenemos, si no, y además, en las pequeñas cosas cotidianas, donde el ritmo y el hábito consciente, son herramientas valiosísimas para no perder el tiempo.

Por ejemplo, cuántas veces hemos empezado a cultivar un jardín o un huerto, pero olvidamos la constancia del riego diario, del cuidado del sol, de la limpieza de las malezas. Cuántas veces nos hemos propuesto hacer algo todos los días o cada cierto tiempo, empezamos con mucho entusiasmo, pero nos cuesta mantener la constancia.

Solemos comprometernos con personas y actividades, pero en medio camino nos olvidamos de ellas…

Tampoco tenemos la constancia suficiente para mantener una relación, y la convivencia requiere de constancia, porque esta no solo implica mantenernos en el proyecto, sino, además que cada vez sea mejor, más bello, más responsable.

La falta de constancia es un gasto innecesario de energía, del tiempo y del esfuerzo, es falta de interés por aquello con lo que nos comprometimos, es falta de atención, de respeto y de cortesía para con los otros y para con nosotros mismos. La falta de constancia no nos permite lograr la experiencia que nos da la prueba superada o el dolor de la caída.

Nueva Acrópolis Santo Domingo