Eternos ‘becados’

Luis Intriago Luna

Luis Intriago Luna

Dice el dicho popular: qué suerte tienen los que no se bañan, este caso aplicaría a fiscales y jueces, “venturosos ciudadanos” que han nacido con tanta suerte que el Estado les ha otorgado la facultad de acusar y juzgar, respectivamente, y extralimitándose en sus funciones en nombre de la ley a la hora de dictar sentencia, lo hacen hasta en nombre de la  República del Ecuador, con discrecionalidad y solo haciendo caso a su  conciencia pobre en valores morales, abreviando los procesos según convenga la paga o el compadrazgo de amistad y dejando en el olvido muchos procesos que no generan ninguna expectativa, a  veces perdiendo de vista la lógica jurídica y legal.

Estos intocables funcionarios, disque operadores de justicia, son eternos becados por el Estado hasta que se jubilan, es decir, 30 y 40 años con un jugoso sueldo de más de 4.000 dólares mensuales, y el pueblo sin trabajo se pregunta: cuánta inequidad con un pobre que solo cachuelea de vez en cuando durante su vida, ¡qué desigualdad! 

Pero esto no es el ingreso más importante, se dice que existen muchos que son accionistas de múltiples negocios, obviamente a través de testaferros para no ser detectados; no obstante, si la autoridad competente quisiera escarbar las riquezas mal habidas, encontrarían verdaderos tesoros.

No es mejor juez el que más sabe, sino el que más valores morales tiene y aplica; es que el argumento del Estado es procurar una  carrera judicial a efecto de que sepan y tengan más experiencia, no sé  para qué; según el Estado, para que  actúen con mayor solvencia, pero la sociedad es contraria a dicho criterio, cuando observa indignada los fallos y sentencias a veces descabellados a pesar de ser evidentes los delitos en cuestión  y juzgan con las “generosas” medidas sustitutivas , que lógicamente la ley contempla, pero  la sociedad considera un desatino incoherente entre lo que el juez hace y el deber ser del Derecho en su aplicación. 

Hasta que haya cambios en la ley y se les retire tantas prerrogativas, cortando el tiempo de permanencia a estos funcionarios que con honrosas   excepciones sí deberían quedarse un periodo más. 

Hasta que aquello ocurra que Dios nos ampare. (continuará)

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