El negocio narco-comunista

Orlando Amores Terán

Hasta 1990, el comunismo. Ahora, el narco-comunismo, vinculado al narco-terrorismo internacional, privilegian lo público y el desarme de la sociedad, privándole al ser humano de su connatural derecho a defenderse y a la propiedad, porque sabe que la industria, la hacienda, el emprendimiento, generan riqueza y ello comporta autonomía.

En la colonia, fueron los grupos de propietarios quienes prendieron la llama de la independencia del antiguo régimen. El narco-comunismo sabe que la propiedad y las armas otorgan albedrío, emancipación; mientras la pobreza provoca hambre, enseña a traicionar, a olvidar su origen, a perder la conciencia, a someterse a quien llena su barriga, los transforma en estómagos agradecidos, los vuelve proclives al crimen; por eso desprestigia la riqueza, crea odio, mientras exalta la pobreza.

Para saciar la sed de desquite engendrada, incauta bienes, hostiga empresarios por medio de impuestos, permisos, requisitos, mientras incrementa burocracia con el dinero que sustrae de los ahorros de quienes producen y de los bienes de la Nación que son para beneficio general; sin embargo, la riqueza nacional la concentra en vinculados al régimen, a través de concesiones, contratación pública, negociados. Instaura una narco-burguesía burocrática, que usualmente surge de alcantarilla, de lo inepto, lo mediocre, para dar sensación de cambio social, mientras al pueblo no vinculado lo mantiene pobre, pero adoctrinado a través de los tres niveles del sistema educativo, al que antes accedía con dificultad. Así siembra servilismo, sumisión, votos para aparentar «democracia».

Por ello, en los regímenes narco-comunistas, la gran mayoría son profesionales sin ocupación, viven de tarjeta de racionamiento. Allá vamos, si no eliminamos el narco-Estado fundado en Montecristi, a través de Consulta de iniciativa presidencial, con las preguntas contenidas en la Reforma Constitucional Parcial, aprobada por la CC, en Dictamen 7-19-RC-19.

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