De la muerte

Mesías Mestanza Solano

Mesías Mestanza Solano

Los medios sociales dan a conocer todos los días el gran número de muertes en nuestro país, otro hora de paz y concordia, digno de decir, con valentía y orgullo, “soy ecuatoriano” en cualquier latitud en la que nos encontremos; ahora ya no podemos decir aquello, sino guardar silencio y hasta vergüenza.

Comencemos por lo más fácil: la muerte natural, que es causada por una enfermedad o propiamente por la vejez; la muerte sospechosa, que no tiene una razón aparente, y la muerte violenta, que es aquella que se produce como consecuencia de un suicidio, un homicidio o un accidente.

En Ecuador, la cantidad de muertes violentas desde la pandemia ha superado cualquier estadística, cuyos factores predisponentes se orientan desde los hogares desorganizados, tensos y conflictivos, faltos de una mínima cultura, así como desde el alcoholismo y la drogadicción, que son el caldo de cultivo donde se genera un ambiente negativo que incita a la agresión, cuyo resultado es la muerte violenta.

Otro factor determinante es la falta de trabajo o empleo, así como también el mal ejemplo de nuestras autoridades; situaciones que destruyen la psicología de los seres humanos que, con escasa cultura, son proclives al delito; además, la falta de rehabilitación social; pues las cárceles son escuelas del delito donde los que son detenidos por primera vez salen habiendo aprendido nuevas formas de delinquir, y los delincuentes comunes salen especializados.

Es importante mencionar también que con el ingreso de extranjeros indocumentados que indiscriminadamente se han asentado en nuestro territorio, han proliferado nuevas formas de delincuencia y hasta delitos no conocidos en nuestro país.

La vida ahora no cuesta nada; los valores y el respeto a la ley y a las autoridades  se han perdido. Nuestras leyes blandas, los principios y garantías constitucionales en muchos casos dejan en la impunidad los crímenes; nuestros fiscales y jueces, con honrosas excepciones, se atemorizan en el momento de aplicar con mano dura la norma legal. El juez debe ser juez, no simplemente parecer uno.

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