Agresión a los padres

Luis Intriago Luna

Luis Intriago Luna

Pensamos que la agresión de los hijos hacia sus padres se veía solo en películas, pero al revisar las estadísticas a nivel nacional a través de las comisarías de la mujer y la familia, hemos podido llegar a tener un criterio sorprendente del maltrato y atropello escalofriante a los padres, abuelos, etc. Pensar que en el Ecuador hay tanto abuso realmente asombra, como lo confirman las comisarías de la mujer y la familia.

Estos maltratos son de tipo físico, verbal y psicológico. Es por demás impresionante el infierno que están viviendo nuestros mayores con tantas agresiones de todo tipo. Ahora, esto es solamente de adultos mayores que logran denunciar; sin embargo, quedan muchos casos impunes por razones de miedo e imposibilidad física que no llegan a legalizar sus denuncias de maltratos so pena de ser amenazados por sus propios hijos.

Faltar al respeto a estos indefensos ancianos conmueve a cualquier hijo consciente que sabe amar y respetar a sus padres. Estamos seguros que en este tema, mucho de culpa tuvimos originalmente los padres; pues es bien sabido que el árbol que crece torcido jamás su tronco endereza. Es un defecto que no corregimos a tiempo desde la cuna y, obviamente, hoy estamos cosechando lo que sembramos un día. De ninguna manera la agresión y los abusos a los mayores se justifican. Con esta reflexión, estamos desnudando una verdad inequívoca de un mal que ya tiene raíces y que hay que darle una solución urgente. No es posible que en una sociedad civilizada haya agresión de los hijos hacia los padres.

La falta de valores da como consecuencia la aparición de actos agresivos desde niños, que no han tenido ninguna corrección a tiempo. Si a esto sumamos el desconocimiento de Dios en la mente de los hijos, va creando una personalidad pervertida y depravada.

Parece que en muchos casos estamos criando potenciales monstruos que hoy aterrorizan a la sociedad con extorsiones, agresiones, amenazas, sin tener límites ni contemplación, y actuando en todo tipo de fechorías.

Hasta que los padres hagan conciencia de este mal futuro y empiecen a corregir responsablemente a sus hijos, que Dios nos ampare.

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