Bella historia

Jaime López

Como se sabe, uno de los mejores lugares para compartir y recordar, con amistades profundas y apasionado lenguaje, es la mesa de un café cuando las 18 horas enmarcan un ocaso de esos que motivan, fluyen entonces las nostalgias que siempre vencen al tiempo, por eso están allí, y ayudan a quienes desean ser jinetes de los briosos recuerdos que cabalgan frases, a veces indomables, que saben el rumbo que hay que seguir para llegar. Es hermoso recordar cuando el País dejó atrás su primer millón y sus comarcas, especialmente las del interior, clamaban por dejar de ser aldeas, cuyo templo era coronado por campanas cuyo sonido acrisolado ejecutaba la melodía del vengan a misa. Mejor si era domingo porque en los hogares la beatitud materna había preparado,  durante la semana,  el atuendo de gala para vestir a sus hijas que siendo adolescentes ya presentía que el Pepito, ese que vive, dos cuadras abajo y que le mira a la Mariana, de manera que hay que controlar, ese Pepito irá  por que sabe ir con sus Padres y hermanos , La  Aldea quedó cubierta, al principio de calles empedradas, luego de adoquines y en sus esquinas la reunión de los integrantes de pandillas barriales, eran prólogos para esperar que pasen luego de la jornada colegial la Mariana y sus amigas, una de ellas la que siempre esgrimía consejos—ve, Marianita no le des bola al Pepito que no vale la pena-hasta que el cruce se produjo y ella se quedó con el Pepito en su  regazo nupcial, sabiendo que Marianita estaba seducida por el infiel,  La vida en la ciudad y sus habitantes se desperdigó, Marianita formó su hogar  con otro amor, engendró hijos y nietos, la cruzadora con el Pepito a cuestas engrosaron la emigración. La complicidad de la red hizo que Marianita siga dialogando con la cruzadora, hasta que un día Pepito personalmente le comunicó su muerte a la divorciada Marianita, que se dijo y por qué no, para empezar a vivir lo que tenían que hacerlo antes de lo que les pasó. Ahora escriben una historia para ser contada, seis meses se reúnen allá, seis meses viene Pepito acá y confiesan estar enamorados y ser felices. El amor, cuando es profundo parece irreal y colma de alegría a quienes se enteran de historias como la de Marianita