¿Y ahora qué?

César Ulloa

La mayoría de la población está de acuerdo con la disolución de la Asamblea, porque su desempeño fue pésimo y eso nos exige escoger con altísimos filtros de calidad los próximos legisladores. La mayor responsabilidad recae en los partidos políticos que, lastimosamente, no tenemos, de ahí la corresponsabilidad ciudadana de crear auténticas y orgánicas agrupaciones que restauren el sistema político. No es una tarea fácil, pero sí es impostergable para curarnos en democracia.

¿Qué viene? Una carrera de caballos, en la cual muchos saldrán desbocados. En este contexto, el contrapeso es el pensamiento crítico, el escrutinio público y la veeduría ciudadana a los posibles candidatos y sus propuestas. Este tiempo no es un periodo de transición como muchos dicen, pues las elecciones anticipadas generan las condiciones para escenarios de reelección, fortalecimiento y también rechazo a diferentes posturas políticas. Tampoco es un capítulo nuevo de la vida republicana, pues lo que ocurre nos demuestra una vez más, que hemos aprendido a vivir al filo de la navaja y en eso no nos gana nadie, lamentablemente.

Lasso tiene la posibilidad de seguir sorprendiendo, pues un buen sector no le creía capaz de llamar a muerte cruzada. Entre sus decisiones se encuentra un giro radical a varias cosas: agenda social, seguridad y empleo. Las calles ahora han hablado: la gente sentía incomodidad y desprecio por la Asamblea, pero eso no quiere decir que el Presidente esté en su mejor momento, sino más bien que debe demostrar por qué luchó tanto para ocupar la primera magistratura.

El vacío político de los partidos nos plantea el papel urgente de la sociedad civil en la recomposición del tejido social y de la política. Me cuesta creer que la acción política de unos pocos sea el reflejo de las peores relaciones sociales y que ella, además, nos ponga frente al espejo para respondernos quiénes somos y cómo actuamos. El remedio está en la ciudadanía y que esta vez, los advenedizos y unos cuantos corruptos, no nos roben los pocos sueños que si no se concretan, son la antesala de una ola migratoria en ascenso.