¿Vivirías por ellos?

Hace poco me encontré con un tuit cargado de sabiduría. Paula Vernimmen posteó: “Es común decir moriría por mis hijos. Pero, ¿vivirías por ellos? ¿Dejarías de fumar o beber? ¿Cambiarías tus hábitos alimenticios? Tus hijos no necesitan que mueras por ellos, necesitan que vivas”.

Me caló hondo porque recientemente había sostenido una conversación en casa al respecto. En un momento de introspección le comenté a mi esposo que mis manías de beber un jugo verde cada mañana, de ingerir vitaminas y probióticos, reducir el consumo de gluten y azúcar, hacer ejercicio y santificar mis horas de sueño, no son caprichos o moda, es mi real compromiso de cuidar mi salud por los míos. Mi mayor temor es convertirme en una carga para mi familia.

Y es que, somos capaces de endeudarnos o estirar demasiado la sábana para que no les falte nada. Ropa de marca, juguetes novedosos, planes de fin de semana atractivos, vacaciones en el extranjero, clases extracurriculares, golosinas, ¡las que pidan! Pero poco invertimos en lo que ellos más aman: nosotros. Si les llegamos a faltar prematuramente no habrá dinero en el mundo que supla nuestra ausencia.

Si hay una lección que nos ha dejado la pandemia es que la mayoría de las cosas materiales son prescindibles. Pasamos tres meses alternando el pijama con el traje deportivo, con los tacones empolvados y los vestidos de fiesta enmohecidos.

Pienso en las personas que han padecido o padecen enfermedades catastróficas y en cuánto valoran cada minuto de vitalidad para compartir con quienes aman. Seguramente darían todo lo que tienen por recuperar la salud. ¡El valor de lo intangible!

Así que, ¡a vencer la pereza de salir a trotar! A reagendar la cita médica pospuesta e invertir en alimentación más saludable. Y que dejar de fumar no espere al 1 de enero de 2022. Nunca es mal día para hacer cambios por ellos. Hagamos una campaña para vivir por ellos.