Vertederos de basura

Rosalía Arteaga Serrano

La aparición de las redes sociales obedece en buena manera a la necesidad, unida al avance de la tecnología, de los seres humanos de comunicarse, y hacerlo sin los limitantes que antes suponía la distancia y también con la inmediatez que esa misma tecnología proporciona.

Las redes cumplen un papel comunicacional, —¿qué duda cabe?—, pero al mismo tiempo se han convertido en un vertedero de basura, en el que se expresan las más bajas pasiones, llegando al desenfreno de los lenguajes ofensivos, a la falta de existencia de empatía, a la ausencia de la mesura que debería primar en sociedades que respetan la calidad humana, los derechos humanos.

En muchas de las expresiones que se leen en las redes, no existe ni siquiera el filtro que la razón proporciona. Se actúa de manera visceral, se utilizan palabras soeces, se descalifica sin siquiera meditar en el daño que se puede causar y se expresan comentarios o frases hirientes tan solo por el placer de soltar palabras que desacreditan y deslegitiman.

Esto habla muy mal de la cultura de un pueblo, sin distingos de edad o de sexo, en la que la palabra cobarde y soez encuentra la cabida que seguramente no tendrían diversos sujetos si no tuvieran la mediación de las famosas redes sociales.

En esas redes se puede medir el estado de descomposición social de un pueblo, el nulo conocimiento de la historia, la falta de sindéresis y de mesura, la escasa capacidad de análisis de quienes se dejan guiar únicamente por la capacidad de linchamiento mediático que se encuentra en sus contenidos.

Por todo ello, hay que reiterar y abundar en la necesidad de una educación de calidad que esté basada en valores, que hunda sus raíces en el conocimiento de la historia y que ponga énfasis en el fortalecimiento de una verdadera identidad, sin distorsiones.