Un elemento finito

Recuerdo cuando en la escuela, en la clase de matemáticas, se nos enseñaba la diferencia entre conjuntos finitos e infinitos, y, para ejemplificar lo que eran los conjuntos infinitos, se nos ponía algunos ejemplos como las estrellas del firmamento, las arenas del mar y el agua. Los tiempos actuales nos dicen que las aseveraciones de los antiguos profesores de matemáticas estaban erradas ya que el agua es un elemento finito, sobre todo si nos referimos al agua dulce y más aún a la que es apta para el consumo humano.

Sabemos que en el planeta existe una gran cantidad de agua —alguien piensa que el planeta más que llamarse Tierra podría haberse denominado “Agua”—, pero en todo caso también conocemos que la mayor cantidad de esta es salada, y si bien ahora hay procesos de desalinización de agua, estos son costosos y no están al alcance de todo el mundo. El agua dulce no es tan abundante como nos imaginaríamos ni está tan equitativamente distribuida. Su uso y abuso ha puesto en riesgo esas provisiones del líquido elemento.

En este sentido, revisten especial interés las cumbres del agua —en este año se está realizando en Estocolmo—, que aportan con análisis y propuestas de solución a la escasez que ya se vive en muchos lugares del mundo y que sigue creciendo conforme avanzan los procesos de desertificación en el planeta, los extensos períodos de sequías y la falta de cuidado en su cultivo y producción.

Hablamos de cultivo del agua porque se hace necesario propiciar su generación con la siembra de árboles que atraen las precipitaciones lluviosas, la protección de los humedales, el buen tratamiento de las aguas servidas y la protección de las aguas subterráneas.

Por ello se hace tan necesario el abundar en métodos de enseñanza para el cuidado del agua. Sin este elemento no hay vida; es indispensable si queremos mantenernos sobre la faz de la Tierra.